Incapaces de detener estas incursiones de las fuerzas aéreas de Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia, los norcoreanos apelaron a la URSS, que envió su nuevo caza, el MiG-15 que sería pilotado por veteranos de la Segunda Guerra Mundial.
El resultado no pudo ser más dramático. En la primera batalla aérea entre aviones soviéticos y estadounidenses sobre Corea, el 1 de noviembre de 1950, los soviéticos derribaron dos Mustangs, sin perder ninguno de sus MiG. “El dominio estadounidense del cielo coreano había llegado a su fin”, escribió el ex piloto de caza Serguei Kramarenko en su libro “Combate aéreo sobre el frente oriental y Corea”.
Sobre los cielos de Corea, los ases aéreos de la URSS se enfrentaron a sus oponentes occidentales en los primeros combates de caza de la era de los reactores. En batallas aéreas mortales sobre la península, los pilotos soviéticos derrotaron repetidamente a formaciones de combatientes enemigos mucho más grandes y convirtieron decenas de bombarderos en chatarra.
El MiG-15 fue un factor clave para establecer la superioridad soviética. El avión tenía un techo de acción más alto que los aviones occidentales, como el F-86 Saber, de modo que los pilotos soviéticos podían retirarse fácilmente escalando a más de 50.000 pies, sabiendo que el enemigo no podía seguirles.
En segundo lugar, el MiG tenía mucha mejor aceleración y velocidad: 1.005 km/h frente a los 972 km/h de sus oponentes. La velocidad de subida de 9.200 pies por minuto del MiG también era superior que los 7.200 pies por minuto de la mayoría de las versiones del F-86.
Un factor crítico en la guerra aérea fue la diferencia en el armamento. Los MiG estaban armados con cañones capaces de alcanzar un objetivo desde una distancia de 1.000 metros, mientras que las ametralladoras a bordo de los bombarderos B-29 estadounidenses tenían un alcance de 400 metros.
Kramarenko explica: “Entre los 400 y 1.000 metros nuestros aviones disparaban y destruían a los bombarderos mientras todavía estuvieran fuera del alcance de su fuego de ametralladora. Fue el mayor error de cálculo del mando estadounidense, un error de sus diseñadores y productores de aviones. Esencialmente, aquellos bombarderos enormes y caros estaban indefensos contra los cañones de nuestros MiG”.
Las balas explosivas del MiG-15 abrían un agujero de aproximadamente de un metro cuadrado en los aviones enemigos. Pocos de los aparatos enemigos impactados por aquellos proyectiles volaron de nuevo. Por otro lado, los MiG-15 con su blindaje más grueso podían aguantar muchos daños y a pesar de ello regresar a casa de forma segura.
El teniente general retirado Charles “Chick” Cleveland de la fuerza aérea contó a Air & Space Magazine: “Hay que recordar que el pequeño MiG-15 en Corea tuvo éxito haciendo lo que todos los Focke-Wulfs y Messerschmitts de la Segunda Guerra Mundial nunca pudieron hacer: barrer a la fuerza de los bombarderos de Estados Unidos de los cielos”.
La mayoría de los pilotos de combate soviéticos que participaron en la Guerra de Corea eran ases aéreos de la Segunda Guerra Mundial, que apenas había terminado seis años antes. También lo fueron muchos pilotos estadounidenses y británicos. Los pilotos de los tres países habían luchado contra la Luftwaffe alemana altamente entrenada, pero había una diferencia.
Las batallas aéreas que acompañaron al avance soviético hacia Berlín fueron despiadadas. La Fuerza Aérea Roja enfrentó a pilotos de la Luftwaffe cada vez más desesperados, inferiores en número pero aún mortales y que estaban dispuestos a darlo todo por defender al III Reich.
Los pilotos soviéticos, por lo tanto, tenían mucho mejor experiencia de combate que sus oponentes occidentales. Por ejemplo, la 324 División Internacional de Aviación enviada a Corea estaba dirigida por el coronel Iván Kozhedub, quien, con 62 victorias, fue el mayor as aliado de la Segunda Guerra Mundial.
Los soviéticos también tenían mejores tácticas de combate. Por ejemplo, grandes formaciones de MiG esperaban en vuelo a lo largo del lado chino de la frontera, esperando la llegada de los aparatos occidentales. Cuando estos aparecían, los aviones soviéticos se lanzaban en picado sobre ellos desde gran altura. En caso de problemas, lo soviéticos volvían a cruzar la frontera hacia China.
Los escuadrones soviéticos MiG-15 operaban en grandes grupos, pero la formación básica era un grupo de seis aviones, dividido en tres pares, cada uno compuesto por un dirigente y un avión de apoyo. El primer par de MiG-15 atacaba a los Sabres enemigos. El segundo par protegía al primero. El tercer par se mantenía arriba, apoyando a los otros dos cuando era necesario. Este par tenía más libertad y también podía atacar objetivos de oportunidad, como los Sabres solitarios que habían perdido a sus aviones de apoyo.
