En diciembre de 2008, Falciani -una especie de «Robin Hood» para la prensa más amarillista- se hizo con los datos de 120.000 clientes de la entidad y los puso en manos de la justicia y las autoridades fiscales francesas y otros países, entre ellos España (que recuperó unos 300 millones de euros ocultos a Hacienda) donde fue detenido en 2012.
El tribunal español -seguimos a El País- rechaza la extradición por estimar que el delito de «espionaje financiero agravado» por el que le reclama Suiza no está tipificado en el Código Penal español, por lo que no existe, o no se da, el requisito de la doble incriminación, que se dice, o sea, que lo que en Suiza se contempla penalmente, en España no, otrosí, lo mismo que argumenta la magistratura belga para denegar la extradición del músico de rap Valtonyc o, antes, a Puigdemont (y también los tribunales alemanes) por delitos de «rebelión», que ya es echarle imaginación a la cosa a quienes, para mayor hilaridad, llaman «golpistas» (el fascista Aznar el otro día en el Congreso).
No, no es lo mismo, pero casi, pues el terreno jurídico-político es homogéneo, pero sucede que así como se rasgan las vestiduras los guardianes de las esencias patrias españolas ante la afrenta nada menos que europea frente a la soberanísima judicatura española y sus justísimas y ecuánimes sentencias, hacen lo mismo, o similar, o análogo, en el caso Falciani siguiendo, por cierto, las tesis de la Fiscalía española (por ser ya cosa juzgada en 2013).
Y conste que así como nos alegramos del dictamen jurídico belga, estamos por darle la razón a los chapuceros juristas de pacotilla españoles (y sus euroórdenes) en el caso Falciani, que así de sui generis, típica, castiza y paradójica es la «democracia» española de tres centavos sin sentido del ridículo y acostumbrada al ordeno y mando.
Buenos días.