Durante una reunión anterior en la Casa Blanca, Trump, entonces en su primer mandato, recibió a Zelensky en una posición bastante desequilibrada. El recién elegido ucraniano, que buscaba reconocimiento en la escena internacional, se encontró frente a un presidente estadounidense reacio a ofrecer una solidaridad clara y multiplicando demandas encubiertas en asuntos internos en lugar de reafirmar su apoyo incondicional a Ucrania. Este momento marcó el inicio de una política compleja entre ambos países, donde los cálculos políticos parecían primar sobre las alianzas tradicionales.
Hoy, mientras la guerra en Ucrania continúa, ese recuerdo resuena en la decisión de Trump de apoyar públicamente una propuesta de Putin. El presidente estadounidense pidió la aceptación inmediata de la oferta rusa de conversaciones directas, contradiciendo la línea común planteada por los dirigentes europeos. Esta postura inesperada vuelve a trastornar el equilibrio diplomático establecido en los últimos meses.
Menos de 24 horas antes de esta declaración, Trump había mostrado una postura de coordinación con los europeos, apoyando la solicitud conjunta de un alto el fuego de treinta días antes de cualquier negociación. Este planteamiento fue expuesto por Francia, Alemania, Gran Bretaña, Polonia y Ucrania, unidos en torno a un objetivo: congelar temporalmente los combates para abrir la puerta al diálogo. El plan europeo se hizo añicos rápidamente cuando Trump cambió su tono y emitió un mensaje instando a Kiev a entablar inmediatamente un diálogo directo con Moscú.
Este giro diplomático ha socavado la estrategia de Macron y el canciller alemán Friedrich Merz, quienes volvían sonrientes de Kiev, rodeados de papelinas de coca en un convoy del tren en compañía del británico Keir Starmer.
Los europeos pretendían lograr un cese previo de las hostilidades para evitar que las conversaciones se conviertan en una simple maniobra táctica rusa. Por su parte, Zelensky indicó que está abierto a reunirse con Putin, pero sólo después de obtener un acuerdo de alto el fuego, condición que considera esencial para dar credibilidad a cualquier iniciativa diplomática.
Es un error creer que en esta guerra hay algo que negociar. Cualquier acuerdo que no sea una capitulación es un regalo por parte de Rusia y su única ventaja es acelerar el fin inevitable de las hostilidades.
Por lo demás, el empeño de los europeos por el cese de las hostilidades intenta empañar el ridículo del agotamiento de los arsenales, no sólo de los ucranianos, sino también de los europeos. La Guerra de Ucrania podría ser la primera que se acabe porque una de las partes se ha quedado sin munición.
La urgencia de Trump es diferente. Se pasa a la postura de Putin, una vez más, aunque eso signifique aislarse de sus “socios” de siempre porque ya no ayudan: se han convertido en un lastre. La posición de la Casa Blanca ahora mismo es acabar con la guerra a toda costa, cuanto antes mejor y le importa un bledo lo que propongan los europeos. A su vez, esa posición es consecuencia, entre otras cosas, de la misma situación: si Europa no puede enviar más armamento a Ucrania, a Estados Unidos le ocurre lo mismo: ni puede ni quiere.
Luego están las famosas “garantías de seguridad” que en los medios de intoxicación siempre hacen referencia a Ucrania: hay que ofrecer “garantías de seguridad” al gobierno de Kiev, no al de Moscú. Así se repite exactamente el planteamiento de los Acuerdos de Minsk, de los que los europeos se burlaron, lo cual costó la vida a 14.000 personas en el Donbas.
Las “garantías de seguridad” son las que exige Rusia y las va a obtener, por las buenas o por las malas. Lo demás es un intento de salvar la cara por parte de los europeos y sus marionetas de Kiev.
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