Los especuladores no pierden el tiempo y recomiendan comprar acciones de las empresas de suministros bélicos. El rearme es un gigantesco negocio. El lunes Seth Seifman, de banco JP Morgan, recomendó comprar acciones de Lockheed Martin, el fabricante de los cazas F-35 que utiliza Israel en sus criminales bombardeos. Fijó el precio más alto para las acciones.
JP Morgan posee 355 millones de dólares en acciones de Lockheed Martin, aproximadamente un tercio de las cuales las compró en el último trimestre del año pasado.
“El mundo es peligroso y, si bien esto no es una condición suficiente para que las acciones de defensa tengan un mejor rendimiento, es una fuente potencial de apoyo, especialmente cuando no cuentan con suficiente participación”, escribió.
El banco británico de de inversiones Liberum Capital también es optimista respecto al futuro de las acciones de las empresas de armamento. “En nuestro escenario base, donde Israel toma represalias pero de manera limitada para evitar que el conflicto se intensifique, esto podría conducir a una corrección del 5-10 por cien en el mercado de valores, así como a una nueva subida del dólar estadounidense”, escribió. “Los ganadores obvios en el corto plazo serán las acciones de petróleo y gas, así como las empresas de defensa”.
Como escribió el periodista financiero Jacob Wolisnky en una reseña reciente sobre la selección de acciones de defensa, “donde hay guerra, se puede ganar dinero”. Al menos un miembro del Congreso está de acuerdo. Ayer el congresista Kevin Hern reveló que el 29 de marzo compró acciones de Lockheed Martin.
Lockheed Martin jugó un papel importante en el bombardeo y la invasión de Gaza por parte de Israel, fabricando misiles Hellfire, suministrando aviones de transporte y cazas de combate F-16 y F-35. Lockheed Martin fabricó el misil que alcanzó a los periodistas el 9 de noviembre en Gaza.
Es pintoresco y está muy alejado del manoseado neoliberalismo: la industria de defensa y sus financieros afirman públicamente que no hacen más que cumplir las órdenes del gobierno de Estados Unidos. James Taiclet, director de Lockheed Martin, dijo una vez: “Depende de nosotros hacer lo que se nos ha pedido y simplemente estamos tratando de hacerlo de una manera más eficiente, y ese es nuestro papel”. Después de todo, fue el gobierno de Estados Unidos –no Lockheed Martin– quien salió en defensa de Israel e interceptó la mayoría de los misiles iraníes.
Las empresas armamentistas dan forma activamente a la política exterior de Estados Unidos a través de los grupos de presión y las contribuciones a las campañas electorales. A menudo la industria militar es la que crea demanda, presionando al gobierno de Estados Unidos y presionando para la venta de detgerminadas armas.
El año pasado Lockheed Martin gastó más de 14 millones de dólares en cabildeo en el Congreso. Las tres empresas que más presionaron sobre la versión de la Cámara de Representantes del proyecto de ley anual de política de defensa son RTX (anteriormente conocida como Raytheon), Lockheed Martin y General Dynamics. Durante el ciclo electoral de 2022, Lockheed Martin ha aportado casi 4 millones de dólares a candidatos políticos.
El caza de combate F-35 diseñado y fabricado por Lookheed Martin ahora le costará al Pentágono más de dos billones de dólares, pero el exorbitante precio no ha solucionado los problemas de mantenimiento que afectan al aparato.
En su informe del año pasado, Lockheed Martin escribió que “los cambios en las prioridades del gobierno de Estados Unidos, o los retrasos o reducciones en el gasto podrían tener un efecto material adverso en nuestro negocio”. Los votantes pueden temer que Estados Unidos se vea arrastrado a una guerra en Oriente Medio. Pero para las empresas de defensa y sus accionistas, el negocio va viento en popa.