El negociador japonés viaja de Tokio a Washington y siempre vuelve con las manos vacías

La guerra económica le puede costar cara a Japón, la cuarta economía más grande del mundo. Estados Unidos no cede. El negociador japonés viaja de de Tokio a Washington y siempre vuelve con las manos vacías.

Desde principios de abril Japón ha sido una de las víctimas predilectas de la subida de los aranceles estadounidenses del carbono y el acero al 25 por cien. El año pasado el automóvil representó alrededor del 28 por cien de las exportaciones de Japón a Estados Unidos.

En Tokio se han cansado de besarle el culo a Trump y también comienzan a presionar: o aranceles o deuda. El viernes el ministro de Finanzas japonés, Katsunobu Kato, al poner encima de la mesa los más de un billón de dólares en bonos del Tesoro estadounidense. Amenazan con utilizarlos como baza en la guerra económica.

Lo dijo en términos diplomáticos y con paciencia típicamente oriental, pero está muy claro: Japón ya no se contenta con ser un aliado financiero pasivo. Se está preparando para aprovechar su posición financiera para contrarrestar la creciente presión de Estados Unidos.

En Washington saben que no es un farol sino una señal en la correlación de fuerzas internacionales, que ha llegado a las divisas (como en 1945). En el fondo, se trata de que Japón reafirme su posición en un momento en que el dominio monetario de Estados Unidos se ve cada vez más cuestionado.

Hasta ahora Japón y China, lo mismo que los países del Golfo Pérsico, han reciclado sus superávits comerciales en bonos del Tesoro estadounidense para apuntalar el dólar, por diferentes motivos, que ahora ya no existen porque Estados Unidos ha acabado con ellos.

Ahora hasta la televisión habla de “guerra económica”, un orden económico militarizado donde los aranceles sólo son la guinda del pastel, junto al bloqueo económico, las sanciones, el control de los estrechos marítimos o la ruptura de las cadenas de suministros. Ya no se pueden justificar con el pretexto de la Guerra de Ucrania.

El dólar ya no es Gran Reserva ni un vino cosecha de 1945

El dólar quema en las manos. Hace unos días Warren Buffett dijo que Estados Unidos se enfrenta a fluctuaciones internacionales tan inciertas que necesita crear grandes cantidades de reservas en divisas distintas del dólar.

Desde 1945 el dólar nunca se ha visto tan cuestionado, sobre todo por los principales espadas del mundo, como Japón, que es el mayor tenedor extranjero de bonos del Tesoro del mundo.

Los mercados apestan a inestabilidad. El oro ha subido un 30 por cien en lo que va de año y está en alturas impensables hace muy pocos meses. La confianza en la neutralidad del dólar como medio de atesoramiento se debilita, lo que impulsa a más países a buscar otras formas de pago, como expusimos ayer.

Pero la deuda de Estados Unidos es una trampa. Si Japón vendiera grandes cantidades de bonos del Tesoro, dañaría su propia cartera y correría el riesgo de ser culpado por una crisis en el mercado mundial.

Al mismo tiempo, la economía japonesa sigue ligada a la arquitectura de defensa y a los flujos tecnológicos de Estados Unidos.

Los paralelos históricos son claros. Como ya expusimos, a mediados de los ochenta presionaron a Japón para que revaluara el yen y redujera su superávit comercial, lo que desencadenó décadas de estancamiento.

Con el cambio de siglo, China utilizó amenazas similares del Tesoro para contraatacar la política arancelaria estadounidense.

Hoy Japón está dando señales de que para ellos la era del dólar ha terminado. No puede dejarse presionar otra vez. Las reservas en bonos del Tesoro ya no son pasivas; son armas de guerra económica que se han vuelto contra el emisor.

El Banco de Japón no baja los tipos de interés

A pesar de la persistente inflación, el Banco de Japón no ha subido los tipos de interés, que están en el 0,5 por cien, porque las previsiones de crecimiento económico se han redicido a la mitad: del 1,1 al 0,5 por cien.

Con el fin de contrarrestar el retorno de la inflación en Japón en los últimos dos años y medio, en marzo el Banco Central subió sus tipos después de diez años de una política monetaria muy laxa, donde se habían mantenido prácticamente nulos. Los recogió dos veces el año pasado, y de nuevo en enero.

Los precios al consumidor en Japón (excluyendo los productos frescos) se aceleraron aún más, hasta el 3,2 por cien en marzo, con un récord de casi el 100 por cien de los precios del arroz.


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