La participación de la URSS en la Guerra de Corea tuvo un efecto positivo en la moral de Corea del norte y China. Cuando los soviéticos comenzaron a entrenar a pilotos de caza chinos para volar el MiG-15, descubrieron que los aprendices estaban en mal estado físico y apenas podían bajarse del avión después de una salida. Esto se debía principalmente a su dieta: tres tazas de arroz y una taza de sopa de col al día. Después de varias semanas con una dieta basada en las normas soviéticas los aviadores chinos fueron capaces de soportar mejor los rigores del combate aéreo. Del mismo modo, los norcoreanos comenzaron a realizar proezas en el aire, derribando varios aviones estadounidenses.
Durante las batallas aéreas del 12 de abril de 1951 los norteamericanos perdieron 25 bombarderos estratégicos y alrededor de 100 aviadores. La jornada fue bautizada como “Día Negro” y la Fuerza Aérea Estadounidense declaró una semana de luto
Los estadounidenses afirmaron que derribaron 11 MiG ese día. “En realidad”, escribe Kramarenko, “todos nuestros cazas lograron volver a sus bases y sólo tres o cuatro MiGs tenían impactos de fuego de ametralladora. Los estadounidenses contaron a los aviones enemigos derribados basándose en las cámaras de ametralladora. Supongo que los pilotos norteamericanos me contaron hasta a mí como derribado, y no menos de dos o tres veces”.
La parte soviética tenía un sistema mejor para asegurarse del número de aviones enemigos derribados. Sus pilotos tenían que proporcionar tomas claras de cámara y contar con la confirmación de un grupo de búsqueda, que se suponía debía hacerse con los restos de cada avión enemigo derribado. Esto presentaba problemas. Muchos aviones norteamericanos que se habían retirado hacia el mar y caían al agua, lo que no se contaban como victorias soviéticas. A veces los aviones enemigos cayeron en lugares inaccesibles como bosques y desfiladeros y no fueron recuperados porque la partida búsqueda no pudo encontrarlos. Estos aviones derribados nunca fueron registrados como victorias. En realidad, los soviéticos estaban golpeando duro a las fuerzas aéreas imperialistas.
Según los documentos de personal del mes de septiembre de 1951, proporcionados por el 64 Cuerpo de Aviación de Combatientes de las Fuerzas Aéreas Soviéticas, los pilotos de las dos divisiones soviéticas habían derribado 92 aviones enemigos, mientras que sólo perdió cinco de sus propios aviones y dos pilotos. Sin embargo, según los registros americanos, en el mismo período sus pérdidas ascendieron a seis aviones. Pero según otra investigación posterior a la Guerra Fría realizada por académicos soviéticos y extranjeros, el número de pérdidas occidentales durante septiembre de 1951 fue de 21 aviones en combate contra los MiG. Además, otros ocho cazas adicionales resultaron tan gravemente dañados que tal vez nunca volaron de nuevo. Así, incluso tomando estas cifras extremadamente conservadoras, la relación de pérdidas entre las dos partes en las batallas de septiembre es de 4 a 1 a favor de los pilotos soviéticos.
Sin embargo, autores occidentales, historiadores y analistas se niegan a revisar los números de muertos de la USAF. Una controversia similar involucró a los australianos, quienes enviaron a su 77 Escuadrón de aparatos Gloster Meteor a Corea del sur. En un frío día de diciembre mientras realizaban una patrulla de combate, los soviéticos dirigidos por Kramarenko encontraron hasta 20 de estos aviones de fabricación británica. Cuando los MiG rompieron las formaciones de los Gloster, resultó ser un día negro para los australianos. En cuestión de segundos, había una docena de ellos ardiendo en el suelo. Hubo solo un superviviente que consiguió llegar sano y salvo a su base.
Los soviéticos vieron al fugitivo piloto australiano, que parecía resignado a su destino y decidieron no atacarle. “Me despertó compasión”, escribe Kramarenko. “El Gloster dejó de ser el enemigo y decidí dejarlo ir en paz. ¡Deja que vuelva a su aeródromo y cuente el destino del resto de sus camaradas que habían querido acabar con una ciudad coreana y cuyos aviones ardían en las laderas cerca de esta ciudad y de su estación de ferrocarril!”
Kramarenko añade: “Todavía no logro entender por qué los estadounidenses habían permitido a estos novatos luchar en aviones obsoletos sin cubrirlos con sus Sabres”.
Los soviéticos nunca encontraron más Glosters sobre los cielos de Corea. En realidad, los australianos fueron mantenidos fuera de peligro por los estadounidenses.