Desde 2017 Japón era el mayor exportador mundial de automóviles. Ahora China acaba de ponerse a la cabeza.
El año pasado las empresas japonesas tuvieron muy buenas cifras de exportaciones, con 4,42 millones de vehículos (automóviles, camiones y autobuses) vendidos, un aumento del 16 por cien en comparación con el año anterior.
Pero las empresas chinas vendieron aún más, con 4,91 millones de vehículos exportados, un 57,9 por cien más respecto al último año.
Si Japon hubiera mantenido la primera posición, no hubiera ocurrido nada, pero las prensa económica habla de “preocupación” porque se trata de China. Algunos dicen que se trata de un “dumping” típico: el gobierno de Pekín subvenciona masivamente a los fabricantes para permitirles producir vehículos baratos y atacar el mercado mundial con precios sin competencia.
El “dumping”, añaden, no es sostenible a largo plazo. Las empresas chinas se verán obligadas a hacer lo mismo que Japón: diversificar y producir directamente en el extranjero.
Otros dan una explicación rocambolesca: las sanciones y la crisis internacional beneficia a las empresas chinas, que aprovechan las buenas relaciones entre Moscú y Pekín para inundar el mercado ruso. Desde el inicio de la guerra en Ucrania, el número de exportaciones de vehículos de China a Rusia se ha disparado.
No es algo tan sorprendente. China ya era la máxima potencia industrial en el sector del automóvil, pero su gigantesco mercado interno absorbía prácticamente la totalidad de su producción.
Por lo demás, las exportaciones chinas son tan “chinas”. En buena parte son fabricantes extranjeros que producen allí sus automóviles, como la estadounidense Tesla, que ha exportado desde China nada menos que 90.000 coches a otros mercados de todo el mundo, siendo la marca que más ha aumentado sus envíos entre todas las que fabrican en China.