La noticia del despliegue de mercenarios tuvo una mayor repercusión internacional cuando un mes después el “New York Times” publicaba un nuevo artículo sobre la cuestión. A partir de ahí, fueron apareciendo noticias en diversos medios, como The Guardian o Forbes, que detallaban la participación de estos soldados en los combates en Yemen.
Según los datos que ofrece el “New York Times”, en Yemen habría unos 450 soldados latinoamericanos provenientes de El Salvador, Panamá, Chile o Colombia. Mientras que “El Tiempo” sitúa la cifra en 800, y habla exclusivamente de colombianos. Asimismo, el contingente de contratistas de seguridad de América Latina en Emiratos Árabes Unidos sumaría un total de 1.800, según el rotativo estadounidense. Hasta finales del año pasado [2015], habrían desempeñado funciones de seguridad interna, como protección de infraestructuras clave o apoyo a la supresión de posibles revueltas.
Entre todas estas nacionalidades, “El Tiempo” explica que los uniformados colombianos serían de los más valorados por sus mandos emiratíes debido a su experiencia en una lucha contrainsurgente tan dura como la que han librado contra la guerrilla de las FARC. Asimismo, antiguos soldados del país latinoamericano, también habría trabajado con compañías militares privadas en Irak o Afganistán.
Además, tanto Tiempo como el “New York Times” recogen que los ex militares colombianos que van a Emiratos Árabes Unidos buscan unas condiciones difícilmente equiparables a las de su país: sueldos de entre 2.000 y 3.000 dólares mensuales, más 1.000 dólares adicionales a la semana si aceptan ir a luchar a Yemen.
Los soldados latinoamericanos están contratados por la compañía Reflex Responses (también conocida como R2) con mandos anglosajones. La empresa habría firmado un contrato de 529 millones de dólares con el Gobierno emiratí para formar este contingente.
Jesús M. Pérez, analista de seguridad y defensa y autor del libro “Guerras postmodernas”, señala que el empleo de soldados extranjeros no es una novedad en las petromonarquías del Golfo, “la novedad en el caso de Emiratos Árabes Unidos es que han recurrido a la creación de una empresa con personal contratista, Reflex Response, en vez de darle carta de naturaleza militar a ese personal, como sería el caso de la Legión Extranjera francesa”.
De hecho, las Fuerzas Armadas emiratíes ya tenían a extranjeros en sus filas. Los australianos ocupan roles como oficiales, y en especial el general Mike Hindmarsh, quien está al frente de la guardia presidencial de Emiratos Árabes Unidos desde 2009. Este militar cuenta con una amplia hoja de servicios en su país como mando de las fuerzas especiales.
Desde el gobierno de Abu Dabi, no se ha reconocido oficialmente el uso de estos soldados de fortuna. Este país ha practicado una política de opacidad informativa sobre su intervención en Yemen, en especial desde que desplegó importantes contingentes de tropas contra los hutíes en agosto.
Pese a esta escasez de información, sí que han trascendido noticias como la muerte de 45 soldados emiratíes, víctimas de un misil hutí que alcanzó su campamento, en uno de los ataques más letales que han sufrido las tropas de la coalición en Yemen.
Según Sean McFate, profesor de Georgetown y autor del libro The Modern Mercenary, “los mercenarios son atractivos para los Estados ricos que quieren participar en una guerra, pero no tienen ciudadanos dispuestos a participar en combates”. También señala que el amplio uso de contratistas por Estados Unidos en Irak o Afganistán “ha legitimado su uso por parte de otros países”.
Más allá de esta voluntad de evitar bajas propias, Jesús M. Pérez expone otros motivos que explican el despliegue de estos contratistas, “la punta de lanza de la intervención emiratí en Yemen fueron sus fuerzas pesadas” con armamento avanzado francés, ruso y surafricano.
Pérez también apunta que “sólo se empezó a hablar de contratistas extranjeros cuando la ofensiva desde Adén a Saná se estancó, y el mando militar emiratí decidió entonces poner toda la carne en el asador”. Mientras que Sean McFate señala que “aún es pronto para saber el impacto que tendrán los mercenarios en el desarrollo de la guerra en Yemen”.
