Trump está al borde un golpe de Estado

‘¿Trump está con nosotros o está con los rusos?’, pregunta Eric Swalwell, congresista por California y miembro de la Comisión de Inteligencia. Es la duda que recorre a los portavoces de las camarillas de Washington. También es exactamente la misma duda que recorre el mundo, porque no sabemos si se habrán dado cuenta de que el mundo no es más que una prolongación de Washington. Si tienen dudas, lean el absurdo artículo con el que nos obsequia Daniel Iriarte redactor jefe de internacional en El Confidencial, titulado “El Kremlin contra nosotros. Bienvenidos a la segunda guerra fría” (*).

Ya ven que todos hablan de “nosotros”. ¿Quién está con “nosotros” y quién está con el Kremlin?, ¿quiénes somos “nosotros”? Como siempre, la duda procede de que el Kremlin tiene tentáculos por todas partes que todo lo manipulan y, por si no lo sabían, deben tener en cuenta a partir de ahora que el enemigo del Kremlin son… sí, en efecto, queridos lectores: Ustedes mismos, sin ir más lejos.

Volvemos a la Guerra Fría, aquellos tiempos en los que el mundo estaba lleno de gente ingenua, tontos útiles y compañeros de viaje que no se habían dado cuenta del peligro que suponía el Kremlin, los rojos y la expansión comunista. Ahora el peligro es aún mayor porque con Trump los rojos se han apoderado de la Casa Blanca y, posiblemente, también tengan infiltrados en el Pentágono. Del estilo del general Flynn.

En su largo artículo el farsante de Iriarte está entre los muchos que aseguran que Flynn ha dimitido por sus contactos con los rusos; no por haber mentido acerca de sus contactos sino por los contactos mismos.

A diferencia de Iriarte, hay que decirlo sin tapujos: no cabe duda que Trump es un producto de los rusos, que manipularon las elecciones para poner a su candidato en la Casa Blanca, a diferencia de Clinton, que era la candidata políticamente correcta.

Toda esta marejada mediática va acompaña de movilizaciones en las calles como pocas veces se han visto en Estados Unidos, e incluso en el resto del mundo que quiere protestar porque los votantes hayan elegido a Trump en lugar de Clinton.

Lo que está pasando sigue el guión de un golpe de Estado, al estilo del asesinato de Kennedy o del Watergate, cuando a Nixon le sacaron a relucir sus trapos sucios por lo mismo que a Trump: por mantener “relaciones inapropiadas con Rusia”. Pero lean bien: a Trump no le acusan de mantener relaciones con Rusia, como escribe Iriarte, sino de que las mismas son “inapropiadas”.

Las únicas relaciones apropiadas de Estados Unidos con Rusia son las que se miden en términos bélicos, de fuerza y de guerra. Eso es lo que quiere una parte muy importante de las camarilla que rodea al partido demócrata, a la CIA, al Pentágono, a una parte muy importante de los grandes monopolios y a los medios de intoxicación, que no quieren saber absolutamente del “deshielo” (por seguir utilizando la terminología de la Guerra Fría).

La enormes presiones de esas camarillas ya han obligado a recular a Trump, salvo que pensemos que sus promesas electorales eran, como tantas veces, “letra muerta”. Después de la dimisión de Flynn, las opciones de Trump no son más que dos: o bien se pliega por completo a los partidarios de la guerra, o bien se va a ver sometido, como Nixon, a un “impeachment”.

La prensa de Estados Unidos ya ser empieza a hablar de ello: quien mantiene “relaciones inadecuadas” con Rusia no es sólo Flynn sino también Trump, que era su jefe. A ambos se les acusa de traición, de trabajar para el enemigo, exigiendo una investigación por parte del Congreso, algo que es imposible sin una acción coordinada de los “poderes fácticos”, los poderes de verdad, que son los mismos de siempre, los que Eisenhower calificó como “el complejo militar-industrial”: monopolistas, espías, Pentágono, prensa…

En apoyo de los partidarios del rearme y de la guerra han salido las ONG, los seudoprogres y transversales que se amparan en las fantasmadas de Trump para presentar las agresiones del imperialismo como “luchas” aceptables, lo mismo que en la época de las revoluciones de colorines o la Primavera Árabe.

Como decía Lenin, no es posible la lucha contra el imperialismo sin luchar, simultáneamente, contra el socialimperialismo, es decir, contra toda esa coalición transversal y sus órganos de prensa, que quieren mantener la cuerda tensa en el mundo, cuando más tensa mejor.

Nos lo ponen muy fácil Iriarte y demás golpistas cuando sitúan la disyuntiva entre el Kremlin y “nosotros”: estamos contra el imperialismo en todas sus formas; luego estamos por la paz y con todos aquellos que la defienden y la promueven. Por lo tanto, no nos van a arrastrar a apoyar un golpe de Estado que quite a Trump, como en Ucrania, para poner a un remedo de Poroshenko.

(*) http://www.elconfidencial.com/mundo/2017-02-16/kremlin-putin-trump-guerra-hibrida_1332652/

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