El cortometraje no es tal, es decir, Netflix y su director Orlando von Einsiedel no han rodado nada. Se han limitado a montar el material que les ha suministrado la propia organización, una parte del cual es ficción, es decir, otro camelo.
De esta manera, dados los vínculos de los Cascos Blancos con el yihadismo, en definitiva Hollywood lo que hace no es promocionar el cine sino la guerra contra Siria.
Si no estuviéramos curados de espanto deberíamos hacernos los sorprendidos por la capacidad de los aparatos de propaganda del imperialismo para condicionar el funcionamiento de todos y cada uno de sus peones ideológicos: prensa, internet, teatro, música, cine, universidad… No se les escapa casi nada.
Como en cualquier otra farsa, los Cascos Blancos son más conocidos fuera que dentro de Siria, donde la mayor parte de la población no hay oído hablar nunca de ellos, ni de sus grandes proezas de salvamento.
Sus máximos dirigentes son, al mismo tiempo, miembros de Al-Qaeda y a más de uno de sus “voluntarios” se le ha visto en manifestaciones portando los estandartes de los yihadistas.
Los imperialistas crearon este tipo de organizaciones como instrumento de presión para impedir los bombardeos de la aviación rusa contra sus posiciones en los frentes de la Guerra de Siria, nutriendo con reportajes fotográficos las devastadoras consecuencia que acarreaba la lucha contra el yihadismo.