El jefe del mando norteamericano en el Pacífico, almirante Harry Harris, ha pronunciado en Nueva Delhi un discurso provocador, en el que ha expuesto las “nuevas etapas” de la agenda estratégica que Washington reserva para la India. Afirmando estar “un poco maravillado… por las oportunidades” ofrecidas “por una asociación estratégica con India”, Harris dijo que preveía que las flotas india y norteamericana patrullarían conjuntamente en los océanos Indico y Pacífico, en un “futuro muy próximo”.
Exhortó a la India a entablar un “diálogo” a cuatro bandas sobre la seguridad, con Estados Unidos y sus aliados militares más próximos en la región, Japón y Australia. Posteriormente, Harris propuso que el ejercicio naval trilateral anual indo-norteamericano-japonés establecido recientemente tuviera lugar a lo largo de las costas norte y este de las Filipinas, en el borde del mar de la China meridional, región disputada, en donde Estados Unidos anima a sus aliados a hacer valer sus reivindicaciones territoriales contra China.
En resumen, Harris ha exhortado a India a convertirse en un “Estado de primera línea” en la campaña de los Estados Unidos para aislar estratégicamente, rodear y desencadenar una guerra contra China.
Los estrategas imperialistas presentan a la India como un “dividendo estratégico”. Los esfuerzos para reclutar a India en el programa depredador mundial del imperialismo norteamericano mediante una mezcla de amenazas y de incitaciones envenenadas se han visto considerablemente reforzados desde el anuncio por parte del gobierno de Obama en 2011 de su campaña anti-china.
El Pentágono codicia a la India por múltiples motivos. Es la segunda “economía emergente” mayor del mundo. Dispone de un enorme ejército, dotado de armas nucleares y una flota de alta mar en rápida expansión. Desde el punto de vista geoestratégico, domina el subcontinente indio, proporcionando una potencial base de operaciones para proyectar el poder imperialista en una gran parte de Eurasia, incluyendo la vecina China, el Medio Oriente y un Asia central ricos en energía.
Además, India penetra en el Océano Índico, ofreciendo fácil acceso a toda la mitad norte del mismo, el cual, como ha destacado un reciente estudio patrocinado por el Naval War College estadeounidense, ha “remplazado al Atlántico Norte como arteria central del comercio mundial”.
Los estrategas del imperialismo consideran el dominio del Océano Índico algo esencial para su hegemonía mundial. En primer lugar porque está en el núcleo de los planes estadounidenses para imponer un bloqueo económico de China mediante “cuellos de botella” marítimos estratégicos en caso de guerra o de crisis bélica. Pero también porque el Océano Índico es lugar de tránsito clave para las operaciones militares estadounidenses en Medio Oriente y en África oriental.
Con sus ambiciones de gran potencia, la burguesía india ha basculado cada vez más decididamente del lado de Washington, a pesar de la emergencia de Estados Unidos como potencia incendiaria que batalla guerras ilegales y viola cuando le parece la soberanía nacional. El gobierno, dirigido por el Partido del Congreso que ha gobernado India desde 2004 a 2014, ha llevado a término una “asociación estratégica global” con Washington, contribuyendo a legitimar sus esfuerzos para aislar e intimidar a Irán, y desarrollar rápidamente los lazos entre el ejército indio y el Pentágono, mediante la compra de armas entre otros medios.
En los 22 meses en que Narendra Modi y su partido supremacista hindú, el Bharatiya Janata Party (BJP), constituyeron el gobierno de la India, Nueva Delhi se ha integrado de forma cada vez mayor en la ofensiva estratégica de Washington contra China.
Al igual que Washington, ha calificado a China de agresor en el mar de la China meridional, aun siendo los Estados Unidos quienes, en nombre de la “libertad de navegación”, se arrogan el derecho de patrullar a lo largo de las costas chinas, instalando una fuerza naval capaz de apoderarse rápidamente del estrecho de Malaca y de otros pasos estratégicos.
Ha aumentado la cooperación de seguridad y militar bilateral y trilateral, mediante maniobras militares y la planificación estratégica con Estados Unidos, Japón y Australia.
Ha colaborado a través del Asia meridional en la lucha contra la influencia china, incluyendo la operación de cambio de régimen de enero de 2015 en Sri Lanka, remplazando a Mahinda Rajapaksa por un presidente dispuesto a cortar los lazos de Colombo con Pequín y lanzando un “diálogo” de seguridad con Washington.
El discurso de Harris en Nueva Delhi tenía por fin incrementar las sospechas y exacerbar las tensiones en India y China, para atar mejor a Nueva Delhi a la agenda estratégica de los Estados Unidos, parte de una incesante campaña para obligar a China a renunciar a toda contestación de la hegemonía mundial norteamericana.
