En ciudades como Johannesburgo, Durban (este) o Port Elizabeth (sureste), miles de afiliados de Cosatu (Congreso de Sindicatos Sudafricanos) están protagonizando marchas, cortes de tráfico y concentraciones desde primera hora de la mañana.
Por el momento, no hay cifras totales de seguimiento, pero la convocatoria ha afectado a sectores como el minero, el energético o el sector público (tradicionalmente más sindicalizados), sin llegar a paralizar el país.
En Johannesburgo, centenares de afiliados se manifestaron en el centro de la ciudad vestidos con los colores del sindicato y con pancartas en las que se podían leer consignas como “A una empresa no se le debería permitir recortar puesto de trabajo solo para obtener beneficios”.
Cosatu, que cuenta con un millón y medio de afiliados, es uno de los aliados tradicionales del Congreso Nacional Africano (CNA), gobernante en Sudáfrica desde la victoria de Nelson Mandela en los primeros comicios democráticos del país, en 1994.
Sus dirigentes aclaran que esta convocatoria no significa una retirada de apoyo de cara a las elecciones generales del próximo mayo, pero advirtieron también de que esa postura podría revisarse.
La central sindical considera que el gobierno necesita una llamada de atención ante los recortes de empleo en numerosos sectores, como el de la minería, pero también frente a las posibles privatizaciones de empresas públicas.
Cosatu cree que las medidas puestas en marcha por el gobierno de Ramaphosa contra el paro -estancado desde hace años por encima del 25 por ciento y convertido en uno de los principales problemas económicos y sociales del país- no están siendo efectivas.
Los últimos datos, publicados ayer por el instituto oficial de estadísticas del país, revelan que Sudáfrica cerró 2018 con una tasa de desempleo del 27,1 por ciento.
Si bien la huelga estaba convocada de antes, el descontento sindical se acrecentó cuando la semana pasada Ramaphosa anunció un plan para solventar la grave crisis que atraviesa la eléctrica pública Eskom, consistente en dividirla en tres entidades.
Eskom, que tiene casi un siglo de trayectoria y es una de las empresas eléctricas más grandes del mundo, se encarga de la producción y distribución eléctrica para casi toda la población de Sudáfrica.
Escándalos de corrupción, masivos cortes de luz programados por a la incapacidad de dar abasto a la demanda y una deuda de 30.000 millones de dólares han convertido a esta empresa en uno de los mayores lastres para la debilitada economía sudafricana, lo que llevó al presidente a proponer el plan de división.
Los sindicatos, sin embargo, recibieron la noticia como un primer paso hacia su privatización.
“Estamos aquí para apoyar a los trabajadores contra la privatización de las empresas públicas”, dijo hoy Solly Mapaila, dirigente del Partido Comunista Sudafricano (SACP, también aliado histórico del CNA), en declaraciones a la televisión pública SABC desde la cabecera de la marcha en Johannesburgo.
Ramaphosa, por su parte, ha avanzado que la lucha contra el desempleo será central en su campaña para las elecciones de mayo y ha prometido que Sudáfrica creará 275.000 empleos al año.
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