El trompetista de jazz Domingo ‘Nick’ LaRocca |
Hoy el jazz es el estilo de música menos vendido en Estados Unidos, en un mercado discográfico deprimido, hasta el punto de que habría motivos para preguntarse sobre la efemérides. ¿A quién le importa todo esto?
Pues sí importa recordarlo, y mucho. Como tantas otras expresiones artísticas, el jazz es una creación del pueblo oprimido, explotado y humillado. Sí, ese mismo al que todos los señoritos desprecian por ignorante o embrutecido.
Como toda creación popular, el jazz fue luego robado; tan robado que quisieron que su origen no hubiera sido negro. Domingo “Nick” LaRocca, el trompetista e inspirador de la ODJB así lo pretendió: “Nuestra música es estrictamente blanca”, dijo en 1936 a la revista Tempo. “Los Negros aprendieron con los blancos esta música y sus ritmos… Los negros nunca antes habían tocado una música parecida”.
Nacido en 1889 en Nueva Orleans de padres inmigrantes sicilianos, LaRocca hizo lo que tantos a los que la realidad no les gusta: reinventó la historia del jazz a su manera. Afirmó que había aprendido jazz observando a músicos clásicos mientras era tramoyista en el Teatro de la Ópera. También dijo que adquirió experiencia con los discos de John Philip Sousa.
En fin, LaRocca no paseaba por las calles de Nueva Orleans, donde las bandas negras habían asimilado los ritmos negros del ragtime. Tenía la edad adecuada para haber visto a Buddy Bolden, el trompetista de Nueva Orleans que ahora es considerado como el primer músico de jazz.
Sin embargo, los que conocieron a LaRocca le desmienten. Era un asiduo de los conciertos de músicos negros locales, como el virtuoso trompetista King Oliver. El trombonista Preston Jackson, en particular, dijo que LaRocca “solía andar con la banda [de Oliver] para tomar ideas suyas”.
Tampoco faltaban músicos negros cuando hacia 1910 empezó a tocar con la Reliance Brass Band, dirigida por “Papa Jack” Laine, un baterista blanco que contrató a músicos negros, infringiendo las leyes Jim Crow.
Pero cuando en 1916 el quinteto de LaRocca y el baterista Johnny Stein fue de gira a Chicago, los músicos negros habían desaparecido. Tuvo un gran éxito bajo el nombre de Stein’s Dixie Jass Band y el término “dixie” es un argot local que designa un “ragtime” específico de Nueva Orleans.
La estrella de Broadway Al Jolson les recomendó al Reisenweber’s Café, en el corazón de Manhattan, donde volvieron a causar sensación. El Reisenweber’s colocó un letrero luminoso donde los anunciaba como los “Jazz Creators”.
La grabación del disco fue consecuecia de su fulminante éxito en Nueva York y “Dixieland Jass Band One Step” se ha convertido en un clásico con mchas versiones posteriores, mucho mejores que el original. Los temas grabados no son cosecha de innovadores sino de imitadores.
No obstante, hay que reconocer que, como no podía ser de otra forma, LaRocca y su ODJB, es decir, los blancos, llevaron el jazz a los mercados, a las tiendas, a los teatros y al “show business”. El jazz lo crearon los negros y lo comercializaron los blancos. Por sí misma la buena música no triunga; lo que triunfa es la industria.
En 1923 la ODJB canceló un contrato discográfico con Okeh Records cuando LaRocca descubrió que la discográfica los había catalogado como “música étnica”, es decir, grabaciones propias de artistas negros destinadas a un público negro.
En 1936 LaRocca declaró que el jazz era una música “estrictamente blanca”. Entre los documentos de LaRocca, conservados en el Hogan Jazz Archive de la Universidad de Tulane, hay muchas cartas mecanografiadas (y llenas de errores ortográficos) que escribió, especialmente en los años anteriores a su muerte en 1961, para reivindicarse como uno genio que no recibió el reconocimiento que merecía. Los críticos e historiadores, escribió al musicólogo Brian Rust, sólo eran “partidarios de la integración [racial] que querían mezclar a los blancos con la gente de color”, probablemente en nombre de los “comunistas rusos”.
LaRocca demandó a un miembro de su quinteto, “Yellow” Nuñez, el clarinetista, que había reivindicado la paternidad de la cara B “Livery Stable Blues”, acusándolo de robarle la pieza. Por una vez el juez resolvió acertadamente la disputa al no conceder los derechos a ninguno de ellos, asegurando que la canción siempre fue de dominio público.