Antes de la pasada semana, Harris ordenó a un grupo portaviones de ataque penetrar en el Mar de China meridional.
Esta semana, Estados Unidos y Corea del Sur iniciaron las mayores maniobras militares de guerra en la península coreana, y lo hicieron según un nuevo plan operativo que prevé ataques preventivos a Corea del norte y su invasión hasta la frontera china.
Dos días ha necesitado el ministro indio de Defensa, Manohar Parrikar, para responder al discurso de Harris, lo que indica que el gobierno del BJP se ha visto sorprendido por la presentación pública del almirante de las exigencias de Washington hacia India. Parrikar ha rechazado la sugerencia de que India iba a organizar patrullas navales conjuntas con Estados Unidos, pero dejando una puerta abierta a tal posibilidad en el futuro.
El BJP ha anulado ya la decisión tomada por el anterior gobierno, y apoyada por el sistema militar y de seguridad indio, de rechazar tres acuerdos estimados “fundamentales” para el Pentágono de actuación conjunta de los ejércitos extranjeros. Fueron rechazados basándose en que suponían una amenaza a la soberanía y la seguridad de la India.
Según algunos artículos de prensa, el Secretario norteamericano de Defensa, Ashton Carter, que se desplazará a India en los próximos meses, firmará al menos uno de estos acuerdos sobre Apoyo Logístico, que da al ejército norteamericano un acceso sistemático a los puertos y bases navales indias, incluyendo suministros. La importancia de este acuerdo se ve subrayada por el comentario de un alto funcionario indio, que declaró el pasado diciembre que el único inconveniente de esto era “que sucedería en caso de guerra”.
La naciente alianza estratégico-militar entre el imperialismo norteamericano y la burguesía india constituye una enorme amenaza para las masas de Asia del sur y del mundo. Washington se apoya en Nueva Delhi para continuar la colisión con una China que posee armas nucleares, una política que, deliberadamente o por un error de cálculo, amenaza con encender una guerra mundial.
La burguesía india, por su parte, emplea el poder diplomático, militar y geopolítico creciente que obtiene de su papel de socio menor de Washington, a fin de seguir su antiguo objetivo de imponerse como una potencia hegemónica regional en Asia meridional. Dirigida por el BJP, India afirma sus intereses de forma agresiva frente a todos sus vecinos, como la construcción de nuevas instalaciones militares a lo largo de la frontera en disputa con Pakistán. Los mandos del ejército en la región de Cachemira han recibido las órdenes de ser más agresivos. El pasado año se produjeron en la frontera entre India y Pakistán, rival que también posee armas nucleares, los peores enfrentamientos en más de una década.
Pakistán ha advertido repetidamente que el abrazo estratégico norteamericano a la India había perturbado el equilibrio de fuerzas en Asia meridional, alimentando una carrera de armamentos, advertencias que Estados Unidos ha ignorado. Las advertencias se han hecho más intensas desde hace un año, con motivo del refuerzo de la alianza indo-americana y de los esfuerzos de Modi para intimidar a Pakistán. En el aspecto militar, Pakistán ha reaccionado anunciando el despliegue de armas nucleares tácticas, y en el aspecto político buscando una relación más estrecha con China.
Conscientes de que Estados Unidos tiene intención de reclutar a India contra China, Pekín ha buscado evitar desde hace mucho tiempo criticar a la India, intentando asociarse en sus iniciativas de transporte marítimo y terrestre en Eurasia. Pero ante el hecho de que Modi integra a India en la maniobra anti-China de Washington, Pekín se reorienta situando a Pakistán en el centro de sus planes para escapar a la estrategia de estrangulamiento de Estados Unidos. Han anunciado que invertirán 46.000 millones de dólares en un corredor económico pakistaní, que une el oeste de China con el puerto pakistaní de Gwadar, en el mar de Arabia.
Estados Unidos, que ha utilizado a la élite y al ejército pakistaní en sus maquinaciones geopolíticas durante las seis últimas décadas, no está dispuesto a ceder Pakistán a China. El eje entre los militares del Pentágono y los de Pakistán es una fuente constante de desconfianza y de fricciones entre Nueva Delhi y Washington.
La ofensiva estratégica de Washington contra China, y su voluntad de hacer de India el pilar sudoeste del montaje anti-chino tiene, sin embargo, una lógica geopolítica incendiaria: el conflicto chino-americano y el conflicto geopolítico reaccionario entre India y Pakistán se entrelazan cada vez más, añadiendo a ambos una nueva dimensión, altamente explosiva.