Japón y Países Bajos han llegado a un acuerdo con Estados Unidos para imponer restricciones a China en la industria de los semiconductores. Delegaciones de ambos países estuvieron en Washington para escuchar una amplia gama de bloqueos con el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan (*).
El portavoz de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Kirby, reconoció que ambas delegaciones hablaron de cuestiones que son “importantes” para los tres, “y, desde luego, la seguridad de las tecnologías emergentes esta en el orden del día”, declaró a la prensa.
Entre los temas tratados figuraba la restricción de las exportaciones de equipos de fabricación de semiconductores a China. Conseguir que Países Bajos y Japón impongan controles más estrictos a las exportaciones chinas es una importante victoria diplomática para Biden, que en octubre anunció un bloqueo para impedir el acceso de Pekín a la tecnología estadounidense de fabricación de chips, con el pretexto de frenar sus avances tecnológicos y militares.
Las empresas japonesas podrían seguir vendiendo componentes no avanzados a China en virtud de la normativa, y cualquier descenso de los envíos a China podría cubrirse a medio y largo plazo aumentando la producción en regiones como Estados Unidos, Alemania e India.
La fragmentación del mercado mundial sigue, pues, su curso y el servilismo de los aliados hacia sus jefes de Washington es imprescindible para estrechar el cerco económico a China.
Estados Unidos intenta mantener su hegemonía y, a través del bloqueo tecnológico, asesta un golpe al conjunto de la economía china, perjudicando su industria de manera permanente, especialmente en inteligencia artificial y computación cuántica.
Huawei sólo fue un comienzo. Más que un competidor, era un enemigo, una amenaza para la infraestructura de telecomunicaciones de Estados Unidos y, por ello mismo, de todo el mundo. Al gigante chino lo retrataron como un caballo de Troya moderno, porque en su plataforma 5G tenía una supuesta puerta trasera que nunca han mostrado.
El nudo es el concepto de “fusión tecnológica”, que repite la noción de la tecnología de “doble uso” de la Guerra Fría: las tecnologías avanzadas tienen fines tanto comerciales como militares, son parte esencial del capitalismo monoplista de Estado.
Las empresas privadas han entrado en la lista negra del Departamento de Comercio de Estados Unidos por motivos de seguridad nacional. El último caso es el de TikTok. Los pretextos militares y de seguridad esconden que la tecnología china se acerca peligrosamente a lo que hasta ahora era un coto reservado a las empresas estadounidenses.
El año pasado Estados Unidos aprobó la Ley Chips, por la que el Estado apoyará la innovación tecnológica, es decir, dinero público para grandes empresas privadas. El gobierno cierra una puerta, la extranjera, y abre otra, la autóctona, porque el libre comercio ya no existe. El capital también tiene pasaporte y visado.
En Washington se creyeron sus propias leyendas: la “mano invisible” de Adam Smith seguía funcionando. En 1964 la investigación financiada con fondos publicos era del 1,9 por cien del PIB; en 2020 había caído al 0,7 por cien y la hegemonía tecnológica se les escapaba de las manos. El Estado (el ejército) tiene que salir al rescate de los monopolios privados, una vez más.
(*) https://www.reuters.com/world/officials-netherlands-japan-washington-chip-talks-2023-01-27/