Por ponerle cara a uno de estos seis casos, fijémonos en la del joven de Gasteiz Unai Romano, después de 4 días de septiembre de 2001 incomunicado en manos de la Guardia Civil. La fotografía de su rostro, antes y después del tratamiento, empapeló las paredes del país vasco entonces y a día de hoy continúa circulando por las redes: Al lado de la carita aniñada y casiadolescente de la primera, en la foto de después la tiene tan hinchada y amoratada que parece un monstruo; es una masa informe y sanguinolenta con los ojos hundidos en globos cárdenos de piel a punto de reventar, y el cuello tumefacto tan abultado que cuando le trasladan de urgencias al hospital no le pueden ni ponerel collarín. Casi sin poder ver, con esa misma cara grotesca, lo llevan aprestar declaración ante el juez Grande Marlaska en la Audiencia Nacional. Después de contestar sus preguntas, Unai comienza a narrarle las torturas y malos tratos a los que ha sido sometido. Según su propio relato: “Al cabo de medio minuto, me interrumpe diciéndome que lleva muchos años trabajando con la Guardia Civil y que mucha gente dice sufrirlas torturas y que no me cree. Dice también que, además, al no haber declaración policial, que ése no es el sitio indicado para denunciarlo, y que vaya al Juzgado para poner una denuncia. Me quedo perplejo, le miro a la secretaria y asiente con la cabeza. Mi abogada de oficio no me quita la vista de la cara y tampoco dice nada…”
Sí, el juez -ahora Ministro- Grande Marlaska es un torturador. Quizá no el autor material de los puñetazos y golpes, pero sí colaborador necesario y encubridor, sin ninguna duda. Lo ha dicho Willy Toledo, pero también el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo en al menos 6 ocasiones. No está de más repetirlo cuánto podamos, permitirnos el lujo de decir verdades como puños, por higiene democrática. Sí, el Ministro de Interior, Grande Marlaska, es un torturador; y, por cierto, el rey, Felipe VI, el jefe de los torturadores.