El gobierno de Biden está mucho más preocupado por la corrupción que rodea a Zelensky de lo que admite públicamente. El plan a largo plazo es acabar con ella para poder controlar el Estado ucraniano, según un documento de la Casa Blanca (*) al que se suma otro confidencial que Político ha filtrado.
Ambos documentos describen las numerosas medidas adoptadas por Washington para erradicar la malversación de fondos en Kiev y reformar una serie de instituciones. El derroche es tan amplio que Estados Unidos ha creado una aplicación informática, llamada Sealr, para rastrear el recorrrido de la ayuda estadounidense desde que entra en Ucrania.
Si la malversación no se contiene, podría llevar a los aliados de la OTAN a dejar a Ucrania a merced de Rusia.
La filtración revela que el gobierno de Biden está inmerso en una contradicción. Quiere poner fin a la corrupción en Ucrania pero, al mismo tiempo, no puede hablar mucho sobre ello porque la oposición al envío de ayuda crece al mismo ritmo, tanto dentro como fuera de Estados Unidos, o sea, en Europa.
Lo que sucede en realidad es que la corrupción ucraniana llega con la ayuda misma: el dinero está condicionado a “hacer de Ucrania un lugar más atractivo para la inversión privada”.
También está condicionada a lograr que el ejército ucraniano adopte los estándares de la OTAN. Los documentos muestran, por ejemplo, la exigencia de que el Ministerio de Defensa de Ucrania “establezca un cuerpo de oficiales subalternos y suboficiales profesionalizados con la doctrina y los principios estándar de la OTAN”.
Incluso los documentos de defensa ucranianos deberían “reflejar la terminología de la OTAN”.
Uno de los objetivos es crear un “plan de resistencia a nivel nacional”, es decir, promover el terrorismo si Rusia conquistara más territorio ucraniano.
Estados Unidos también pretende que Ucrania produzca su propio equipamiento militar mediante la creación de una “industria de defensa nacional capaz de satisfacer sus necesidades básicas”, así como un entorno que estimule las nuevas empresas de tecnología de la información de defensa.
El gobierno ucraniano debe regular la economía de una manera diferente, especialmente en los sectores energético y minero. “La desoligarquización, en particular de los sectores energético y minero, es un principio fundamental para reconstruir una Ucrania mejor”, exponen los documentos. El objetivo es “descentralizar el control del sector energético”.
La administración local también debe ser reformada, lo mismo que las “oficinas de recursos humanos”. Estados Unidos está ayudando al Tribunal de Cuentas ucraniano a mejorar las auditorías para que puedan mantenerse al día con el apoyo presupuestario directo de Estados Unidos.
Sectores económicos completos, como el sanitario, la ciberguerra y la “lucha contra la desinformación”, son fundamentales para homologar a Ucrania con el resto de satélites de la OTAN.
El sistema financiero de Ucrania debe “aumentar los préstamos para fomentar la expansión empresarial” y reducir el papel del Estado en el sector bancario. También insiste en apoyar las iniciativas antimonopolio destinadas a aumentar la recaudación fiscal.
Uno de los pasos previstos es que “Alfa Bank vuelva de forma transparente a la propiedad privada”. Se refiere a Sense Bank, que anteriormente era propiedad de Rusia pero fue nacionalizada por el gobierno de Kiev.
Ucrania no sólo debe homologarse a los países occidentales, sino que debe desarrollar vínculos especiales con Estados Unidos. Eso sucederá, en particular, gracias al idioma inglés. Estados Unidos va a brindar asistencia técnica y de otro tipo al Ministerio de Educación de Ucrania para mejorar la enseñanza del inglés, porque puede ayudar a que los ucranianos “se liberen de la ocupación rusa”.
Estados Unidos está ayudando a Ucrania a procesar los crímenes de guerra dentro de su sistema judicial. Para ello ha seleccionado a más de 2.000 nuevos jueces y va a eliminar más de 9.000 denuncias contra la prevaricación, el cohecho, la concusión y el soborno a los jueces ucranianos, que se habían convertido en una rutina.
La estrategia exige “reconstruir la presencia diplomática estadounidense en Ucrania”, expandiéndola más allá de Kiev a ciudades como Lviv, Odessa, Kharkiv y Dnipro, porque la invasión rusa puso a la embajada “en modo de crisis”, con drásaticos recortes de personal.
(*) https://www.state.gov/wp-content/uploads/2023/09/ICS_EUR_Ukraine_29AUG2023_PUBLIC.pdf