El culebrón interno dentro de la Iglesia Ortodoxa llega a Turquía

Como decíamos ayer, al Patriarcado de la Iglesia Ortodoxa de Constantinopla se le ha ocurrido entrar en el juego que Estados Unidos se trae en Ucrania.

Tras orquestar en 2014 el golpe de Estado en Ucrania, el embajador Pyatt fue enviado a Grecia, lo cual merece una explicación sucinta: desde 1923 Turquía sólo reconoce a la Iglesia Ortodoxa no canónica, mientras que el Patriarcado de Constantinopla está principalmente vinculado a Grecia. Hay unos 9.000 fieles ortodoxos en Turquía frente a más de 3 millones en Grecia.

En otras palabras: es la religión la que sirve a la política, y no al revés. Por lo tanto, las batallas políticas multiplican las batallas teológicas dentro de la Iglesia Ortodoxa, lo mismo en Ucrania, que en Rusia, que en Turquía, que en Grecia.

El Patriarca de Constantinopla tiene poco, pues, de Constantinopla; ni siquiera de Estambul. El gobierno turco nunca ha podido admitir que 9.000 fieles ortodoxos dependan de una autoridad religiosa extranjera que, además, usurpa el nombre de Constantinopla. En consecuencia, el Estado crear su propia autoridad religiosa.

Cuando hace unos días el referido Patriarcado de Constantinopla toma partido a favor de Ucrania, la autoridad ortodoxa turca aprovecha para marcar distancias y ponerse en un primer plano con una ocurrencia feliz: presenta una demanda ante los tribunales contra el Patriarcado de Constantinopla.

De acuerdo con el Tratado de Lausana de 1923 y la legislación turca, el Patriarcado de Constantinopla no tiene poder para enviar exarcas al extranjero, ni para reconocer una Iglesia autocéfala, como la ucraniana, cuyo título es honorífico, no pudiendo prestar servicios religiosos a los griegos que viven en Turquía.

En términos políticos: el Patriarca de Constantinopla se puede convertir en un exiliado dentro de Constantinopla (Estambul), si es que le permiten quedarse en el país.

Ahora, si levantamos el telón un poco más lo que vemos es la larga mano de Rusia, que ya avisó de que utilizaría sus buenas relaciones diplomáticas con Turquía para atacar al Patriarcado, al que sólo le queda el apoyo de la OTAN, Estados Unidos y Grecia.

Es un tema apasionante para los historiadores: volvemos a los siglos XVI y XVII.

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