Eritrea, un pequeño estado africano ubicado a orillas del Mar Rojo, es objeto de una creciente atención por parte de las grandes potencias imperialistas. En enero Michael Rubin pidió un golpe de Estado en lo que denominó la “Corea del norte de África”. El periódico israelí Haaretz la califica como un aliado iraní y una amenaza para Estados Unidos. El medio de comunicación israelí Ynet incluso acusó a Ansarollah de expandirse a Eritrea.
El pánico surge por el temor a un debilitamiento del control occidental sobre el Mar Rojo. En su día Eritrea fue un socio cercano de Israel, pero desde 2020 se ha acercado a China, Rusia e Irán. No es el único. Según informes, Sudán permite el acceso militar ruso e iraní a Puerto Sudán, mientras que Yibuti colabora con China. Por lo tanto, cualquier intento de desestabilizar Asmara podría repercutir en todo el Cuerno de África, amenazando la ya menguante influencia de Washington.
Desde su independencia en 1993, Eritrea ha mantenido relaciones tensas con Washington. La cooperación inicial —incluida la participación en la Iniciativa de los Estados de Primera Línea, encabezada por Estados Unidos, contra Sudán, a la que Asmara acusó de armar a la Yihad Islámica Eritrea— se debilitó tras el rechazo de la propuesta del presidente eritreo, Isaías Afwerki, de estrechar lazos.
En aquel momento, Estados Unidos, ya alineado con Yibuti y Yemen, no veía la necesidad estratégica de otro socio en el Mar Rojo y optó por apoyar a Etiopía, rival de Eritrea. Una breve guerra con Yemen en 1995 por las Islas Hanish desató acusaciones de apoyo israelí a Eritrea. Si bien los lazos con Tel Aviv se han fortalecido, los de Washington se han vuelto tensos. En 2005 Asmara expulsó a la Usaid en respuesta al creciente apoyo de Washington a Etiopía durante la llamada “Guerra contra el Terror” y su negativa a acatar el Acuerdo de Paz de Argel. No obstante, Eritrea siguió ofreciendo albergar una base estadounidense e incluso envió tropas a Irak.
Pero Estados Unidos, entonces firmemente arraigado en Yibuti, consideraba a Eritrea un recurso reemplazable. En 2009 el Consejo de Seguridad de la ONU impuso sanciones a Eritrea por su negativa a retirar sus tropas de Yibuti y su apoyo a Al Shabaab, aliado de Al Qaeda. Estas sanciones persistieron incluso después de que Eritrea pusiera fin al apoyo y se retirara. Aislada, Asmara recurrió a Teherán, apoyando el programa nuclear civil iraní y otorgando al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) acceso a Puerto Assab, un punto estratégico cerca de Yemen. Esto permitió a Irán vigilar los movimientos navales occidentales y proporcionar apoyo financiero a Eritrea.
Sin embargo, continuó jugando a bos barajas y cortejando discretamente a Israel. En 2012 Stratfor confirmó que Tel Aviv operaba instalaciones de vigilancia en Eritrea y que en 2016 se había añadido una segunda base para vigilar a Ansarallah. Sin embargo, la guerra de 2015 entre Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos en Yemen provocó que Eritrea rompiera lazos con Irán, alineándose con Emiratos Árabes Unidos contra el gobierno de la resistencia. Assab se ha convertido en un centro logístico, y Eritrea incluso ha desplegado 400 soldados, contribuyendo significativamente a los avances militares de Emiratos Árabes Unidos.
Ruptura con Occidente, acercamiento a Oriente
Las sanciones se levantaron en 2018, tras el acuerdo de paz entre Eritrea y Etiopía, pero la reconciliación con Occidente duró poco. En 2020 Asmara rechazó al nuevo embajador de Israel sin dar explicaciones. Ese mismo año, Trump incluyó a Eritrea en su “prohibición islámica” y Emiratos Árabes Unidos redujo su campaña militar abierta en Yemen, retirándose de Eritrea en 2021.
Mientras tanto, China intervino. El país asiático siempre fue partidario de la independencia de Eritrea y el comercio bilateral alcanzó máximos históricos. Eritrea comenzó a bascular hacia oriente. El cambio se aceleró con las continuas agresiones occidentales en la región. En 2021 Israel violó la soberanía de Eritrea al atacar un barco iraní en sus aguas territoriales. Washington reimpuso las sanciones, esta vez por el papel de Eritrea en la Guerra de Tigray. En 2022 Israel cerró su embajada en Asmara y el Parlamento aprobó una ley para expulsar a los migrantes eritreos que apoyaban a su gobierno. Mientras tanto, Israel y Etiopía mantuvieron conversaciones de alto nivel para profundizar sus vínculos.
