Los Cascos Blancos, presentados en el mundo como una especie de organización de héroes anónimos, que ayudan, supuestamente, a rescatar de los escombros (en las zonas controladas por Fath al Sham, la franquicia de Al Qaeda en Siria y otras organizaciones armadas consideradas por Estados Unidos y sus aliados como rebeldes moderados) a sus compatriotas sujetos a bombardeos de las Fuerzas del Ejército Árabe Sirio y las Fuerzas Aeroespaciales Rusas, tuvo así, la mejor exposición mediática que podría tener una entidad como esta, ante 33 millones de espectadores en Estados Unidos y cerca de 300 millones en todo el mundo, que suelen conmoverse ante las lágrimas frente a este tipo de guiones fantasiosos, en esta ocasión realizado por el director británico Orlando Von Einsiedel bajo el auspicio de Netflix.
El premiar a una organización como los Cascos Blancos, cuyos orígenes y actuación han sido cuestionados por su financiamiento, su actuación a contrapelo de la verdadera Defensa Civil Siria (que opera en todo el país y no sólo en las áreas donde actúan los grupos takfirí) pretende, claramente, legitimar su actuar ante el público principalmente occidental, blindarlo frente a las críticas que se han vertido sobre su verdadero objetivo e impulsar por tanto una propaganda destinada a criticar el actuar del gobierno sirio en defensa de su país y el apoyo ruso a esa defensa. Extendiendo esa crítica al soporte entregado por Irán y las milicias de Hezbolá. Ese es el fondo del asunto, lo que subyace en el otorgamiento de este premio, que viene a significar un espaldarazo a los que efectivamente están asesinando a la población siria, como cómplices de las bandas terroristas salafistas.
Ha sido denunciado en numerosas oportunidades sin ser desmentidos –por el portal Moon of Alabama, Rusia Today, Sputnik, Red Voltaire y el Centro de Investigación Misión Verdad entre otros– que los “Cascos Blancos” realizan operaciones de rescate montadas ex profeso. Con puestas en escena donde incluso fabrican falsos positivos y se encuentran en el mismo sitio donde las bandas takfiríes ejecutan sus acciones y asesinatos de soldados sirios, incluso en gestos y acciones de clara complicidad. Todo ello con el objeto de mostrar al mundo el supuesto actuar de bombardeos a diestra y siniestra del gobierno sirio, generando una matriz de opinión para que se detengan los bombardeos del Ejército Árabe Sirio y sus aliados, de tal manera de permitir el reacomodo de las fuerzas de Fath al Sham y lograr la condena del gobierno de al Assad en los medios de comunicación y por extensión en los organismos políticos internacionales. Así, los Cascos Blancos cumplen la función de relaciones públicas para limpiar la cara del terrorismo.
Los Cascos Blancos no surgen en Siria
Los Cascos Blancos no tienen su origen en Siria como podría suponerse. Surgen en territorio turco, específicamente en la ciudad de Estambul, en marzo del año 2013, bajo la guía de un ex militar británico con amplia experiencia en las guerras de agresión contra Serbia en Kosovo, Irak, Líbano y la propia Palestina en apoyo a las fuerzas sionistas. Un militar que ha pasado por puestos de mando en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, la Unión Europea e incluso la ONU: James Le Mesurier es su nombre, ex oficial, que en esa fecha de marzo del año 2013 dedicaba sus esfuerzos como consultor de una empresa de seguridad privada de los Emiratos Árabes Unidos. Los miembros de esta organización Cascos Blancos, pasaron también por campos de entrenamiento de Jordania mostrando que la misión de supuesto rescate era simplemente una tapadera frente a labores de más alto vuelo sindicándolos como aliados del terrorismo takfirí.
Los Cascos Blancos están vinculados a diversas organizaciones estatales y privadas, que le han significado, desde el año 2013 hasta la fecha, recibir la friolera de 60 millones de dólares –según datos entregados por el diario inglés Daily Telegraph– situando a Londres como uno de los principales patrocinadores de esta entidad supuestamente humanitaria. Demostrando, de este modo y en forma evidente el altísimo nivel de injerencia del gobierno del ex Primer Ministro David Cameron y de la actual premier Theresa May en las guerras de agresión contra los pueblos de Oriente Medio.
La Agencia de Estados Unidos Para el Desarrollo Internacional –USAID por sus siglas en inglés– y que ha estado involucrada en cuanta intentona golpista y golpes efectivos se hayan dado en el mundo e incluso en el Golpe de Estado en Ucrania que llevó al poder a los ultranacionalistas, confesó, igualmente, que hasta julio del año 2015 había aportado más de 16 millones de dólares en subvenciones a los Cascos Blancos. ¿Sabe el pueblo estadounidense que sus impuestos van a financiar este tipo de entidades? No, por supuesto, las agencias de relaciones públicas y premios como el Oscar ayudan a encubrir estas operaciones.
La Oficina de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña, además de los fondos entregados, la labor de entrenamiento paramilitar efectuada a través de su agencia de seguridad MI6 –encargada a Le Mesurier– ha usado de tapadera a la firma InCOStrat que se encarga de elaborar todo la comunicación y propaganda, no sólo de los Cascos Blancos, sino también ha sido sindicado como el responsable de esa labor para los grupos terroristas takfirí que operan en Siria e Irak. Sumemos a ello el aporte financiero a través de la firma Mayday Rescue con sede en Amsterdam pero con oficinas en Jordania, Turquía y Dubai –todos ellos involucrados en operaciones contra el gobierno sirio– adicionamos la fundación privada estadounidense llamada Chemonics International. La ONG turca Akut y la Agencia Analysis, Research and Knowledge que opera desde los Emiratos Árabes Unidos. Junto al actuar del Mossad israelí y los agentes sionistas que actúan en todo el frente de Oriente Medio.
