Dice la Wikipedia que Mohammed Merah era un joven francés que perpetró los asesinatos de Toulouse y Montauban en 2012, uno de los primeros que en Francia se imputaron a la ola yihadista.
Antes Merah, añade la Wikipedia, viajó a Afganistán y a Pakistán. Pero si al cometer los atentados tenía 23 años y jamás había trabajado, hay que peguntar de dónde sacó el dinero para pagar ese tipo de viajes, que no son baratos precisamente.
Como tantos otros yihadistas, por no decir todos, Merah era un delincuente habitual de poca monta. Fue condenado hasta en quince ocasiones, la mayoría de ellas por robos, algunos perpetrados con violencia. Por ello, estuvo en la cárcel durante cortos periodos de tiempo en 2007 y 2009, añade la Wikipedia.
Es otro rasgo típico de los yihadistas: lo que Merah sabía no lo aprendió en el Corán sino en el Código Penal. Tenía más contacto con policías, jueces, fiscales, abogados y carceleros que con su padre, que le abandonó cuando tenía cinco años. Quiso alistarse en la Legión Extranjera, pero desistió.
En uno de los ataques, dirigido contra militares, Merah mató al soldado Albert Chennouf, cuyo padre ha concedido una entrevista a la revista Le Point (*) que no aparece en la Wikipedia porque en ella afirma bien claro a quién responsabiliza de la muerte de su hijo: al jefe de la Dirección Central de Información Interior, una de las ramas de los servicios secretos franceses, al que pone nombre y apellidos: Bernard Squarcini.
Lo mismo que los demás yihadistas, en Francia y fuera de ella, Merah era un confidente de los servicios secretos, lo cual explica, como bien afirma el padre del soldado asesinado, que hubiera regresado de Siria pasando por… Israel, nada menos, algo imposible para quien alguna vez haya intentado atravesar una aduana israelí, sobre todo si su nombre es árabe.
No existen lobos solitarios, ni células durmientes, que son otras tantas estupideces para que los “expertos” en yihadismo se pongan a largar en las tertulias de televisión. Después de calificar de “asesino” al dirigente de los servicios secretos, el padre de Chennouf dice también que le mintió al juez, lo cual no es tampoco ninguna novedad, ni en Francia ni fuera de ella.
La ola de crímenes yihadistas cometidos por los apéndices de la policía francesa han servido para reforzar sus propios poderes, para imponer el estado de excepción, detener a mansalva, torturar impunemente y crear un clima de pánico que les permita retornar a donde siempre han querido: a acabar con cualquier resquicio de derechos y libertades. Todo por la libertad, pero sin la libertad.
Desde setiembre del pasado año a Squarcini le pasa como a Al Capone: los tribunales no le persiguen por sus asesinatos, sino por las menudencias de siempre (tráfico de influencias, malversación de fondos públicos, falsificación de documentos oficiales…)
(*) http://www.lepoint.fr/societe/exclusif-affaire-merah-hollande-a-peur-de-la-verite-08-11-2012-1526828_23.php