En tiempos de paro, el yihadista, un marroquí de 26 años, está pluriempleado. Es árbitro de baloncesto, cocinero, jugador de airsoft, narcotraficante y… espía del CNI en los ratos libres.
Últimamente las “declaraciones” judiciales -por llamarlas de alguna manera- ya no se hacen como ordena la ley sino como ordenan las últimas tecnologías. Se hacen por videoconferencia y dentro de poco las acabarán haciendo por WhatsApp.
Fue la verbena típica en la Audiencia Nacional. Normalmente las declaraciones de verdad se realizan en los sótanos, pero hubo un “problema técnico” con la videoconferencia, por lo que tuvieron que subier a la biblioteca, en el primer piso.
Convirtieron al edificio en un fortín dentro de otro fortín. Con la tolerancia de la jueza, una decena de policías le estuvieron rodeando al detenido durante el tiempo que se prolongó el interrogatorio, cerca de dos horas.
Luego a Harrak lo sacaron con la cara cubierta por su capucha y lo metieron en los calabozos, hasta que la jueza lo envió a la cárcel de Palma de Mallorca, acusado de lo de siempre: de preparar un atentado en España, de tener planes, de proyectos… O sea, de nada.
El abogado que participó en el “show” contó luego a los periodistas que su defendido se declaró “inocente”, lo cual es extraño porque si no hay nada, no se puede ser inocente. Para ello es necesario que haya algo.
Harrak dijo que no está vinculado al Califato Islámico y, por el contrario, que sí está vinculado al CNI, añadiendo que se hacía pasar por terrorista para sacar información.
Es un ejemplo de cómo se fabrica un delito donde no lo hay, cómo se fabrica un terrorista donde no lo hay y el papel que juega el Estado en este espectáculo que acaba con un espía-yihadista en la cárcel.