La evolución del textil en las décadas de los 80 y 90 implicó una necesidad creciente de trabajos de manufactura. La estrategia del Grupo Inditex fue incentivar la constitución de industrias subcontratadas, talleres y cooperativas, bajo la promesa de que nunca les faltaría trabajo. Muchas mujeres trabajaban para Inditex, o alguna de sus subcontratas, en sus propias casas. Cuando fue necesario para el mayor crecimiento de la compañía, sus dirigentes impulsaron una red de cooperativas donde poder subcontratar una parte fundamental de la manufactura.
Estas cooperativas, formadas fundamentalmente por mujeres del medio rural, surgieron a iniciativa de Inditex y otras grandes empresas del textil gallego bajo la promesa de una demanda de producción continua. El crecimiento de este tipo de sociedades fue a la par con la facturación del holding. De 1990 a 1995, la facturación pasó de 44.000 millones de pesetas a 183.000. En 1991 había 139 cooperativas de confección en Galiza, en 1997 eran 253. Todas aquellas promesas se esfumaron con el proceso de deslocalización de la producción a partir del año 2005 desde Galiza a países como Marruecos, Bangladesh o Turquía.
En el informe “El sector textil y de la confección”, de 2005, María del Vallejo Fernández Sanz y Estefanía Rodríguez González achacan el crecimiento del sector textil a varias razones, entre otras a la “consolidación de un tejido productivo que suministra básicamente mano de obra para la fabricación de un volumen creciente de producción”. Y afirman que la estructura en Galiza “presenta dos realidades empresariales: un grupo mayoritario de pequeñas y medianas empresas y de cooperativas -que suponen un 90% aproximadamente- que trabajan sobre todo como subcontratas, configurando la base del modelo productivo sectorial, y un grupo reducido de grandes empresas, protagonistas del empuje del sector, tanto a nivel nacional como internacional”.
Las cooperativas surgen por la necesidad de empresas como Inditex de asegurar la producción con un sistema de trabajo flexible, subcontratado y externalizado, con el que implementar el sistema just-in-time en un momento de gran competitividad y de cambios profundos en el mercado producidos por una globalización galopante que abre el mercado español al producto extranjero y viceversa.
La economía sumergida gallega
En 1992, en plena expansión del modelo de la cooperativas de confección, un informe, encargado por la Asociación Textil de Galicia y elaborado por Kurt Salmon Associates, definía las características principales de las cooperativas gallegas. Entre otras señaló que eran cooperativas en las que no existía prácticamente mano de obra contratada, pequeñas, realizaban labores de manufactura y trabajaban para un único cliente y, de existir más, el principal concentraba más del 60% de la producción. A finales de los 90 ese modelo se expande: la carga de trabajo obliga a contratar personal, aunque con una gran eventualidad y un alto nivel de economía sumergida. Una gran parte del trabajo femenino se realiza en los propios hogares.
Las relaciones entre las empresas matrices y las cooperativas se establecen de forma individual y asimétrica, lo que les generaba una relación de dependencia que hacía muy difícil la negociación. El precio por prenda lo estipulaba la empresa y se pagaba por trabajo hecho.
Es evidente que, para que las mujeres del entorno rural, con poca experiencia en la puesta en marcha de empresas, impulsaran las cooperativas, necesitaron el apoyo de determinados o líderes locales. Estos “actuaron de intermediarios entre las empresas, particularmente Zara, la Administración y las trabajadoras”, según escribió la profesora Montserrat Villarino Pérez en un artículo de 2009.
Y la producción se fue al sur
Si bien a lo largo de los años noventa la tendencia fue de aumento del trabajo de manufactura, a partir de 2005 se inicia un fuerte proceso de deslocalización del trabajo subcontratado en el rural gallego. Las cifras hablan por sí solas. De las 253 cooperativas que había en el año 1997 se pasa a unas 60 en 2006. Las características que hacían atractiva a Galiza décadas atrás se trasladan a otras regiones mundiales por la mejora en el transporte, las comunicaciones y los bajos salarios. Los talleres y cooperativas son incapaces de ser competitivos contra los bajos salarios de países del Sur, por sus propias características y por las exigencias cada vez mayores de la compañía que sostenía a la mayoría de estas: Inditex.
El documental “Fíos fóra” (Illa Bufarda, 2015) se aproxima a la vida de las obreras gallegas de los talleres y cooperativas de confección desde los 80 hasta la época de la deslocalización. “Uno de los principales atrancos que encontramos en la elaboración del documental fue el miedo de las trabajadoras a hablar delante de cámara. Comprobamos que, aún hoy, a muchas mujeres les costaba admitir que trabajaban para Inditex. Proteger el anonimato fue fundamental para introducir entrevistas de personas que actualmente estuvieran en activo”, comenta Sabela Iglesias, una de las directoras. “El documental fue un encargo de la ONG Amarante-Setem, que quería abordar la problemática de la precariedad que crea el sector textil en otros países. Nosotras quisimos enfocarlo desde aquí, porque al empezar a investigar el papel de grandes empresas como Inditex, observamos que esa precariedad también se había dado aquí”, afirma Adriana P. Villanueva, otra de las directoras.
El documental aborda el proceso de creación y destrucción de los talleres y las cooperativas de confección y nos enseña uno de los pilares sobre los que se levantó la empresa creada por Amancio Ortega: la subcontratación. “Las trabajadoras de las cooperativas no estaban contratadas por Inditex directamente. Esto es clave. La subcontratación provocó que personas autónomas se embarcasen en inversiones para comprar maquinaria y otras cosas por la promesa de tener trabajo durante mucho tiempo. Inditex no era quien hacía ese tipo de inversiones, sino que las hacían microempresas dependientes que actuaban al dictado de lo que la empresa matriz les pedía”, continúa Iglesias. “Hay cosas tremendas que nos contaban algunas personas —dice Villanueva—, como que hoy en día existen cooperativas que subsisten solo para pagar cotizaciones para la jubilación, ya que no obtienen beneficios”.
Muchos talleres empezaron a cerrar sus puertas a partir de 2004, la relación de exclusividad con determinadas empresas les pasa factura. “Cada vez empiezan a exigirles más a las cooperativas, en el documental lo refleja bien una de las mujeres, expropietaria de una cooperativa. Se sentía entre la espada y la pared por el nivel de exigencia que se veía obligada a cumplir ante Inditex y lo que les exigía a sus trabajadoras”, termina Iglesias.
En Galiza sobrevive el mito: el empresario campechano, el hombre hecho a sí mismo, el triunfador en el país donde otros muchos han fracasado… Sin embargo, una de las razones del triunfo de su modelo fue el de contar con la ventaja de una mano de obra mayoritariamente femenina dispuesta a la subcontratación. La constelación de empresas subcontratadas que se extendieron por el rural gallego gracias en buena parte a la expansión del Grupo se redujo radicalmente una vez que le fue posible desplazarse a otros territorios en los que la población está dispuesta a trabajar por salarios más bajos. La deslocalización fue fácil, ya que la clave del modelo sigue siendo la misma: la subcontratación.
https://elsaltodiario.com/inditex/asi-tejio-imperio-amancio-ortega-inditex-mujeres-gallegas-precariedad-sin-derechos