Aún así y todo, alguna diferencia de matiz sí hay entre Soares y González (que también podría establecerse entre el salazarismo y el franquismo, ambos regímenes fascistas) y es que, mientras el primero estaba en un exilio (más o menos dorado), el segundo vivía en palmitas siendo escoltado por policías secretas y militares hasta Suresnnes (suburbio parisino) en 1974 para empezar el «socialismo renovado» que desbancaría al «histórico» del apolillado, pero honrado a carta cabal, Rodolfo Llopis: empezaba el timo de la «Transición».
El Portugal, al menos, hubo una suerte de ruptura desmantelando símbolos fascistas y la policía política (la temida PIDE), y eso se nota, cosa que aquí pues no, mire usted. Cuando estuve no ha mucho en Lisboa, me decía un taxista -sin que yo le preguntara nada- mientras cruzábamos el inacabable y kilométrico puente de 25 de abril, «mire usted, este puente antes se llamaba ‘Puente de Oliveira Salazar‘ y ahora ‘25 de Abril’, un asco”. Iba a decirle que en España -o Estado español en otras latitudes- no tenemos ese problema: todavía hay callejero con nombres de renombrados fascistas y pueblos adornados con “Villabajo… DEL CAUDILLO” cuyos alcaldes defienden con bravura y honor calderoniano la conservación de ese adminículo verbal del Generalísimo de las Españas.
Nota. – Pablo Iglesias, que se reclama «socialdemócrata» -también dijo que Marx era «socialdemócrata» con una desfachatez y cinismo de quien tiene la cara y el rostro y la jeta de cemento-, prefiere hablar -y no parar siempre que la ocasión la pinten calva- de «patria», «mi patria», «nuestra patria», etc., pensando, obviamente en Catalunya.
Como los socialdemócratas alemanes votando en el Bundestag los créditos de guerra en la I Guerra Mundial para defender la «patria alemana».
Joder, qué tropa.
Buenas tardes.