Netanyahu tiene un rencor tan visceral hacia los palestinos que se ha pasado de rosca, inventándose una “historia” que ha provocado las protestas incluso de los propios investigadores judíos del Holocausto.
Mohammed Amin Al-Husseini es una figura prominente del nacionalismo palestino. Era hijo del muftí de Jerusalén, título de la más alta autoridad de la antigua Palestina, una región que perteneció al Imperio Otomano y sometida por los británicos tras la Primera Guerra Mundial.
La declaración de Balfour de 1917 definió los objetivos del imperialismo británico en Palestina: crear un “hogar nacional” para el pueblo judío, lo cual levantó los ánimos de los palestinos que vivían allí.
En 1920 los levantamientos palestinos contra el imperialismo causaron numerosas víctimas. Al-Husseini fue condenado a 10 años de cárcel, aunque luego los británicos le amnistiaron y le nombraron muftí de Jerusalén.
Cuando en cumplimiento de los planes imperialistas los judíos comenzaron a invadir Palestina, la lucha contra los británicos se transformó en una lucha contra los ocupantes judíos y Al-Husseini se puso a la cabeza del movimiento.
En 1936 se produjo otra revuelta palestina exigiendo la independencia y Al-Husseini tuvo que exiliarse en Irak, desde donde se trasladó a Berlín en 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, en la que los alemanes estaban enfrentados al mismo enemigo que los palestinos: Inglaterra.
A la causa palestina se le unía entonces una segunda causa: los imperialistas británicos habían aplastado al régimen nacionalista antibritánico de Rachid Ali Al-Gillani en Irak, que también se volcó pidiendo el apoyo de los alemanes.
En Berlín Al-Husseini se entrevistó personalmente con Hitler el 28 de noviembre de 1941, aunque la conversación no condujo a nada concreto. Hitler le dijo a Al-Husseini que Alemania pretendía la destrucción de los judíos que vivían en los territorios árabes sometidos al protectorado británico.
El muftí de Jerusalén trató de movilizar algunas milicias musulmanas para ponerlas a disposición del ejército alemán, pero no tuvo mucho éxito. Según algunos cálculos sólo llegó a reclutar 6.300 soldados procedentes de los países árabes, de los que 1.300 eran palestinos, sirios e irakíes. Los demás procedían del norte de África.
Por si alguien quiere hacer un uso demagógico de este dato, hay que añadir la otra cara de la moneda: hubo muchos más palestinos luchando en el bando contrario, en las filas del ejército británico, a pesar de los atropellos de los imperialistas en los territorios sometidos.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, Al-Husseini fue detenido por los franceses y Yugoeslavia quiso juzgarle como criminal de guerra. Pero Francia le envió a Egipto, desde donde continuó luchando por la independencia de Palestina, hasta que en 1974 murió en Beirut.
Al-Husseini es una de las coartadas de los “historiadores” sionistas para justificar sus crímenes contra Palestina. Su tarea es la de suministrar la demagogia retórica de sujetos tan execrables como el Primer Ministro Netanyahu, que no es la primera vez que realiza declaraciones similares. En 2012 ya dijo que el muftí de Jerusalén era “uno de los arquitectos claves” del Holocausto, lo cual es absolutamente falso.
En el Memorial que Jerusalén tiene dedicado al Holocausto, Al-Husseini ocupa un espacio en un muro para dar la impresión de connivencia entre los crímenes nazis y la lucha palestina contra la invasión judía de sus territorios.
El momento elegido por Netanyahu tampoco es inofensivo. Coincide con los salvajes ataques que vienen padeciendo los palestinos, como en la explanada de Al-Aqsa, un lugar sagrado de los musulmanes que ha sido profanado varias veces.