Se trata de un proceso sin precedentes en Turquía, donde 41.000 personas han sido detenidas tras la purga iniciada con el golpe de Estado y la posterior declaración del estado de excepción.
El juicio se celebra con toda la solemnidad del caso, en una gigantesca sala, fuertemente custodiada por tropas especiales, frente a la cárcel de Silivri, la misma en la que fueron juzgados en 2013 los acusados en el proceso Ergenekon, otra trama golpista contra el gobierno del AKP que también fue desbaratada.
El juicio ha comenzado cuando el juez Fikret Demir ha iniciado la identificación de los acusados y les ha informado de la acusación que pesa sobre ellos. Luego continuará con un informe de los abogados defensores. Las estimaciones aseguran que el juicio durará unos cuatro días.
De los acusados 24 están en prisión preventiva, uno se ha fugado y los demás en libertad vigilada. A unos se les acusa de oponerse a la protección de la residencia oficial de la Presidencia, a otros de negarse a obedecer las órdenes de enfrentarse a los golpistas y a un tercer grupo de insertar mensajes en las redes sociales desanimando a la resistencia popular.
Para 21 de los acusados el fiscal pide tres cadenas perpetuas y para otros 8 hasta 15 años de cárcel.
Para el 290 de febrero se espera la apertura de otro juicio en Mugla contra 47 personas acusadas de intentar asesinar a Erdogan.
El golpe de Estado causó el fallecimiento a 270 personas, así como 2.000 resultaron heridas. El gobierno imputa la autoría a la red creada por el clérigo Fetullah Gülen, lo que es una manera de apuntar a la responsabilidad mediata de Estados Unidos.
La deriva, cada vez más acusada, del gobierno de Erdogan contra Estados Unidos ha suscitado la cólera de los medios de comunicación del mundo entero que han pasado de calificarle como un “islamista moderado” a los peores calificativos, tales dictador, sultán o autócrata.
Desde el verano no han cesado ni las depuraciones internas ni la represión, especialmente dirigida contra el PKK, porque tanto la vida de Erdogan como la de la propia República pende de un hilo muy fino. Si el gobierno de Ankara quiere salir del atasco en el que está metido no tiene otro remedio que refundar el Estado completamente.
De todas formas el imperialismo no va a admitir ningún cambio en lo que hasta ahora era una de sus plazas fuertes y donde aún tiene importantes apoyos en aparatos clave de Estado, como el ejército, la policía, la patronal, los medios de comunicación y las universidades.
En todo el mundo Turquía y Erdogan se han convertido en materia habitual de comentarios de todo tipo en los medios, incluso en los “alternativos”. Es una señal inequívoca de que la CIA afila sus cuchillos y de que va a correr la sangre a raudales. Ya lo hemos dicho aquí y lo volvemos repetir otra vez para que nadie se llame a engaño.