40 años de las primeras elecciones o pelillos a la mar

B.

Todos, sin excepción, salvo alguna, seguramente, tímidamente, periodistas, tertulistos, politiquillos y demás fauna, y para no tener que decir que la «Transición», así llamada, fue un timo con un montón de muertos en comisarías y en la calle, han tenido que echar mano, por aquello de pelillos a la mar, olvidemos las viejas heridas y brindemos, viva el ron, de la, decimos, «reconciliación nacional» que impusiera como línea política (?) Santiago Carrillo, Secretario General del Partido Comunista de España en 1956, no hay errata: 1956.

Olvidemos rencores, malas caras, muertos, torturados y asesinados y sacrifiquémonos en el ara del dios Moloch de la democracia que ya vemos lo que da de sí: pobreza, corrupción, muertos, represión y partidos y sindicatos como aparatos del Estado y sostenedores de una «democracia» hecha a su medida que niega hasta un referéndum en Catalunya.

Nada de Memoria Histórica ni cuentos góticos de terror: ¡¡ reconciliación nacional !! (hasta Ana Pastor lo ha dicho en su discurso, una fraguista —de Fraga Iribarne— que en su día denostaba a Carrillo porque tocaba así hacerlo, no por su alicorta visión de futuro y de la jugada, cosa que Fraga sí tenía) entre vencedores y vencidos, fachas y antifascistas, como pasó en un Desfile Militar juntando a un anciano republicano con un legionario con la cabra, todo en aras del advenimiento de la «democracia», la paz y la libertad de los españoles todos (y todas, no se me mosqueen, pero usamos pangenérico).

Nunca se ha visto tanto despropósito y tamaña vileza. Tener que echar mano de un slogan de quien se encargó de destruir, desbaratar y desarzonar el PCE: Carrillo y su reconciliación nacional y Pacto por la Libertad tragando la bandera fascista, la Monarquía, etc.

Los más avispados, o sea, los más desalmados y amorales, dicen que no hay democracia perfecta —por los pelos dejados en la gatera en forma de muertos y asesinados bajo, por ejemplo, un Martin Villa, ministro a la sazón, a quien colocan una medalla en las Cortes sin que se les mueva un músculo de la cara—, pero, oye, pelillos a la mar, mereció la pena, mira qué bien nos va.

Lo más perfecto son las dictaduras, dice el cínico profesional José María Calleja, sobre todo la «dictadura comunista» (ahora la venezolana, como si Maduro fuera un peligroso bolchevique, lo que ya me gustaría, ya) y ya lo dijo el maestro de todos estos payasos, paniaguados y estómagos agradecidos, el maestro Carrillo (a quien Pablo Iglesias entrevistara en su día cayéndosele la baba viendo al gurú mientras monta un paripé con claveles rojos). «¡Dictadura, ni la del proletariado!»

Lo dicho: pelillos a la mar y a vivir que son dos días, qué cojones, carpe diem, el resto, o sea, el pueblo, que se joda. O mejor, ¡a votar!, jajajajajaaaaaaaaa…

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