Desde octubre de 2020 el Sáhara Occidental se encuentra en guerra. En aquella fecha, un grupo de saharauis organizó una protesta permanente en el paso de Guerguerat, considerada desmilitarizada según los acuerdos de 1991. La protesta estaba motivada por el uso ilegal que Marruecos hacía de esta zona para el comercio con Mauritania y África Occidental, incluyendo el transporte de mercancías y, según denuncias saharauis, incluso narcotráfico.
La protesta, que inevitablemente iba a desencadenar la posterior intervención militar marroquí, era una apuesta del sector más descontento y frustrado de la población saharaui, y una indirecta señal de hartazgo para con los dirigentes del Frente Polisario, que no tuvieron reacción alguna frente al uso que Marruecos hacía desde 2017 de este paso fronterizo.
El Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro o Frente Polisario, es una organización armada que desde su fundación en 1973 hasta la actualidad ha dado múltiples bandazos ideológicos. De promover la guerra revolucionaria en sus orígenes a mantener actualmente una membresía limitada en la Internacional Socialista, compartiendo banco con la mayoría de partidos socialdemócratas del mundo, incluido el PSOE.
Tras la caída de la Unión Soviética y los acuerdos de paz auspiciados por la ONU en 1991, el Frente Polisario, como tantos otros movimientos revolucionarios en el mundo, viró hacia una posición política intermedia, acomodando la aspiración saharaui de la autodeterminación a la crisis mundial que vivían los pueblos en lucha, como el pueblo palestino, que llegó a un acuerdo similar en 1993, y que los dirigentes saharauis no veían con malos ojos.
Pero la importancia estratégica de Marruecos para los Estados Unidos y la Unión Europea, sumado a la posición acomodaticia del gobierno de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), tuvo un impacto muy grande sobre todo en las generaciones más jóvenes, que nacieron o se criaron con la esperanza de la celebración de un referéndum que nunca llegó, ni llegará, y viviendo bajo la bota de la opresión, los abusos y las desapariciones de la monarquía medieval de Hassan II primero, y Mohamed VI en la actualidad.
De hecho, la reanudación de la guerra (que ahora parece haberse calmado) es la consecuencia de una protesta promovida por una generación de jóvenes saharauis, criada en campamentos de refugiados, que exigía acciones más contundentes ante la ineficacia de la vía diplomática. Si bien el reinicio de la movilización militar ha supuesto una revitalización de su lucha, persiste la intención de los dirigentes del Polisario de «echar agua al vino».
La filtración masiva de documentos realizada por el hacker Chris Coleman (alias «Le Makhzen» o «Snowden marroquí») entre 2014 y 2017 expuso estrategias secretas de Marruecos relacionadas con el conflicto del Sáhara Occidental que si bien pusieron al desnudo el despliegue internacional marroquí para legitimar su soberanía, sin embargo apenas tuvieron impacto en la linea ideológica y la política de alianzas del lado saharaui.
Los documentos confirmaron campañas sistemáticas para vincular al Frente Polisario con el yihadismo, utilizando medios internacionales y redes de lobby; se evidenció el uso de fondos públicos para comprar apoyos, incluyendo a exembajadores estadounidenses, así como políticos y periodistas españoles, muchos de ellos vinculados al PSOE y al Grupo Prisa. También se filtró información sobre cooperación militar entre Estados Unidos y Marruecos, incluyendo entrenamiento y equipamiento, vinculada a la ocupación del Sáhara.
En síntesis, se reflejó el total descaro de la monarquía alauita en la defensa del llamado «Sáhara marroquí». Pero la reacción ante esto del lado Polisario fue claramente tibia. El gobierno de la RASD, desde 1991, ha mantenido siempre la distancia con el «eje del mal» en el mundo. Pretende formar parte de la «izquierda responsable» y con ese fin se puede observar como periódicamente se distancia de cualquier alineamiento internacional que pueda comprometer su posición ideológica socialdemócrata, aunque esto suponga unos años más de cárcel para sus militantes, unos cuantos desaparecidos más o unos cuantos ciudadanos saharauis que deben huir del país.
Uno de los medios en castellano más evidentes en esta postura es El Confidencial Saharaui, el cuál responde a la política exterior de la RASD en el espacio castellanoparlante. Su línea editorial rehusa que la causa saharaui se vincule con otros movimientos de liberación en África o en el mundo y, sobre todo, pretende que ésta no se salga nunca de los márgenes de Naciones Unidas, un organismo que tras 34 años desde el llamado Plan de Arreglo pactado entre ambas partes, ha demostrado no servir para nada.
Tras todo ello está el espejo de la extinta Organización para la Liberación de Palestina, que pasó de liderar una potente fuerza revolucionaria de trascendencia mundial, a ser un organismo corrompido y al servicio del Estado de Israel. Y lo cierto es que actualmente el Reino de Marruecos está muy cómodo con la posición del Frente Polisario, y el hartazgo de las nuevas generaciones comienza a aflorar, siendo el caso de Guerguerat el primer ejemplo contundente.
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