Una empresa farmacéutica que aprovecha la histeria para sus propios intereses económicos

Dr. William Bruno

La paciente llega a la sala de emergencias respirando tres o cuatro veces más rápido de lo normal, una respuesta fisiológica a la incapacidad de los pulmones para suministrar suficiente oxígeno al cuerpo. Esto crea una sensación que podría experimentarse en caso de ahogamiento. Parece asustada. Desesperada. Me presento como médico de urgencias e intento asegurarle que se sentirá más cómoda con el oxígeno extra que la enfermera le está colocando.

A la paciente ya se le ha diagnosticado Covid-19 y la intentamos recuperar en su casa antes de que sus síntomas empeoraran, lo que la llevó a regresar al hospital. Responde a una pregunta jadeando por aire: “¿Hay medicación para esto?”

Como la mayoría de mis colegas, he pasado incontables horas siguiendo la literatura médica sobre el Covid-19 en anticipación al tratamiento de pacientes como el que he descrito. Lamentablemente, la realidad es que no hay tratamientos probados y, a pesar del considerable entusiasmo y la fanfarria, gran parte de las investigaciones realizadas hasta la fecha han sido de poca monta y han sido llevadas a cabo por empresas farmacéuticas por motivos económicos.

Muchas de las intervenciones propuestas hasta ahora suponen la adaptación de medicamentos existentes, como la cloroquina, un fármaco antipalúdico, o la ivermectina, un fármaco antimicótico, con la esperanza de que estos medicamentos puedan ser útiles para el tratamiento del nuevo coronavirus. Desafortunadamente, los resultados han sido decepcionantes. La inverosimilitud biológica de utilizar medicamentos desarrollados para tratar enfermedades no virales ha llevado a muchos clínicos y científicos a considerar estas intervenciones con escepticismo. Sin embargo, esto no ha impedido que las autoridades [de Estados Unidos] las presenten como opciones de tratamiento.

El remdesivir, un antiviral desarrollado originalmente para tratar la fiebre hemorrágica causada por los virus Ébola y Marburgo [un virus endémico en varios países africanos], es el último tratamiento potencial para generar entusiasmo.

El estudio inicial utilizado para justificar su uso fue un pequeño grupo de pacientes con Covid-19. Aunque una gran proporción de los pacientes que tomaron el medicamento mejoró, no hubo un grupo de control para la comparación, lo que hizo imposible acreditar la mejora de remdesivir. Esto está muy lejos de la norma aceptada para probar una nueva terapia: un ensayo controlado aleatorio, en el que un grupo de tratamiento recibe el nuevo fármaco y su resultado clínico se compara con un grupo de control que recibió medidas estándar o un placebo. Eso no ha impedido que Gilead, la empresa farmacéutica propietaria del remdesivir, se jacte de su éxito, levante la esperanza y suba el precio de sus propias acciones.

La decisión de llevar a cabo un estudio metodológicamente cuestionable como el descrito -y su posterior publicación en una de las principales revistas médicas del mundo- es el mejor reflejo de la desesperación de la comunidad médica en un momento de crisis, en el que se está dispuesto a sacrificar datos de calidad por resultados rápidos. Una opinión menos “generosa” lo vería como una cínica estratagema para generar entusiasmo por una droga sin el riesgo de un ensayo negativo, en el que el grupo de tratamiento no muestra una mejora significativa respecto al grupo de control.

Se podría señalar la dificultad de llevar a cabo un ensayo clínico bien diseñado, con grupos de tratamiento y control, bajo el peso de una pandemia mundial, donde una gran parte de nuestros sobrecargados recursos de atención de la salud se dedican a la prestación de atención, lo que hace que los grandes ensayos clínicos multiinstitucionales sean una lejana segunda prioridad. A este respecto, el uso de la remodelación en otros contextos es una lección instructiva.

En diciembre de 2019 un equipo de investigadores publicó los resultados de un ensayo controlado aleatorio (en el que los participantes se asignan al azar a un tratamiento experimental o a una atención estándar) en el que se comparaba el rebrote con otros tratamientos para la enfermedad del Ébola. Lo notable de este estudio no es que los investigadores hayan podido utilizar un diseño de investigación tan riguroso, sino que lo hicieron en un Congo devastado por la guerra, durante un brote del virus del Ébola.

Por su parte, Gilead ha iniciado numerosos ensayos clínicos para evaluar más a fondo la eficacia del remdesivir en el tratamiento del Covid-19. El mes pasado [abril] se publicaron datos preliminares en un estudio del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas, que mostraron que los pacientes infectados que recibían la droga sólo tenían un beneficio modesto en cuanto a la duración de la estancia en el hospital, pero ninguna reducción de la mortalidad. La revista médica The Lancet, tal vez en un intento de atenuar la excitación del exceso de celo, ha publicado datos de un ensayo controlado aleatorio aún no publicado que refuta este modesto beneficio y sugiere que el remdesivir puede no ser útil en los pacientes de Covid-19. A pesar de las limitaciones de los datos preliminares, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ha anunciado que permitirá el uso regular de la droga en pacientes hospitalizados, alimentando el frenético rumor de que el tratamiento puede estar al alcance de la mano.

Por cierto, el reciente ensayo del remdesivir sobre el Ébola en el Congo refutó estudios anteriores, metodológicamente inferiores, y sugirió que otros tratamientos eran en realidad superiores al remdesivir para su uso en la enfermedad del Ébola. Esto no quiere decir que la eficacia, o la falta de eficacia, de la droga en el tratamiento del virus del Ébola pueda utilizarse como prueba de su eficacia sobre el Covid-19, un proceso de enfermedad completamente diferente. Sin embargo, la historia de un nuevo tratamiento que se mostró prometedor en los primeros estudios, sólo para resultar decepcionante en estudios posteriores más rigurosos, vale la pena tenerla en cuenta a medida que la ciencia se desarrolla para el uso de remdesivir para Covid-19.

Como todos los médicos, quiero decirle a los pacientes, como el que describí, que de hecho tengo una droga para darle. Pero quiero saber que su indicación se basa en la ciencia médica y no en la codicia empresarial o la imprudencia del pánico. Los investigadores que estudian el virus del Ébola en el Congo están demostrando que una calamidad no es excusa para una ciencia descuidada. De hecho, en tiempos de crisis como estos, la sociedad debe confiar en que la ciencia médica sea un bastión de racionalidad.


William Bruno, es médico de urgencias del Centro Médico USC de Los Ángeles
https://truthout.org/articles/pharmaceutical-company-pushes-new-unproven-covid-treatment-drug/

Más información:
– Fauci cambia las pruebas de los antivirales para aprobar un fármaco contra el coronavirus de la multinacional Gilead

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