La única parcela de la vida de Einstein que han silenciado sus biógrafos, mayormente, es su actividad política. Era ese activismo, y no tanto los numerosos artículos y discursos políticos de Einstein, lo que la oficina de Hoover juzgaba peligroso. Mientras vivió prácticamente todas sus apariciones públicas (como una foto con el genial Chaplin), hasta cuando sacó la lengua a un fotógrafo, eran noticia. Pero desde que murió en 1955, mientras que su imagen se ha convertido en un icono, lo que en su tiempo fueron importantes crónicas de su enfrentamiento con los poderosos, se ha desvanecido. La iconización de Einstein lo ha reducido de una perspicaz crítica social a un extraordinario y absorto sabio con la cabeza (despeinada) en las nubes. Así se esteriliza la memoria con papillas biográficas.
El esfuerzo más intenso del FBI contra Einstein se produjo entre 1950 y 1955, en el momento culminante del histérico «pánico rojo» en Estados Unidos: «mi vida está dividida entre las ecuaciones y la política», dijo en varias ocasiones.
En 1895, con dieciseis años, Einstein renunció a la nacionalidad alemana y se trasladó a Suiza para no hacer el servicio militar obligatorio en los ejércitos del Káiser. Se nacionalizó suizo al acabar sus estudios. Fue en Suiza donde Einstein desarrolló parte de su obra más importante en física teórica sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento y el concepto de «éter», sustancia que entonces se creía que llenaba el espacio. En 1905 elaboró cuatro teorías relevantes, entre ellas la teoría especial de la relatividad con un apéndice en el que incluía la fórmula más veces citada: E=mc2. Volvió a Alemania -convencido por Max Planck- donde vivió la I Guerra Mundial que lo convirtió en antimilitarista e internacionalista. Al principio Einstein atribuía las guerras únicamente a la locura o la maldad humana pero pronto reparó en los factores económicos y sociopolíticos.
Einstein obtuvo el premio Nobel en 1921 (no se lo dieron antes por ser judío). Ya en periodo de entreguerras, a comienzos de 1932, Einstein pidió un boicot económico internacional a Japón para oponerse a la invasión de Manchuria. No para de alentar a los jóvenes a rechazar el servicio militar. Suya es la llamada «solución del 2%» frente a la guerra consistente en que, según sus cálculos, bastaría que el 2% de los jóvenes llamados a filas se negaran a combatir para que los gobiernos se vieran impotentes: no se atreverían a enviar a tanta gente a la cárcel. Durante su visita a los Estados Unidos en 1931 se incorporó al comité de Theodor Dreiser en defensa de los «chicos de Scottsboro», nueve afroamericanos falsamente acusados de violación y condenados a muerte.
El Departamento de Estado norteamericano, y esto es significativo, denegaba la admisión de cualquier refugiado que tuviera una ficha en la Gestapo (la viuda de Roosvelt, Eleanor Roosvelt, siempre sospechó que Hoover quería crear una Gestapo en EE.UU.). Si los nazis aseguraban que alguien tenía «tendencias comunistas», eso bastaba para proscribirlos en los USA. Lo que más agravó el conflicto de Einstein con la Administración Roosvelt fue su apoyo a los antifascistas en la guerra civil española, oponiéndose a la política de neutralidad del gobierno estadounidense. EE.UU. fue acusado de ser «neutral en favor de Franco».
Con la subida de Hitler al poder, Einstein repensó su pacifismo y defendió el uso de la fuerza militar contra él, sobre todo después del bombardeo de Guernica, la ciudad sagrada de los vascos: «al poder organizado solamente se le puede enfrentar otro poder organizado; por mucho que lo lamente, no hay otra vía», escribió. Urgió, junto con otros científicos, a Roosvelt a desarrollar una bomba nuclear antes que los alemanes, los nazis alemanes, fabricaran la suya. Mientras que el proyecto de Hitler fracasó, los científicos estadounidenses, británicos y canadienses consiguieron fabricar la primera bomba atómica.
En 1940 Einstein se hizo ciudadano americano, aunque nunca renunció a la nacionalidad suiza. Ese año fue apartado del «Proyecto Manhattan» para construir la bomba que él mismo había propuesto sin que nunca se le informara. Tuvo que conformarse con trabajar para la Oficina de Inteligencia Naval. Posiblemente, o con seguridad, no gustaran sus opiniones izquierdistas (donde Robert Oppenheimer, perteneciente al grupo, tenía una ficha del FBI de ¡7.000 páginas! hablando de su filocomunismo.) Ocurre que una vez que se tomó la decisión de fabricar una bomba atómica, la Administración Roosvelt reclutó los talentos necesarios para llevarlo a cabo… vinieran de donde vinieran. Cuando quedó claro a finales de 1944 que los nazis no iban a conseguir elaborar una bomba atómica, Washington comenzó a diseñar planes para utilizarla contra Japón, y no contra Alemania, varios de los científicos del Manhattan protestaron y algunos pensaron en abandonarlo. Sólo se fue uno. Einstein atribuyó el bombardeo atómico de Japón a la política exterior antisoviética de Truman (que sucedió a Roosvelt, fallecido). Japón se habría rendido al cabo de unos pocos meses aunque no se hubiera producido el ataque nuclear, pero había que exhibir músculo para hacer saber quién mandaba en el nuevo concierto internacional que se avecinaba.
Durante la II Guerra Mundial no se vigiló a Einstein de una manera directa;eso comenzó con el inicio de la «guerra fría» (cool war). Para el FBI, tan pronto como acabó la guerra, si no antes, todo lo que significara amistad con Rusia era antiamericano. El eje del «maccartismo» anterior a McCarthy fue el denominado «programa de lealtad» de Truman decretando el despido de los empleados del Gobierno sospechosos de «deslealtad». En el centro del macartismo no estaba el senador de Wisconsin, sino el FBI y el racista Hoover (contra judíos, negros e hispanos). Debería hablarse, con rigor, de «trumanismo».
Tras la derrota de los nazis, Einstein volvió a su pacifismo anterior (petición pública de clemencia para el matrimonio Julius y Ethel Rosenberg acusados de espiar para los soviéticos y pasarles secretos de la bomba atómica).
Einstein no era un comunista, pero tampoco un histérico y primario anticomunista, ni muchísimo menos.