En los últimos años, algunas ONG y asociaciones occidentales en África han sido acusadas de espionaje y desestabilización política. Ahora Burkina Faso ha optado por reforzar el control sobre ellas, con medidas destinadas a regular más estrictamente sus operaciones y movimientos dentro del país.
El jueves el gobierno adoptó un decreto que exige a todas las ONG y asociaciones abrir y mantener sus cuentas de efectivo en el Banco de Depósitos del Tesoro (BDT). Todos los ingresos financieros, ya sean subvenciones o donaciones, deben pasar exclusivamente por las cuentas oficiales. La centralización le permite al gobierno rastrear cada transacción y garantizar que los fondos no se desvíen ni se utilicen para promover la desestabilización política.
Este sistema complementa las medidas de seguridad ya implementadas por el gobierno de Uagadugu contra el espionaje, como la detención de personas sospechosas de recopilar o transmitir información sensible a terceros países.
El rastreo de los flujos financieros de las ONG complementa esa estrategia de seguridad, proporcionando una herramienta concreta para prevenir el blanqueo de capitales o la financiación de actividades que amenacen la estabilidad de las instituciones públicas.
Esta obligación exige que las organizaciones reorganicen sus procedimientos internos y aumenten la vigilancia en la gestión de fondos. Los proyectos locales deberán adaptarse a esta estricta trazabilidad, que puede ralentizar algunas iniciativas, pero garantiza una mejor protección contra cualquier influencia externa.
Para el gobierno la medida es una respuesta directa a los riesgos de espionaje disfrazado de actividades humanitarias. Al asegurar los flujos monetarios, se espera preservar la soberanía y fortalecer la confianza en las ONG que operan en el país.
La decisión de Burkina Faso podría servir de referencia para otros países africanos que enfrentan desafíos similares de transparencia y seguridad. Al obligar a las ONG a registrar sus fondos en una institución pública, el gobierno burkinés envía un mensaje contundente contra la injerencia imperialista.
El ejemplo podría impulsar el establecimiento de mecanismos similares en otras partes de África, reforzando la trazabilidad de los recursos y limitando los riesgos de infiltración o manipulación extranjera.
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