“Hay millones de jóvenes a los que les extraña que la principal promoción pública en vivienda haya sido una residencia de más de 700 millones de pesetas en la Zarzuela”, dijo Gaspar Llamazares, entonces líder de Izquierda Unida. “Parece como un mesón de carretera. Es una muestra de la incultura de la Casa Real, que debería asesorarse adecuadamente”, sentenció el arquitecto Ricardo Aroca. “¡Queremos un pisito como el del principito!”, gritaron en las calles los jóvenes condenados a no poder independizarse de sus padres.
Felipe, que por entonces estaba en la treintena y soltero, era el único con casa propia de los 10 herederos de las casas reales europeas, y quedó retratado como un niño pijo que quería vivir como un rey ya antes de serlo. No eran para menos detalles como los 110 metros reservados para el dormitorio principal, o la piscina de diseño de 180 metros de doble figura geométrica (un rectángulo de 15 metros de largo unido a un círculo de 10 metros de diámetro).
Visible por su altura desde la construcción principal de la Zarzuela (a un kilómetro de distancia), en sus cuatro plantas, el palacio reunía todo lo necesario para varias familias completas: once dormitorios, nueve baños, seis aseos, seis cuartos de servicio, tres salas de estar, una sala de espera, cuatro despachos, dos salas de audiencia, dos salas de consejo, un comedor, una terraza, tres offices, una cocina, cuatro vestidores, cuatro vestuarios, tres ascensores, una cava, una despensa, un muelle de carga, una buhardilla, dos salas de máquinas y 20 plazas de garaje (aunque los empleados deberían emplear un parking exterior). Siguiendo el patrón inglés de “arriba y abajo”, el servicio se situó en el sótano (900 metros cuadrados); los controles de seguridad y salas de audiencias, en la planta baja; la zona más íntima y familiar, en el primer piso. En la buhardilla, la zona más misteriosa de la casa: un loft de 600 metros cuadrados, bien iluminado por unas ventanas encastradas entre las tejas, para uso exclusivo y confidencial del principito, ahora rey. Nunca se informó de su función ni de su decoración: un gimnasio, una sauna, un calabozo sexual… Chi lo sa?
Hace casi 20 años que nos escandalizamos por este canto a la libertad, al derecho a la intimidad y a vivir como quisiera, del principito; pero el tiempo, el implacable, el que pasó… parece no haber dejado una huella demasiado triste. En España el poder aguanta los vendavales políticos resistiendo, aferrándose a la silla mientras espera a que los que vociferan se agoten en el intento, sencillamente… Y les funciona. Otra crisis superada. Siempre ganan. Gran parte de la nueva izquierda política, que sólo ve en Felipe a un hombre agradable y muy preparado, ya no se indigna con estas cosas de pijo, siempre que no se le pille robando ni se salga de madre en los límites de su papel de árbitro protector de los valores constitucionales. El casoplón y otras manías del rey pasan tan desapercibidas como su afición a la caza y su creciente lista de amigotes imputados. ¿Por qué será? ¿Ya no está mal visto ser un pijo?
Quizás pasa eso porque la "nueva izquierda política",está igual de mal asesorada que la monarquía, sobre todo en el tema inmobiliario.No es que ya no vean pijos,sino que ellos tambien lo son,pero supongo que la autora lo sabrá mejor que yo
El problema está en que esa nueva socialdemocrácia está disfrazada de revolucionarios en donde esconden su pijotería, no hay más que ver el nuevo casoplón y sus nuevos habitantes, el resto son contaminantes del sistema que atrae al resto de la sociedad que intenta copiar lo incopiable y acabando dandose el estrellaje en lo más duro, con lanzar mensajes alentadores al pueblo y que si se puede salir de los problemas los pijos siguen siendo más pijos bebedores del sistema que tanto aman a consta de los de siempre, que consiguen los pijos? apijotar más, ya vereis ahora con el mundial.