De los daños colaterales en los Balcanes a los crímenes de guerra en Afganistán

Las guerras posmodernas se han llenado de eufemismos que muestran la mistificación del lenguaje mediático. Las guerras no quieren decir su nombre. Todos hablan de “confictos” y sus consecuencias se barnizan con otras sutilezas retóricas para no llenar los reportajes con términos gruesos, como masacres y similares.

Todo empezó cuando la OTAN acuñó la expresión “daños colaterales” durante la Guerra de los Balcanes. A pesar de lo que entonces se llamaron “bombas inteligentes”, no acertaban nunca en el blanco, cayendo en lugares tan inapropiados como la embajada de China en Belgrado, donde asesinaron a dos periodistas.

Luego venían las explicaciones de los portavoces y los gabinetes de imagen: “fue un error”, “nos equivocamos”, “no queríamos hacerlo”, “lo lamentamos”… Los medios convierten los horrores en errores.

En Afganistán ocurrió lo mismo y no fue ningún “error” porque todos los invasores, especialmente Estados Unidos, Australia y Reino Unido, cometieron los mismos “errores”. Por ejemplo, en el caso de Reino Unido su magnitud fue de tales dimensiones que las denunció un alto oficial de la Dirección de las Fuerzas Especiales.

Luego se creó la típica comisión de investigación que, para guardar su anonimato le referenció como N1466.

El denunciante trabajó en el Cuartel General de las Fuerzas Especiales británicas entre 2010 y 2011, entonces bajo el mando del general David Page. Era responsable de supervisar todas sus operaciones en el país y en el extranjero, en zonas de guerra. Su función incluía revisar todos los informes de las operaciones de las unidades.

Desde el principio el oficial sospechó del número desproporcionado de lo que en la jerga británica llaman “muertes enemigas en acción” (EKIA) por parte del SAS, en comparación con el número de armas recuperadas, lo que no tenía proporción con el resultado habitual de los enfrentamientos.

Empezó a dudar de la credibilidad de los informes que el SAS (1) redactaba después de cada misión, en particular porque los enfrentamientos indicaban que un gran número de afganos estaban siendo asesinados en lugar de capturados.

En noviembre de 2010 el presidente afgano Hamid Karzai presentó una denuncia por el asesinato de Mohammed Ibrahim, gobernador de la provincia de Helmand, durante una operación del SAS. Los miembros de la unidad dijeron que Ibrahim había colocado una granada detrás de una cortina mientras lo obligaban a punta de pistola a participar en el registro de su casa. Le dispararon a quemarropa antes de que pudiera detonar la granada, según dijeron los soldados en su informe.

En las noches del 7 y 9 de febrero de 2011 un escuadrón del SAS mató a 17 personas, incluidos dos niños, durante unos registros domiciliarios, recuperando sólo siete armas.

En otro registro, el 16 de febrero asesinaron a tiros a dos prisioneros afganos porque intentaron agarrar las armas que tenían escondidas detrás de una cortina y una mesa.

Tanto el denunciante N1466 como otros oficiales comenzaron a preocuparse por los crímenes de uno de los escuadrones del SAS porque consideraban que estaba “fuera de control”. El oficial consultó con al asesor jurídico de las fuerzas especiales británicas sobre la obligación de los comandantes de informar a la policía militar sobre posibles crímenes de guerra.

La respuesta que recibió fue clara: la acumulación de incidentes similares y las sospechas surgidas de los informes operativos requerían una investigación formal. Entonces N1466 redactó un informe al director de las fuerzas especiales sobre el comportamiento del SAS en Afganistán, destacando incidentes concretos que indicaban un patrón de ejecuciones ilegales y pidiendo una investigación exhaustiva para arrojar luz sobre esos crímenes de guerra.

El oficial le dijo a la policía militar que un “cáncer había infectado” a un escuadrón del SAS y que los crímenes eran tan graves que el regimiento entero necesitaba una “revisión completa”.

Como cabía esperar, las respuestas fueron evasivas y el informe acabó en la caja fuerte de Gwyn Jenkins, que entonces era coronel. Luego le ascendieron y llegó a ser el número uno del ejército británico, de manera que el año pasado la BBC titulaba: “Un general de alto rango guardó bajo llave las evidencias de las ejecuciones del SAS” (2).

Es mejor tener la boca cerrada, no saber nada y mirar para otro lado. Cuando nadie sabe nada es que todo va bien. El problema es cuando el denunciante se harta y decide hablar en público. Una década después de los crimenes el Sunday Times se hizo eco de la denuncia de N1466 y la BBC inició su propia investigación. Entonces se desató un amplio debate y el correspondiente escándalo.

En 2022 la BBC informó que una unidad del SAS había asesinado a 54 personas durante una misión de seis meses. “Eso implicó el asesinato deliberado de individuos […] y la posterior fabricación de pruebas para sugerir un homicidio legal en defensa propia”.

La bola de nieve echó a rodar. Algunas familias afganas acusaron a las fuerzas especiales británicas de llevar a cabo una “campaña de asesinatos” contra civiles y presentaron querellas ante los tribunales por decenas de asesinatos cometidos entre 2010 y 2013 en redadas y registros domiciliarios. Comenzó entonces una de las mayores investigaciones sobre la conducta del ejército británico en la historia reciente.

A los medios de comunicación no les quedó más remedio que hacerse eco de las denuncias. Las ONG humanitarias se rasgaron las vestiduras y en diciembre de 2022 la sangre llegó al Parlamento, aunque sólo en forma de preguntas.

Este tipo de polémicas se sacian -en parte- cuando finalmente el gobierno aprueba la correspondiente comisión de investigación que, después de varios años de arduas pesquisas, redacta un informe con la “verdad oficial”. No importa que las conclusiones sean incómodas. Para entonces ya nadie se acuerda de nada, ni le importa porque está entretenido con otro escándalo.

(1) El SAS (Special Air Service) es una unidad de las fuerzas especiales del ejército británico creada durante la Segunda Guerra Mundial, conocida por sus atrocidades, especialmente durante la guerra contra los independentistas irlandeses del IRA.
(2) https://www.bbc.com/news/uk-67418001

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