Es el colmo de la desfachatez que el gobierno de Estados Unidos, que lleva décadas pirateando a todo el mundo, incluidos gobiernosy empresas, acuse a otros países de eso mismo, de pirateo. Teniendo en cuenta que el mes próximo está prevista una visita del presidente chino Xi Jinping a Washington, la desfachatez se convierte en una provocación abierta y descarada.
Otra de las acusaciones que mueven a la risa es que la empresa pirateada es -nada menos- que Google, una multinacional ligada a la CIA cuya tarea (la de Google y la de la CIA) consiste en espiar a los millones de usuarios que en todo el mundo utilizan su buscador; y a los que no lo utilizamos con más saña todavía.
A pesar de ello, hasta la fecha no hay ninguna prueba de que China esté implicada en los casos de piratería informática que se le imputan, ni el gobierno, ni ninguna empresa. Pero las acusaciones de la Casa Blanca llegan a punto de acusar a los chinos de apoderarse de los planos de centrales nucleares y de una parte del código fuente del motor de búsqueda de Google, entre otras acciones.
A comienzos de este año Obama ya impuso sanciones económicas contra Corea del norte, tras el pirateo de las películas de Sony, que se imputó al gobierno de Pyongyang sin ninguna clase de pruebas. No obstante, en aquel caso, aunque las sanciones no se explicaron, parece ser que van dirigidas contra el propio gobierno coreano.
También Rusia está sometida a sanciones económicas, aunque su origen no es informático sino que se justificó por la anexión de Crimea y la posterior guerra de Ucrania.
El año pasado los tribunales estadounidenses abrieron un sumario contra cinco militares chinos acusados de piratear los sistemas informáticos de varias empresas americanas, especialmente del sector siderúrgico.
Ahora las sanciones contra China se podrían imponer sin pruebas públicas y sin respetar los procedimientos establecidos por la Organización Mundial de Comercio.
En realidad China se está defendiendo del espionaje informático estadounidense, imponiendo medidas cada vez más drásticas a las multinacionales estadounidenses, tales como exigir que abran el código de los programas instalados, para poder controlar que no tengan mecanismos subrepticios de vigilancia. La mayor parte de las empresas estadounidenses se han negado a hacerlo y, además, han bloqueado el funcionamiento de los antivirus chinos y rusos.
Menuda insolación de verano que le han dado a los cowboys