El Zika es otra campaña con fines lucrativos de la industria farmacéutica, tiene también el objetivo de proteger al monopolio agroquímico, con Monsanto y sus filiales a la cabeza, de los devastadores efectos de sus productos, en este caso sobre los niños recién nacidos.
La OMS, el portavoz de estos monopolios, sigue el ejemplo del CDC (Center for Diseases Control, la institución estadounidense que se encarga de las epidemias) en la acusación sobre el virus del Zika y su principal vector, los mosquitos, en la aparente epidemia de microcefalia que afecta a los recién nacidos en Brasil, y por añadidura, algunos casos de la enfermedad de Guillain-Barré.
A pesar de que los indicios de la enfermedad se ciernen sobre el pesticida Pyriproxyfen (un inhibidor de crecimiento precisamente contra las larvas de los mosquitos y usado con abundancia en las regiones afectadas), la OMS acaba de darse algunas semanas para determinar si existe efectivamente un lazo de causalidad entre el Zika y estas dos enfermedades, estimando esta relación como algo “altamente probable”.
El problema tiene numerosos aspectos. En primer lugar, no parece haber una única definición de “microcefalia”, y las estimaciones de su número divergen según las fuentes, entre 400 y 9.000 en Brasil, y entre 800 y 25.000 en Estados Unidos. Por añadidura, el número de casos brasileños entre los que hay relación entre microcefalia manifestada e infección del Zika es de 17. Son pocos pero suficientes para que la OMS lance una nueva campaña en beneficio de la industria farmacéutica, que está ya prometiendo una vacuna anti-Zika de aquí a algunos meses y que va a recibir enormes sumas (Obama ha pedido al Congreso 1.800 millones de dólares para combatir el Zika.
El hilo que une todo esto es tan visible que incluso los medios clásicos empiezan a plantearse algunas cuestiones. Numerosos médicos e investigadores rechazan la relación causal entre Zika y microcefalia, contemplando la exposición a los pesticidas, cuya relación con la microcefalia está mucho mejor documentada. En primer término el Atrazine, ampliamente documentado durante la última Cash Investigation, que a una acusación de falsedad por parte de los medios seudocientíficos de siempre.
El virus Zika fue identificado en 1947 en el Bosque Zika de la selva de Uganda. Es un virus de propiedad privada. El mismo año de su descubrimiento fue patentado por la Fundación Rockefeller y ahora lo comercializan dos empresas: la norteamericana ATCC y la británica LGC que forman una asociación ATCC-LGC Partnership.
Hasta hace poco fue considerado como un virus benigno transmitido por mosquitos. Después de la infección el 80 por ciento de las personas no desarrollan ningún síntoma y en los casos extremos pueden tener un moderado dolor de cabeza, fiebre, dolor de huesos, el sarpullido.
¿En virtud de qué este virus ahora puede causar microcefalia? En el pasado tuvieron lugar epidemias masivas de Zika, cuyos efectos se limitaron a la gripe (a excepción de casos sospechosos de Guillain-Barré en la Polinesia en 2013). Podríamos también, conociendo los efectos de los pesticidas, ver si existe una correlación entre regiones afectadas por la microcefalia y el uso de pesticidas. Y es lo que parece suceder. Un estudio publicado el 3 de febrero por una asociación de médicos acusa de forma directa al pesticida Pyriproxyfen, producto usado intensamente en las zonas de producción pantanosas brasileñas, producido por Sumimoto Chemical, un socio japonés de Monsanto.
El circo de las plagas no se acaba nunca. Los fabricantes de productos que causan el problema (pesticidas) y los que se benefician del problema (farmacéuticas) van a recibir mucho dinero por poner a punto pesticidas que matan a los mosquitos portadores del Zika, y por crear vacunas para proteger a la gente de un virus que no tiene mucho que ver con el problema.