China nunca había aparecido en un escenario tan alejado de sus costas y el hecho de que las maniobras se celebren en el mar marca la pauta de su nueva estrategia militar, volcada hacia la Marina de Guerra, su gran asignatura pendiente.
Nada de lo que está ocurriendo es casualidad. A medida que Estados Unidos aprieta el dogal, los vínculos entre China y Rusia se estrechan cada vez más, desde el Mar Amarillo hasta los confines nórdicos de Europa oriental, donde la tensión con la OTAN es máxima.
Las maniobras navales quieren poner de manifiesto que el Mar Báltico no son aguas jurisdiccionales de la OTAN y que Rusia no puede dejar sus fronteras bajo la influencia de una alianza militar que da muestras continuas de hostilidad en la zona.
Los ejercicios se desarrollarán en dos etapas. En una primera, que durará el verano, se emprenderán misiones de defensa antiaérea y defensa antisubmarinos. La segunda acabará a mediados de setiembre en los Mares Ojotsk y de Japón.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltemberg, ha declarado que seguirán atentamente la evolución de los ejercicios militares en el Báltico y que pedirán explicaciones sobre otras maniobras militares entre Rusia y Bielorrusia previstas para el mes de setiembre próximo.
Desde su misma fundación, los planes militares de la OTAN han contado con un control absoluto sobre zonas marítimas vitales para Rusia, como el Báltico y el Mar Negro, o para China como el Mar de China Meridional. Preo si este último es para China una zona vital de tránsito, el Báltico es un eslabón débil desde los tiempos de la guerra civil en Rusia de 1919 a 1922.