Todo lo que sale de un científico es ciencia y todo lo que sale de un tribunal es justicia (amén)

Didier Raoult

Varios centenares de científicos de la Spilf (Sociedad Francófona de Patología Infecciosa) han presentado recientemente una denuncia contra el profesor Raoult acusándolo de utilizar su tratamiento contra el coronavirus a base de hidroxicloroquina y azitromicina sin que haya pruebas científicas de su eficacia.

La batalla contra la hidroxicloroquina llega, pues, a los tribunales y unos científicos demandan a otros… Perdón: se nos ha olvidado decir que estos últimos no son en realidad científicos, sino otra cosa, es decir, que el patrimonio de la ciencia es exclusivo de los demandantes.

Pero, ¿quiénes son esos demandantes que, a modo de nuevos y feroces inquisidores llevan la ciencia ante los estrados de los tribunales?

Es algo que no se le hubiera ocurrido a ningún científico por su cuenta, ni tampoco a una asociación como Spilf.

Este tipo de asociaciones tienen muchas caras y caretas y, dependiendo de la función de teatro que tienen que representar, muestran unas u otras. Incluso a veces también muestran su cara científica (pero sólo a veces).

Lo han adivinado: Spilf está financiada por varios laboratorios farmacéuticos. Dime quién te paga y te demostraré que eres un chapero al que le da igual servir a un cliente que a otro; lo importante es que pague.

En los últimos tres años Spilf ha recibido más de 200.000 euros anuales en “donaciones” en forma de remuneración, prestaciones o convenciones.

La prensa europea ni siquiera se ha tomado la molestia de recordarlo porque es de dominio público: la información está disponible en la base de datos eurofordocs.fr.

La financiación de Spilf por las empresas farmacéuticas crece con el transcurso de los años: 858.000 euros en subvenciones durante veinte años y 610.000 sólo en los últimos tres.

Tampoco se sorprenderán: Gilead es uno de los principales donantes de los científicos de verdad. En 2017 les entregaron 40.000 euros y otros tantos al año siguiente para que pudieran celebrar dos convenciones científicas.

Lo venimos diciendo desde el principio: Gilead quiere imponer su fármaco antiviral, el remdesivir, que compite con la hidroxicloroquina en condiciones muy desfavorables porque es mucho más caro.

El 29 de julio la Comisión Europea firmó un contrato con Gilead que le garantiza el suministro de Veklury, que es el nombre comercial del remdesivir.

En otras palabras: toda la campaña “científica” en la que participan “científicos”, revistas “científicas”, asociaciones “científicas”, prestigiosas universidades y medios generalistas no es más que la competencia de unos capitales contra otros.

Lo nuevo es que ahora se meten los tribunales por medio, que juzgarán al profesor Raoult como juzgaron a Galileo hace 400 años.

Pero en ningún caso deben dudar que si todo lo que sale de un científico es ciencia, todo lo que sale de un tribunal es justicia. ¿Verdad que sí?, ¿o son Ustedes unos malos conspiranoicos?

 

 

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