Hace 80 años, Canadá ya fue un país hospitalario hacia los kulaks ucranianos que huyeron del “holodomor”, por lo que acumula un selecto exilio.
Ahora acoge a 117 de Cascos Blancos que, junto con sus familiares, fueron evacuados del sur de Siria el verano pasado, según asegura la emisora CBC.
En una guerra tanto la evacuación como el exilio son muy selectivos; no se lo concenden a cualquiera, ni sirve cualquier motivo. Los que logran huir son personal de confianza que ha prestado servicios muy especiales a sus jefes.
Los motivos por los cuales una organización que en medio de una guerra feroz ha realizado una labor humanitaria, o sea, neutral, se ve obligada a evacuar a sus miembros, merece algo más que una reflexión.
A finales de julio, más de 400 miembros de los Cascos Blancos fueron evacuados de Siria a petición de Canadá, Unión Europea y Estados Unidos.
Los que ahora llegan a Canadá primero fueron alojados en Jordania, mientras se les buscaba un nuevo destino que no necesitara pasar los requisitos de la aduana ni los papeles de la emigración.
Según CBC, los Cascos Blancos y sus familias se ubicarán en las provincias de Columbia Británica, Saskatchewan, Ontario y Nueva Escocia.
La ofensiva a gran escala del ejército sirio contra los terroristas en las regiones del suroeste del país, hizo temer por sus vidas. Los imperialistas esperaban evacuar hasta 1.200 personas, incluidos los equipos de respuesta rápida pero, al final, sólo 422 miembros y familiares lograron salir de Siria el pasado mes de julio.
Los restantes miembros de los Cascos Blancos se trasladarán a la Unión Europea, donde no se espera que los habituales “ultraderechistas” que tanto protestan contra la emigración, sobre todo si es mulsulmana, realice la más mínima protesta.
Al contrario. Tanto los “ultraderechistas” como los yihadistas son ramas del mismo tronco.