El gobierno francés prohíbe una manifestación por primera vez desde hace decenios

Esta mañana el gobierno francés ha prohibido una manifestación contra la reforma laboral, un hecho inédito que no se producía desde hacía más de medio siglo.

La decisión la ha tomado el prefecto después de que siete sindicatos rechazaran limitar la protesta a una concentración que la policía podría controlar más fácilmente.

En un comunicado, los dirigentes de los sindicatos FO y CGT, Jean Claude Mailly y Philippe Martinez, han reaccionado exigiendo ser recibidos inmediatamente por el ministro del interior Bernard Cazeneuve.

Las amenazas de la policía no han surtido ningún efecto. Ayer 130.000 personas firmaron un manifiesto afirmando que no respetarán la prohibición de manifestarse impuesta por el prefecto.

La prohibición de una manifestación en Francia es un hecho sin precedentes, según ha reconocido el diputado socialista Christian Paul, uno de los que más enérgicamente se oponen a la reforma laboral de su partido.

Hay que remontarse a 1958 para encontrar la vez anterior que se prohibió una manifestación convocada por los sindicatos.

Mailly, el dirigente de FO (Fuerza Obrera), ha afirmado a la radio RMC que su el gobierno prohibía la manifestación, habría que incluir a Francia en el pelotón de países a los que no se puede calificar de democráticos.

Los dirigentes sindicales ponen de manifesto una increíble escalada “autoritaria” por parte del gobierno de Manuel Valls para hacer frente a las multitudinarias protestas obreras que recorren las calles francesas desde el mes de febrero.

Son varios los medios que han hablado abiertamente de “guerra civil” para describir el clima de enfrentamientos y sabotajes cotidianos, que ya han causado un número elevado de heridos y decenas de detenidos.

El clima de “guerra civil” en Francia se desata en medio del estado de emergencia impuesto desde hace meses por los atentados yihadistas de París, que el gobierno socialista de Hollande y Valls ha venido prorrogando sin ningún fundamento.

La socialdemocracia vuelve a demostrar que no sólo es la fuerza de choque encargada de intensificar la explotación de la clase obrera, sino también de imponer el clima de terror que necesariamente los acompaña.

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