Como he sido testigo y víctima de esos hechos voy a expresarme en primera persona.
La muerte del General Perón siendo presidente de la República Argentina, y su reemplazo por su tercera esposa, que era a la vez la vicepresidente de la Nación, implicó la remoción del último obstáculo para que la derecha peronista se hiciera con las riendas del gobierno en alianza con sectores fascistas y con la anuencia de la gran patronal.
En paralelo a ello, nunca en la historia moderna de Argentina, los sectores populares habían acumulado tanto poder, y las organizaciones armadas Montoneros y Ejército Revolucionario del Pueblo llevaban acciones militares contra personas y entidades representativas de la gran burguesía.
La lucha de clases nunca había sido tan violenta como en esos años.
En respuesta a ello, aparecieron grupos fascistas como la Triple A, que ejecutaron a un gran número de militantes destacados de los sectores más comprometidos de la izquierda, y es así como fueron asesinados los diputados Rodolfo Ortega Peña y Alejandro Betanin y su esposa.
El clima de violencia que se respiraba en el país era el anuncio de que algo muy grave estaba por ocurrir. Y ocurrió.
El día 24 de diciembre de 1975, los representantes de las fuerzas armadas Joge Rafael Videla por el ejército, Emilio Eduardo Massera por la marina de guerra y Orlando Ramón Agosti por la fuerza aérea, se presentaron ante la presidente María Estela Martinez de Perón, y le dieron un plazo de tres meses para «pacificar» el país, y le advirtieron que de no hacerlo lo harían ellos.
Ello puso en marcha el reloj y fue la señal para que los sectores más cercanos al «partido militar» comenzaran a acelerar la situación para calentar el ambiente.
Comenzaron los desabastecimientos, los aumentos de precios de artículos de primera necesidad, los «ajusticiamientos» extrajudiciales; y la guinda del pastel fue el fusilamiento de once «subversivos» en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. Más tarde se supo que los supuestos «subversivos» eran once mendigos que estaban detenidos en comisarías de policía.
Estos crímenes ocurrieron el día 23 de marzo de 1976, víspera del golpe del día 24 de marzo de 1, y sirvieron de acelerador para algunos militares dubitativos.
En esos tiempos yo era abogado de una revista política que estaba en ciernes, que se llamaba Información, y que ya había lanzado un número cero, y que había previsto poner a disposición del público el número uno el día 24 de marzo de 1976, día del nefasto golpe.
En esa condición, yo tenía contacto con muy diversos periodistas y corresponsales extranjeros.
Uno de los corresponsales extranjeros era el de la empresa alemana DPA (Deutsche Presse Agentur) que entrevistó unos días antes del golpe a un general de apellido Toscano, que era el jefe del IV ejército con sede en la ciudad de Rosario. Este jefe militar le confirmó que el golpe sería el 24 de marzo. Este mismo corresponsal al cual acompañé el día del golpe a la Plaza de Mayo, quiso acceder a la Casa de Gobierno (Casa Rosada), y fue interceptado por un capitán de la marina de guerra que le informó «que hay total libertad de prensa, pero de la mitad de la plaza (Plaza de Mayo) para allá».
Una de las muchas cuestiones que mostraba el golpe era la total falta de sigilo de los golpistas, que se jactaban de sus preparativos.
Yo acostumbraba a almorzar en compañía de otros abogados y compañeros de militancia en un restaurante de la calle Tucumán, frente al Palacio de Justicia que se llamaba «Usía», y veíamos al futuro ministro de economía de la dictadura y uno de los mayores depredadores y saqueadores del país José Alfredo Martinez de Hoz, como en voz alta para que se le escuchara bien estaba formando su «equipo» de gobierno, y uno de ellos era Guillermo Walter Klein, que fue su subsecretario, y que al igual que Martinez de Hoz eran hombres de confianza de los bancos Morgan Stanley y Chase Manhatan Bank y del FMI.
Pero para poner en práctica una política económica de saqueo, robo y desfalco; y en definitiva hundir a las clases más pobres en más pobreza hacía falta una política represora sin límites, y como hacía falta se puso en práctica.
La dictadura es la responsable directa de la muerte de 35.000 personas, cifra que algunos organismos de derechos humanos ascienden a 50.000. Una enorme cantidad de estas personas permanecen desaparecidas, y seguramente nunca aparecerán.
Pero al acabar la dictadura, a consecuencia de la derrota militar de Malvinas, el gobierno de Raúl Alfonsin intentó procesar a los responsables y lo logró a medias. Muchos de ellos fueron procesados y condenados, pero Carlos Menem los indultó y recuperaron la libertad. Fue el gobierno de Néstor Kirchner que declaró nulos esos indultos, y los responsables fueron encarcelados y cumplieron y cumplen graves y largas condenas, algunas de ellas de prisión perpetua. Muchos de ellos han fallecido, y ahora el gobierno de Macri, que practica la misma política económica de la dictadura, se está planteando «atenuar» esa prisión convirtiéndola en prisión domiciliaria, que en la práctica es una no prisión.
Hay que recordar que la dictadura puso en marcha una máquina de terror como nunca se había visto. La aplicación de torturas tales como la electricidad en los genitales, la introducción de ratas vivas en las vaginas de las prisioneras, los vuelos de la muerte arrojando vivos al mar a los prisioneros previamente sedados, el ahogamiento, la cremación en masa y los fusilamientos, el robo del patrimonio de los presos, la apropiación de niños recién nacidos, fueron puestos en práctica por militares y policías que previamente fueron «alumnos» de la Escuela de las Américas, y que además fueron aleccionados por el coronel Beaufré «profesor» de la escuela francesa de represión en Vietnam y en Argelia en cursos impartidos en Buenos Aires en la Escuela Superior de Guerra, la escuela donde según sus estatutos se aprende a «defender la patria».
Todos estos acontecimientos han vacunado al pueblo argentino que a día de hoy rechaza en forma abrumadora toda posibilidad de volver a esas prácticas, y se prepara para recordar a los criminales y sus actos a 42 años de sus crímenes con grandes manifestaciones en todo el país, pero también contra su actual gobierno, que aplica sus mismos métodos económicos, que llevan inevitablemente a aplicar su misma represión.
Tus articulos sobre Argentina son muy buenos, yo soy mexicano pero he estudiado mucho la historia de tu pais sober todo el periodo Yrigoyen-Peron… Gracias!