Jesús M. Pérez considera que “el despliegue de contratistas militares es sólo una cuestión anecdótica en la voluntad emiratí de intervenir directamente más allá de sus fronteras”; y recuerda que las Fuerzas Armadas de este país árabe han adquirido experiencia de combate en Libia, Afganistán y luchando contra la piratería en el Cuerno de África. Este mayor rol en la escena internacional ha ido acompañado de una importante inversión militar. Emiratos Árabes Unidos fue el cuarto importador mundial de armamento en 2014.
En cualquier caso, han trascendido pocas noticias del despliegue de estos contratistas. A principios de diciembre, la agencia yemení Saba News (controlada por los rebeldes hutíes) hablaba de “14 mercenarios extranjeros” muertos en combate en el país en diciembre de 2015.
Blackwater y sus fantasmas
Medios próximos a Irán, como Press TV, también se han referido a estos mercenarios como miembros de Blackwater. Esta compañía militar privada se ha convertido en el referente para hablar de la cara oscura de los mercenarios en el siglo XXI por su controvertido papel en conflictos como Irak y Afganistán, implicados en masacres de civiles. También se le ha acusado de servir a oscuros intereses en otros conflictos como Ucrania, o ahora en Yemen. Pero conviene matizar mucho estas vinculaciones.
Jesús M. Pérez explica que el vínculo con Blackwater es indirecto, “Erik Prince, tiempo después de vender la empresa reapareció en Emiratos Árabes Unidos, donde asesoró al gobierno local para la creación de R2, como una empresa militar privada al servicio de la corona y encuadrada por personal extranjero”. En 2011 el “New York Times” fue uno de los primeros medios en hablar de esta vinculación. El analista también señala que “tan pronto el asunto apareció en la prensa, Erik Prince se desvinculó y ahora anda en otros negocios”.
Otros medios han matizado la relación entre Prince y Reflex Responses. Por ejemplo, Wired publicó en 2011 un artículo donde Michael Roumi, presidente de Reflex Responses, negaba cualquier vinculación con Prince. El texto de la noticia también remarca que estos presuntos trabajos del ex directivo de Blackwater violarían la ley estadounidense que prohíbe a sus ciudadanos asesorar a gobiernos extranjeros en cuestiones de seguridad sin la autorización del Departamento de Estado.
Una larga tradición de contratación de mercenarios
Como se ha apuntado antes, Emiratos Árabes Unidos no es una excepción en el empleo de militares extranjeros entre las monarquías del Golfo Pérsico. Desde que estos países dejaron de ser protectorados de Reino Unido en los 60 y 70 (a excepción de Arabia saudí que era un reino independiente desde 1932), muchos de ellos recurrieron a antiguos oficiales de otros países, principalmente británicos o de la Commonwealth, para organizar sus fuerzas militares.
De hecho, la que se considera como la primera compañía militar privada nació con una estrecha vinculación con los países del Golfo. Fue Watch Guard International, fundada por David Stirling (creador de los célebres SAS británicos) y John Woodhouse (también veterano de esta unidad) en 1965, y precisamente uno de sus primeros escenarios de actuación fue la guerra civil de Yemen del Norte (1962-1970).
Otro caso destacado se dio en Omán que utilizó a ex militares australianos veteranos de Vietnam para luchar contra la guerrilla marxista en la región de Dhofar.
En el caso de Arabia saudí, la monarquía mantiene una intensa relación con la empresa estadounidense Vinnell Corporation desde 1975. En esa fecha, la compañía se hizo cargo de la modernización de la Guardia Nacional saudí, un cuerpo armado que se diferencia del ejército regular por su fuerte lealtad a la casa real de los Saud, fundamentada en los lazos tribales tradicionales. La colaboración también se extendió a prestar servicios para la Real Fuerza Aérea saudí.
Pese a esta tradición saudí, Jesús M. Pérez explica que “no parece que el ejemplo emiratí vaya a ser seguido por otros países”; y recuerda que Riad ha preferido buscar apoyo militar en otros Estados suníes como Egipto o Marruecos para intervenir en Yemen.