También el 16 de julio de 1941 Hitler declaró sus deseos personales sobre la división de los territorios orientales que adquiría Alemania. La península de Crimea, junto con un gran hinterland al norte que hubiese abarcado gran parte del sur de Ucrania, sería «desalojada» de toda la población local y repoblada similar. Además, los estados bálticos, la «colonia del Volga» y el distrito de Bakú (como concesión militar) también anexados al Reich. Dentro del Reichskommissariat Moskowien existirían a su vez una serie de Generalkommissariat más pequeños. Se llegaron a nombrar a las personas encargadas de administrar estos territorios. El terrible Odilo Globocnik, jefe de la SS de Lublin (Polonia) dirigiría el Generalkommissariat de Sverdlovsk.
A Wolf-Heinrich Graf von Helldorf, General de la SS, jefe de policía de Berlín que se hizo rico extorsionando judíos a mediados de los años 30, se le encargó la tarea de esclavizar y expoliar a los habitantes de la región de Yaroslavl.
Los nazis habían asumido que la Unión Soviética no sería totalmente derrotada por medios militares, incluso conquistando la capital y sus principales ciudades, por lo que se pensó crear una “frontera” en la bautizada como «línea A-A» (Arkanguelsk y Astraсán). De alcanzar las divisiones de Hitler estas posiciones, significaría que el país más grande del mundo perdía un 86% de sus recursos petrolíferos. Los tanquistas alemanes podían parar sus vehículos y salir a fumarse un cigarrillo. Para acabar con la capacidad de producción de la URSS, se iniciaría entonces una campaña estratégica de bombardeos con aviones diseñados para ellos.
El 20 de abril de 1943, día de su cumpleaños, Hitler mostró a su arquitecto Albert Speer un diseño que había dibujado personalmente para la construcción de un búnker con capacidad para seis personas, equipado con ametralladoras, cañones anti tanque y lanzallamas. El dictador comentó que debían construirse centenares de fuertes similares a lo largo de la nueva frontera con los restos de Rusia.
Cuando los alemanes avanzaban en la Operación Tifón hacia Moscú, Hitler decidió que Moscú, Leningrado (actual San Petersburgo) y Kiev serían arrasadas, y sus cuatro millones de habitantes, exterminados para impedir la creación de focos de resistencia. La ciudad de Moscú sería sumergida abriendo las esclusas del canal Moscú-Volga. ¿Pensaba Hitler hacerlo sin evacuar la población antes? Muy probablemente.
Durante el avance a Moscú, el conocido como “el hombre más peligroso de Europa”, el especialista en operaciones especiales que liberaría en 1943 a Mussolini de su detención en el Gran Sasso, Otto Skorzeny, tenía asignada la tarea de capturar estas estructuras y dinamitarlas.
En una conversación mantenida el 2 de noviembre de 1942 con el Ministro Danés de Exteriores Scavenius, el canciller Ribbentrop le comentó que los alemanes creían que la Rusia asiática superviviente a la conquista de la parte europea de la URSS, acabaría convertida en una serie de “inofensivas repúblicas campesinas”. El futuro de los territorios conquistados era el de ser colonizado por colonos alemanes o por minorías raciales locales. Por otro lado, Hitler ordenó que no se permitiese, incluso a sus sucesores en el futuro, la existencia de ningún estado ruso al este de la línea A-A. El 16 de septiembre de 1941, Hitler había mencionado a Otto Abetz, embajador alemán en París, que todo el territorio al este de los Urales sería, estableciendo un paralelismo con el Imperio Británico, “la India de Alemania”.
Afortunadamente, nada de esto ocurrió. La maquinaria de guerra de Hitler fracasó en su lucha contra los eslavos a los que tanto despreciaba, tratándolos de “subhumanos”. La victoria del Ejército Rojo frenó los megalómanos planes expansionistas del líder nazi, que parecían no conocer límites.
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