Veamos esta tragedia más de cerca.
En noviembre del año pasado el tribunal correccional de Senlis (Oise), en Francia, condenó a seis meses de cárcel a un marroquí, Ouahid, de 22 años de edad, por un nuevo delito incoporado pocos meses antes al Código Penal: consultar un sitio de internet yihadista 212 veces, según informó el diario Le Parisien (1).
Además de estar encerrado durante seis meses, al salir de la cárcel el curioso no podrá regresar a Francia durante diez años.
El sitio es Jihadology y es fruto del trabajo personal de un investigador estadounidense, Aaron Y. Zelin, especializado en la materia que trabaja para un centro de análisis: Washington Institute for Near East Policy.
En su sitio el investigador se dedica a reunir y analizar la propaganda de los grupos yihadistas. Se trata de una web de referencia en muchos aspectos, que los medios de comunicación de todo el mundo suelen citar a menudo. El marroquí lo conoció así: gracias a un enlace que puso en su cuenta de Twitter Wassim Nasr, un periodista de France 24 que también es especialista en yihadismo.
La conclusión es que el periodista queda libre, puede consultar cualquier sitio web, como corresponde, pero los demás usuarios de internet, como el marroquí, irán a prisión. Exactamente el mismo acto es impune para unos pero no para otros. ¿Igualdad ante la ley?
Pero como también corresponde, la fiscal no tenía muchas luces o las que tenía se le habían fundido y en el juicio repitió la monserga de siempre: el sitio Jihadology predica la “guerra santa” y pide un compromiso con ella para convertirse en héroe.
Los lectores lo tienen fácil: juzguen por Ustedes mismos si es así o no.
Hay que reconocer que el marroquí tenía “algo” en su contra: la policía le había incluido en la lista negra, el fichero S, que le permite a la policía conocer los movimientos de los “fichados” como se decía aquí durante el franquismo.
Otro inconveniente: en 2015 le confinaron “por la cara” gracias a la patente de corso (o carta blanca) que el “estado de emergencia” concede a la policía. Tomó el camino de los Balcanes para marchar hacia Turquía, Jordania y Arabia saudí y luego le expulsaron a Grecia (2).
Durante un registro la policía le incautó el teléfono móvil, gracias a lo cual descubrió el gran crimen: con dicho aparato Ouahid visitó 212 veces la página Jihadology.
“No sabía que la ley prohibía informarse”, dijo Ouhadid en el juicio. Pues es así, en efecto. Si alguien quiere enterarse del contenido de páginas como esa debe tomar una vía indirecta: pedirle a un periodista que la visite y luego que se lo cuente a él (lo más fielmente posible). Los periodistas se han convertido así en una especie de preceptores espirituales, sin los cuales ningún católico puede leer el Antiguo Testamento.
Desde que visitar páginas “yihadistas” es un crimen en Francia, ya hay 12 personas condenadas. Pero no podemos olvidar que hay otras a las que no se les ha condenado por hacer lo mismo. El delito es típicamente inquisitorial: sólo castiga a los lectores que visiten ese tipo de páginas “de mala fe”.
En Europa todo se está convirtiendo, pues, en cuestión de “fe”, por lo que volvemos a recurrir a la Inquisición (con otro nombre) para juzgar la conciencia de los acusados. Estamos en plena caza de brujas, a medio camino entre el medievalismo y el fascismo.
(1) http://www.leparisien.fr/creil-60100/creil-six-mois-de-prison-ferme-pour-avoir-consulte-un-site-djihadiste-17-11-2016-6340494.php
(2) http://www.liberation.fr/france/2016/11/18/six-mois-ferme-pour-avoir-consulte-le-site-d-un-chercheur-sur-le-jihadisme_1529284
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Consejo práctico del abogado: si visitan Francia borren el historial de navegación de su teléfono móvil, tablet u ordenador portátil, no vaya a ser que alguna vez hayan visitado una página “yihadista” y no se acuerden de ello o no se hayan enterado de que tiene dicha naturaleza.