Así, se aclara que estos Cascos Blancos, no sólo han falseado la realidad de su labor, sino que se presentan como uno más de los elementos de lucha empleados contra la sociedad siria. Son el frente supuestamente humanitario, con herramientas de propaganda armada, tratando así de desvirtuar la realidad de una guerra de agresión contra Siria y su pueblo, argumentando que se estamos en presencia de una guerra civil. Los Cascos Azules y sus 3.000 miembros declarados, no operan en el total del territorio sirio como sí lo hace la verdadera Defensa Civil Siria, que merecería más que un Oscar a una labor anónima y heroica pero que occidente no le dedica una mísera línea. Los protegidos de occidente, los elegidos por Hollywood, los financiados por Washington, Londres y entidades vinculadas al magnate George Soros sólo operan en las zonas controladas por sus socios de Fath al Sham, la franquicia de Al Qaeda en Siria.
Hace un par de meses medios de la Federación Rusa como el canal RT denunciaba que “la página web de los “Cascos Blancos” pertenece al grupo de abogados The Syria Campaing, registrada en el Reino Unido, que ha expresado en reiteradas oportunidades su activa oposición al gobierno de Bashar al Assad y contra el Califato Islámico (Daesh en árabe). Este grupo de jurisconsultos señala en su página, que cuentan con dos líneas principales de acción: la creación de campañas por todo el mundo y la creación de reportes, infografías y videos. Muchas de esas creación visuales, de alto impacto mediático suelen ser después desmentidas cuando se trata de acusaciones contra las fuerzas rusas y sirias respecto a bombardeos a la población civil, que son tomadas literalmente por medios occidentales.
La oscura conducta de los Cascos Blancos
Los Cascos Blancos se inscriben así, en la serie de creaciones de organismos de fachada de las potencias occidentales, como ha sido el caso del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, especializado en la entrega de información que ni siquiera las fuerzas gubernamentales del gobierno sirio u otras potencias presentes en la zona pueden dar con tanta precisión. Un Observatorio cuya única sede se encuentra en Coventry, Reino Unido y cuyas informaciones son recogidas por todos los medios occidentales con contadas excepciones como el periódico The Guardian, que ha calificado al representante de este Observatorio “es un simple vendedor de ropa, solitario, viviendo en Inglaterra y posando como parte de una organización con un nombre grandilocuente” con la sospecha que detrás de él se encuentran los servicios secretos de Gran Bretaña, Estados Unidos, Turquía e Israel.
Tanto el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, como los “Cascos Blancos” se inscriben en los objetivos planteados por un organismos creado por el gobierno inglés, destinado a supervisar todo tipo de propaganda y acciones comunicacionales dirigidas contra Siria. Este organismo se denomina RICU (Research, Information, and Communications Unit), fundado el año 2012 y que ha infiltrado, según señala en una interesante investigación el analista Thierry Meyssan “en todo tipo de asociaciones humanitarias, para recoger información, poder enviar armamento a Siria y así fabricar todo tipo de falsedades sobre lo que sucede en el terreno”.
Este es el grupo de organizaciones creadas por occidente, avaladas, financiadas y elevadas a la categoría de héroes, como es el caso de los Cascos Blancos, en virtud de documentales que después reciben la estatuilla dorada en Hollywood. Organización cuyos miembros más conocidos no pueden pisar territorio estadounidense, por ser considerados miembros de organizaciones terroristas como es el caso de Raed Saleh y Khaled Khatib, que medios occidentales como la Agencia France Press hizo pasar como un tema de prioridades de estos “héroes” y no restricciones por su cercanía al terrorismo. Para eso ensalzó el trabajo de Khaled de quien consignó las siguientes palabras: “No asistiré a los Oscar a causa de la intensidad del trabajo. Nuestra prioridad es ayudar a nuestro pueblo. Además estoy trabajando sobre la producción de otras películas sobre los Cascos Blancos”, declaración que muestra a las claras, que el rio caudaloso de financiamiento para estos grupos no va a cesar.
Con sorna la portavoz de la cancillería Rusa, María Zajarova sostuvo, que ya en noviembre del año 2016 dicha repartición predijo que el documental sobre los Cascos Blancos –que estaba siendo postulado al Premio Nobel de la Paz– obtendría un Oscar: “Estas personas nos aseguran que salvan miles de vidas pero al mismo tiempo hacen videos falsos e incluso no se avergüenzan de publicar sus obras en Internet. ¿Qué es esto: estupidez, rutina diaria, o ambiciones enfermizas… Estas grabaciones son una muestra de cómo pueden imitar la tragedia. Y, con ese talento deben ser nominados al Oscar y no al premio Nobel”.
La profecía se cumplió y tal como sostiene el centro de Investigación Misión Verdad, “en Estados Unidos, en la gala de los Oscar, la organización terrorista Al Qaeda ganó su primera estatuilla”. Mostrando de esa manera la absoluta demencia que anima la política exterior de Washington que crea, avala y dirige a organizaciones terroristas o vinculadas a ella y luego impide el ingreso de parte de sus miembros, para recibir un premio concedido por su industria cinematográfica.
Una conducta que merecería un Oscar a la actuación enajenada y desequilibrada del año, si no fuese por el enorme daño que esas acciones generan en nuestras sociedades y en especial en el pueblo sirio que tras 6 años de agresiones ha tenido que lamentar la muerte de 400.000 de sus hijos, millones de heridos, 9 millones de desplazados, cinco millones de refugiados. Y la destrucción y saqueo de gran parte del país a manos de las bandas terroristas takfirí, que suelen contar con el lavado de imagen de organizaciones como la premiada Cascos Blancos. Fin del Cortometraje.