El documento del Alto Comisariado de la ONU para los derechos humanos analiza el tratamiento de las minorías étnicas y religiosas en el país asiático y denuncia importantes crímenes cometidos contra la minoría musulmana, llamados rohingyas.
La ONU considera que dichos crímenes son sistemáticos y tienen una enorme amplitud, lo que puede desembocar en una acusación contra Birmania por crímenes contra la humanidad ante un tribunal internacional.
A causa de los saqueos, los incendios y los matanzas los rohingyas huyen de Birmania hacia los países vecinos, muchos de ellos atravesando el océano en patera y muriendo por centenares en el trayecto.
Sin embargo, desde siempre su grave situación es objeto de un silencio absoluto que forma parte de la ola islamofóbica que -de forma sistemática- convierte a los musulmanes en autores y en ningún caso de víctimas de crímenes atroces.
El silencio no sólo es mediático sino que concierne muy especialmente a las ONG, una de cuyas tareas es la denuncia de hechos tan graves como los que padecen los rohingyas. Cabe exceptuar a Humans Rights Watch, que el año pasado publicó un estremecedor informe de 170 páginas.
Se titulaba “All you can do is pray, Crimes against Humanity and ethnic cleansing of Rohingya Muslims in Burma’s Arakan State” (Todo lo que Usted puede hacer es rezar. Los crímenes contra la humanidad y la limppieza étnica de los musulmanes rohingya en el Estado birnamo de Arakan). Antes se podía leer en una dirección de internet (http://www.hrw.org/sites/default/files/report/burmah0413) que ya no existe.
Otra excepción es la del Centro Skjodt para la prevención de los genocidios, dependiente del Museo del Holocausto de Washington, que envió a un equipo de expertos en marzo de pasado año, pero sus conclusiones no han tenido ningún eco.
Pero el colmo del cinismo llega en abril del año pasado de la mano de los campeones del cinismo, la Comisión Europea, que publica un informe canallesco (“The Rohyngia Crisis, EchofactSheet”) en donde la situación de los rohingya se califica como una “crisis humanitaria” o conflicto entre dos colectivos humanos provocado por el control de los recursos naturales.
El tratamiento propagandístico discriminatorio que lleva a cabo el imperialismo privilegia al budismo porque los medios de propaganda del imperialismo no sólo crean países buenos y malos, sino también religiones buenas y malas de manera esencial, es decir, que una religión -cualquiera que sea- es la misma por encima de factores tales como el país, el lugar, la clase social, el Estado, la cultura o la confesionalidad.
En este reparto de papeles, el budismo siempre es bueno por sí mismo y sus practicantes se nos muestran como gentes pacíficas.
A pesar de la dramática situación de los musulmanes birmanos, los imperialistas no han impuesto ningún bloqueo contra el país, ni han declarado una guerra contra su gobierno para derrocarlo y democratizarlo.
La burguesía siempre discrimina. Además de cadáveres, establece minorías de primera y de segunda.
Cuando el terror viste ropajes budistas:
https://mpr21.info/2015/11/cuando-el-terror-se-viste-de-monje.html
El informe se puede consultar completo aquí (en inglés): hrw.org/sites/default/files/reports/burma0413webwcover_0.pdf
Hay algún artículo como este, de su propia web, en castellano:
hrw.org/es/news/2013/04/22/birmania-debe-poner-fin-la-limpieza-etnica-de-musulmanes-rohingyas