En 2022 Eritrea fue uno de los cinco países que se opusieron a la resolución de la ONU condenando la invasión rusa de Ucrania. Lavrov visitó Asmara en enero de 2023 y en 2024 las fuerzas navales rusas atracaron en Massawa. El comercio bilateral con Moscú sigue siendo modesto, pero su crecimiento es sólido.
La presencia de China es mucho mayor. Representa un tercio de las importaciones eritreas y dos tercios de sus exportaciones, con importantes inversiones en minería e infraestructura. Un acuerdo de 2021 incluyó a Eritrea en la Ruta de la Seda; en 2022 ambos países se convirtieron en socios estratégicos.
El cambio más radical fue la renovación de los lazos entre Asmara y Teherán. Eritrea, que en su día desplegó tropas contra Ansarollah, ahora se niega a condenar el bloqueo del Mar Rojo por parte de los yemeníes. El año pasado el ministro de Asuntos Exteriores eritreo, Osman Saleh, asistió a la investidura del presidente iraní Massoud Pezeshkian. Cuando Tel Aviv asesinó al dirigente de Hamas, Ismail Haniyeh, en la ceremonia, Eritrea condenó el ataque.
Teherán va a suministrar drones y otra tecnología militar a Eritrea, que desde entonces ha incautado buques azerbaiyanos, vinculando sus acciones al eje más amplio de Irán. Si la Guardia Revolucionria iraní recupera el acceso a Assab, Irán podría apoyar a Ansarollah a ambas orillas del Mar Rojo y acelerar la transferencia de armas a los grupos de la resistencia palestina. Eritrea podría volver a convertirse en un trampolín regional, esta vez no para Abu Dabi, sino para el Eje de la Resistencia.
El Cuerno de África
Apoyar a Eritrea conlleva riesgos. Etiopía, con una población 40 veces mayor que la de Eritrea y una economía 80 veces mayor, también se está reorientando hacia Oriente. China es su principal socio comercial, mientras que Rusia e Irán están fortaleciendo su cooperación, especialmente en el sector de la seguridad. Los drones iraníes desempeñaron un papel clave en el aplastamiento de la rebelión de Tigray.
Con ambos países dentro de los Brics, un choque entre Eritrea y Etiopía pondría a China, Rusia e Irán en una posición difícil. Sin embargo, la influencia compartida también crea una oportunidad. A finales de 2018 Turquía negoció la paz entre Etiopía y Somalia; lo mismo podría suceder aquí. Actuar como mediador beneficia tanto a los intereses económicos como estratégicos de las potencias euroasiáticas. A medida que en Oriente Medio el Eje de la Resistencia comience a recuperarse de una serie de reveses, Washington perderá gradualmente el control sobre el Mar Rojo. Su base en Yibuti, antaño un símbolo de dominio, ha perdido su libertad operativa. Yibuti ha bloqueado los ataques aéreos estadounidenses contra Ansarollah y está tratando de desbancar a Emiratos Árabes Unidos de su posición dominante, mientras Sudán se inclina hacia Irán y Rusia.
Tras la negativa de Yibuti, Washington planteó la idea de reconocer la región de Somalilandia y establecer allí una base, una muestra de desesperación ante la disminución de sus opciones en el Mar Rojo.
El traslado de Eritrea de Tel Aviv a Teherán ha provocado una feroz reacción. Los llamamientos al golpe de Estado se han intensificado a medida que la influencia occidental disminuye. Rubin acusa a Eritrea de amenazar a antiguos aliados de Estados Unidos. Haaretz es más directo y describe a Eritrea como un aliado iraní y una “amenaza estratégica”.
Esta retórica allana el camino para la intervención militar. Rubin incluso compara a Afwerki con Saddam Hussein, anticipando las consecuencias de un golpe de Estado. En un país multiétnico, como Eritrea, se desataría el caos, como ocurrió en Somalia después de 1991. Peor aún para Washington, el resultado podría no ser favorable para ells. Tras la caída de Saddam, Irak se acercó a Irán.
Los precedentes históricos rara vez frenan el militarismo de Washington. Pero esta vez, hay más en juego. La alianza de Eritrea con China, Rusia e Irán amenaza con romper el control imperialista establecido en el Mar Rojo desde hace décadas. El regreso de Teherán a Assab podría cambiar decisivamente el equilibrio regional, fortaleciendo a Ansarollah y a las facciones de la resistencia palestina. Si Tel Aviv y Washington presionan demasiado, la reacción podría transformar Oriente Medio.
Aidan J. Simardone https://thecradle.co/articles/eritrea-breaks-wests-red-sea-chokehold-with-pivot-to-resistance-axis
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