Los ataques ucranianos contra las bases rusas comprometen las negociaciones sobre desarme nuclear

Los ataques del domingo contra los aeródromos estratégicos rusos plantea muchas preguntas, sobre todo si se tiene en cuenta que en la trastienda están los tratados de desarme entre Estados Unidos y Rusia sobre armas nucleares, que suponen tanto las posibilidad de realizar inspecciones “in situ”, como los “cielos abiertos”, es decir, poniendo los vectores nucleares a la vista de los aviones y satélites del adversario.

Si Rusia puso los cazabombarderos Tu-95 sobre la pista es en cumplimiento de los tratados de desarme nuclear, lo que pone a Estados Unidos en un serio aprieto: ¿informó Ucrania a la Casa Blanca de los ataques con antelación? El domingo los portavoces de la Casa Blanca declararon que no habían recibido notificación previa de los ataques ucranianos y no los han comentado oficialmente.

Por nuestra parte, dejamos apuntada la información de Axios, que es afirmativa. Pero luego la modificó para decir lo contrario: Ucrania no informó previamente a Estados Unidos (1).

Aunque huele a podrido, la cuestión no cambia mucho porque el SBU, que se ha adjudicado los ataques, es una extensión de la inteligencia estadounidense. Si la operación se preparó durante un año y medio, como dicen los ucranianos, era sobradamente conocida en ciertos círculos.

La tuerca se puede retorcer aún más, teniendo en cuenta la bronca dentro de la burocracia de Washington, el complejo militar-industrial y los servicios de inteligencia, que han demostrado constituir una fuerza paralela a la Presidencia capaz de sabotear los circuitos de información. Según NewsNation (2), Trump no fue informado, lo cual sólo es verosímil si la CIA y demás centrales de inteligencia le están ocultando información.

Todo cuadra: es obvio que Estados Unidos conoció el ataque de antemano, pero no puede decir otra  cosa distinta de lo que dice, y lo que más le conviene a la Casa Blanca es que la CIA le oculte información.

También hay que tener en cuenta la pugna a tres bandas entre Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN, que se desarrolla de múltiples maneras. Desde enero los planes de la Unión Europea pasan por obligar a Estados Unidos a regresar a la Guerra de Ucrania y torpedear cualquier tipo de negociaciones. A Bruselas le encantaría una respuesta rusa a la altura de los ataques del domingo.

La política de ‘cielos abiertos’

Desde los años ochenta del siglo pasado los Tratados Start convirtieron en una práctica política habitual los “cielos abiertos” como muestra de confianza: los bombarderos nucleares de ambos países se deben aparcar únicamente en ciertas bases, deben estar “a la vista” para comprobar que no están cargados con armas nucleares ni se disponen a despegar.

Ucrania ha podido acabar con este política, exponiendo al mundo ante una situación de riesgo máximo. Ahora mismo Estados Unidos está ofreciendo todo tipo de explicaciones de que no ha tenido nada que con los ataques y que no conoció de antemano su preparación.

Trump se retiró del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) en 2019 y Rusia hizo lo mismo poco después. Las inspecciones “in situ” se detuvieron al año siguiente y desde entonces no se han reanudado.

El último acuerdo de control de armas estratégicas entre Estados Unidos y Rusia, el Nuevo Tratado Start, expira el 5 de febrero del año que viene. Las negociaciones para un nuevo acuerdo no han comenzado y el tiempo se agota.

El Nuevo Tratado Start es el último firmado entre Estados Unidos y Rusia. Establece el límite de ojivas nucleares estratégicas desplegadas en 1550 y limita el número de portaaviones a 800, con solo 700 de ellos permitidos para su despliegue.

La última ronda de negociaciones entre Estados Unidos y Rusia se celebró en vísperas del inicio de la Guerra de Ucrania y Moscú puso encima de la mesa el ingreso de Ucrania en lal OTAN, por lo que todo vuelve al punto de partida.

Hay un tratado específico de “cielos abiertos”, firmado en 1992 y vigente desde 2002, que permite a Estados Unidos y Rusia realizar vuelos de vigilancia sin armas con poca antelación para recabar información sobre las fuerzas e instalaciones militares del adversario, contribuyendo así a las inspecciones de control de armamento de armas ofensivas convencionales y estratégicas.

Fue el tercer gran acuerdo de seguridad que Estados Unidos abandonó en los últimos años. Ya había denunciado el Tratado INF, un pacto histórico de 1987 con Rusia que prohíbe toda una clase de misiles terrestres de alcance medio con capacidad nuclear, así como el acuerdo nuclear con Irán.

No hay que perder de vista que en 2020 la OTAN se opuso a que Estados Unidos abandonara el acuerdo, ya que, con la vista puesta en la Guerra de Ucrania, los vuelos de reconocimiento sobre Rusia se acabarían. La OTAN estaba muy interesada en vigilar los movimientos del ejército ruso, y no sólo en el Donbas.

(1) https://www.axios.com/2025/06/01/ukraine-drone-strikes-russia
(2) https://thehill.com/homenews/administration/5327835-trump-ukraine-attack-russia/


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