Contra Clinton juega también el descubrimiento de nuevos casos de espionaje de Estados Unidos contra Francia que, por cierto, tampoco dejan bien al imperialismo francés. La última la publica el periódico digital francés Mediapart y concierne al asesinato de Gadafi por los esbirros del presidente francés Sarkozy y a gentuza impresentable y repugnante como Bernard-Henri Lévy.
El espionaje francés se benefició de la traición de un allegado a Gadafi para localizar su refugio, torturarlo y asesinarlo friamente. Son las consecuencias de una intervención en Libia justificada “por razones humanitarias”, para proteger a la población indefensa de Bengasi, donde en 2011 se concentró el detonador más importante del ataque contra Libia.
La difusión de que Estados Unidos espió a tres Jefes de Estado franceses ha levantado una ola de indignación en un país como Francia al que le encanta mirarse al ombligo. El desprecio contra Obama ha alcanzado cotas difícilmente imaginables y los gringos se han visto obligados a decirles a los franceses, incluidos los Jefes de Estado e incluido Sarkozy, lo mismo que dice el Nuevo Testamento: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra” (Evangelio de San Juan 8:1-7). El espionaje francés no se ha quedado a la zaga de la Agencia de Seguridad Nacional, prueba de lo cual es que le airean los trapos sucios en Libia.
Los gringos se burlan de los franceses. Según Clinton, el fatuo Presidente francés “pretendía redecorar los viejos blasones y restaurar el prestigio del ejército” en su ataque contra Libia. “Era un oportunidad para reafirmar el lugar de su potencia militar y conquistar ventajas económicas”, dice Mediapart que, para más sarcasmo, añade que Gadafi había financiado la campaña electoral de su verdugo Sarkozy.
Con la intervención militar en Libia, Sarkozy pretendía lograr ventajas económicas, suministros energéticos y contratos para las empresas francesas. Las visitas de los patronos francesas de la industria petrolera a una Libia destruida, testimonian los planes rapaces del imperialismo francés, al que los miles de vidas segadas en una guerra -que no ha terminado- le importan un bledo.
Las visitas de los capitanes de los monopolios franceses, la mayor parte de ellos muy cercanos a Sarkozy, al norte de África son constantes. Tras una primera escala en Libia luego continúan viaje a El Cairo escoltados por los matones armados de la Dirección General de Seguridad Exterior. En uno de los correos Clinton asegura que el Consejo Nacional de Transición constituido tras el asesinato de Gadafi, lo creó Sarkozy, quien también puso al frente del mismo a sus peones Mustapha Jalil y el general Abdelfattah Yunes.
Es Francia quien financia y dirige de manera indirecta el Consejo Nacional de Transición en Libia, jaleado en la prensa francesa por el bufón Bernard-Henry Lévy, siempre al servicio de quien mande en la République.
Pero de la orgía de sangre no se libra Estados Unidos, cómplice del asesinato de Gadafi y de los manejos franceses, que comprenden la división de Libia, si es que aún queda algo de ella (aparte del nombre).