El mes pasado informamos de los sabotajes a los cables submarinos que unen los países del Mar Báltico, que han sido aireados por los medios de comunicación escandinavos para demostrar la “amenaza rusa”.
El miércoles se abrió otro capítulo del mismo culebrón cuando el petrolero Eagle S, que enarbola pabellón de las Islas Cook, fue abordado por la guardia costera finlandesa en aguas internacionales, lo cual es un acto de guerra o, al menos, de piratería.
Después remolcaron el buque hasta un puerto finlandés.
Las acusaciones son dos. La primera es que dañó deliberadamente el interconector Estlink, que une Finlandia con Estonia, al dejar el ancla arrastrada. La segunda es que forma parte de la “flota fantasma” con la que Rusia elude el embargo petrolero.
Hasta la fecha lo único que se sabe es que el barco es propiedad de la empresa Caravella LLCFZ, con sede en Emiratos Árabes Unidos y está operado por la empresa india Peninsular Maritim. Lo demás son conjeturas y filtraciones interesadas para consumo de los medios de comunicación occidentales.
Después de zarpar de San Petersburgo, el barco debía dirigirse a Port Said, Egipto. Actualmente, se encuentra inmovilizado en aguas territoriales finlandesas, frente a las costas de Porkkalaniemi, bajo la vigilancia del patrullero Turva.
Las mismas conjeturas se han vertido sobre el carguero chino Yi Peng 3, al que imputan los daños de los dos cables submarinos de telecomunicaciones en el Mar Báltico el mes pasado.
En junio un intoxicador proporcionó sesenta documentos confidenciales relacionados con el petrolero Eagle S a la revista británica Lloyd’s List, que se dedica a seguir el caso. Las filtraciones seguieron posteriormente para mantener la atención de los medios y los lectores, para acabar concluyendo que Rusia había reconvertido el petrolero en un buque espía, equipado con “dispositivos de transmisión y recepción”.
Dado que todos los barcos tienen “dispositivos de transmisión y recepción”, las filtraciones añaden que, en realidad, se trataba de “equipos de alta tecnología” y que el buque “consumía más energía de la que podía producir su generador, lo que provocaba repetidos cortes de energía”.
Entre esos equipos había “dispositivos de escucha y grabación”, así como “muchos ordenadores portátiles” con teclados en ruso y turco. “Los dispositivos de transmisión y recepción se utilizaron para registrar todas las frecuencias de radio y, una vez que llegaron a Rusia, se descargaron para su análisis”, dice la revista.
Por si no bastara, el Eagle S dejó caer “sensores” en el Canal de la Mancha y, además, había un tripulante que no era marino.
Lo que sabe es que el barco zarpó de San Petersburgo sin los equipos de espionaje, por lo que parece que se instalaron después, en alta mar. La revista afirma que también se instalaron dispositivos de escucha a bordo del Switsea Rider, otro petrolero de la “flota fantasma”, que enarbola la bandera de Honduras.
De momento la policía finlandesa ha registrado el buque a fondo, pero no ha trascendido nada. Más vale que aparezca pronto la demostración de que la “flota fantasma” no es más que otra fantasmada de Kaja Kallas, la sucesora de Borrell en la Comisión Europea.