Corea del norte había desaparecido de la lista en 2008 y Cuba en 2015, ya que impuso esa condicion para la reanudación de las relaciones diplomáticas entre ambos países.
Son decisiones de quita y pon, arbitrarias y, lo que es peor, propias de verdaderos tarados que ni siquiera son capaces de explicar los motivos de la exclusión y ahora los de la inclusión, ni siquiera la de imponer más sanciones contra Pyongyang porque ya no hay sanciones que imponer; han agotado el cupo.
En Estados Unidos la estulticia es viral entre las altas esferas y la prensa no se escapa de ella. Después de dar la bienvenida a las conversaciones entre las dos Coreas, un editorial del New York Times lanzaba el 2 de enero la insidia de que se trataba de una estratagema de Pyongyang para romper la alianza entre Estados Unidos y Corea del sur.
El desprestigiado periódico no puede hacer uso de su sentido común y admitir que dichas negociaciones no han sido impulsadas por el gobierno del norte, sino por el del sur por una cadena de dos razones bien sencillas de entender:
a) en Seúl han comprobado que sus aliados de Washington estaban dispuestos a llevar la tensión hasta sus últimos extremos
La frivolidad de Estados Unidos respecto a sus aliados en el Extremo Oriente es como apostar con dinero ajeno. Nunca pierdes nada.
Pero a Estados Unidos lo que le preocupa es la poca colaboración de China, que a nosotros nos ha parecido demasiada. Están tan mosqueados que pierden los papeles y se ponen a hablar de extender las sanciones a Pekín.
Una vez más, el problema de Corea nunca estuvo en las manos de Pekín, pero en la Casa Blanca creyeron otra cosa: que los demás iban a hacer el trabajo sucio que sólo ellos son capaces de hacer.
El fracaso de la táctica de Trump ha puesto en primer plano a Rusia y a Corea del sur, que son quienes han tomado ahora la iniciativa. Recordemos lo que le ocurrió a Song Tao, cuando Xi Jinping le envió a Pyongyang en noviembre y Kim Jong-un ni siquiera se dignó recibirle en los cuatro días que duró la visita.
Los norcoreanos se han hartado de los chinos y, una vez más, tienen razón, aunque no cabe duda que el papel de China seguirá siendo crucial en el futuro de la Península coreana.
Por su parte, China ha dejado claro que no está dispuesta a presión sobre las sanciones en la medida en que tales medidas pongan en peligro la seguridad del país la estabilidad del régimen norcoreano o amenazar los medios de subsistencia de la población.