La policía israelí ha estado utilizando el programa espía Pegasus para vigilar ilegalmente a la población, según informó el martes el diario Calcalist (1). La aplicación puede controlar los teléfonos, extraer información o intervenirlos, todo ello de forma casi indetectable.
El programa se justificó porque era necesario para detectar a “terroristas y delincuentes”, pero la diana es el conjunto de la población. Los vigilantes rastrearon 50.000 números de teléfono, entre ellos los de periodistas, jefes de Estado, abogados, activistas y políticos de diferentes países del mundo.
Los que introducen Pegasus en los móviles capturan una gran cantidad de información que les permite chantajear a los usuarios. Según Calcalist, el espionaje en Israel se dirigió esencialmente a los opositores del Primer Ministro Netanyahu para tomar el control de sus dispositivos con el fin de tener la capacidad de escuchar todas sus llamadas y leer todos sus mensajes.
Aprovechando la pandemia, el Grupo NSO se sumó al control de la población, esta vez con pretextos sanitarios y de rastreo. Para ello utiliza un sistema de análisis epidemiológico llamado Fleming, una herramienta cartográfica avanzada que -supuestamente- identifica la propagación del coronavirus en tiempo real (2).
El programa espía Pegasus se hizo famoso en el mundo entero en 2016, aunque nadie recordó que previamente se había ensayado con los teléfonos móviles de los palestinos. La Unidad 8200 del ejército israelí utiliza estas técnicas de vigilancia para identificar a los palestinos.
Tanto en Cisjordania ocupada, en Gaza o en Israel, los palestinos viven bajo una permanente vigilancia israelí (3). El ejército sionista utiliza los territorios ocupados como laboratorio para probar tecnologías de vigilancia invasivas.
Recientemente el ejército israelí ha desplegado la tecnología de reconocimiento facial Blue Wolf, que culminó con un concurso que premió a los soldados que habían fotografiado a más civiles palestinos.
Desde el inicio de la ocupación en 1967, Israel ha aumentado progresivamente su control sobre las tecnologías de la información y la comunicación en Cisjordania y Gaza, desafiando los Acuerdos de Oslo, que exigían que Israel transfiriera gradualmente el control a los palestinos.
Israel prohíbe los avances tecnológicos a las comunidades palestinas, al tiempo que controla la infraestructura que sustenta el estado de vigilancia. Los israelíes tienen acceso a la tecnología 5G, mientras que los palestinos de la Cisjordania ocupada sólo se tienen que conformar con la 3G y los de Gaza con la 2G.
Los israelíes escuchan todas las conversaciones telefónicas de Cisjordania y Gaza y todos los teléfonos móviles importados a Gaza a través del puesto de control de Kerem Shalom están equipados con un dispositivo israelí de rastreo.
Israel ha creado herramientas de vigilancia para cribar el contenido de las redes sociales palestinas, y desde 2015 ha detenido a cientos de palestinos por sus mensajes en las redes sociales a través de un programa de policía predictiva.
El gobierno de Tel Aviv también ha utilizado la pandemia como pretexto para desplegar nuevas medidas invasivas de vigilancia. Las restricciones sanitarias sirvieron para limitar aún más los desplazamientos de los palestinos, sustituyéndolos por aplicaciones en línea.
Aunque los sionistas la presentaron como una medida de salud pública, los usuarios debían conceder a los ocupantes un acceso a los datos almacenados en sus teléfonos, como llamadas, mensajes y fotos.
La videovigilancia y las aplicaciones de reconocimiento facial son otra realidad cotidiana para los palestinos. En 2000 se instalaron varios cientos de cámaras de circuito cerrado de televisión en la Ciudad Vieja de Jerusalén.
En 2015 el sistema se amplió enormemente, y hoy en día la tecnología de reconocimiento facial se ha extendido tanto que muchos palestinos ya no se sienten seguros en sus propios hogares.
Algunas cámaras de vídeovigilancia están colocadas de forma que pueden ver lo que ocurre en los domicilios particulares, lo que lleva a algunas mujeres a dormir con el hiyab puesto, mientras que otras familias se resisten a dejar que sus hijos jueguen en la calle.
El año pasado, Microsoft, ante una auditoría pública, anunció que vendería su participación en la empresa israelí de reconocimiento facial AnyVision.
(1) https://www.calcalistech.com/ctech/articles/0,7340,L-3927410,00.html
(2) https://www-nsogroup-com.translate.goog/fighting-the-covid-19/
(3) https://www.middleeasteye.net/opinion/israel-palestine-surveillance-tech-dystopia