Relocalización, industria nacional y tambores de guerra imperialista

De un tiempo a esta parte, el fenómeno de la repatriación, relocalización industrial, o si ya te quieres poner del todo pedante, “reshoring” de empresas ha ido en aumento hasta el punto de que ya hay quienes aseguran que esto se ha convertido en tendencia (1).

En su fase imperialista, según Lenin, uno de los rasgos del capitalismo es que la “exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia excepcional”. Esto encajaba como un guante con los procesos de deslocalización industrial que adquirieron un gran impulso en las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado, como una forma de combatir la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia buscando abaratar costes en mano de obra, renta del suelo, etc.

Pero entonces, ¿esta tesis es errónea o el mundo está dando marcha atrás? ¿Este proceso no se está dando en absoluto? Ni una otra cosa ni la otra. Son varios los factores que favorecen ese “retorno” de empresas deslocalizadas sin que suponga retroceder al capitalismo de hace 50 años. Ya el mismo Marx hablaba de que la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia se encontraba causas que contrarrestaban dicha ley, a saber: el aumento del grado de explotación del trabajo, la reducción del salario por debajo de su valor, el abaratamiento de los elementos del capital constante, la superpoblación relativa, el comercio exterior y el aumento del capital-acciones.

Desde la crisis de 2008, la caída en picado de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera en los países imperialistas, así como el encarecimiento de los costes en los países de exportación de capitales fruto del desarrollo del capitalismo en esos mismos países, ha creado un terreno favorable para que las empresas retornen (2).

Pero no son estos los únicos factores a tener en cuenta, y aquí sí hay que tirar de Lenin, y es que igual de importante es la cuestión del reparto territorial del mundo entre las grandes potencias: ante un previsible nuevo reparto que necesariamente se lleva a cabo mediante la guerra, las potencias deben ante todo salvaguardar los capitales que se encuentran exportados, y ante la incertidumbre de si pondrán mantener las “esferas de influencia” (condición necesaria para realizar las exportaciones y que requiere de un gran despligue militar y diplomático) como hasta ahora, tenderán a refugiarlos sobre territorio “seguro”. Ni el imperialismo, ni la exportación de capitales que le caracteriza sigue un desarrollo histórico lineal, sino en espiral, lo que hace que este reflujo sea aparente y transitorio hacia ese nuevo reparto.

Según el último informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (3), en el periodo comprendido entre 1990-2000 el aumento de inversión extranjera mundial (IED) fue del 21 por ciento, mientras que entre 2000-2007 fue de un 8 por ciento. En el 2008-2019 solo hubo una variación positiva del 1 por ciento. La IED lleva en caída libre desde 2015, sufriendo un descenso en 2018 del 13 por ciento y previsiblemente la “la crisis del coronavirus” continúe haciéndola descender en picado, lo que ya empiezan charlatanes y economistas vulgares a bautizar como la “desglobalización” (4).

Trump (el de “make america great again”, el “nacionalista”) es una de las consecuencias de esta tendencia, la cual es previa a su ingreso en la Casa Blanca en enero de 2017. Un camino que siguen prácticamente todos los países y que demuestra lo poco que importa cómo se definan a sí mismos o se etiqueten a los políticos burgueses. Un ejemplo claro de esto lo dio el “liberal” Macron el martes pasado: anunció un plan de ayudas al sector automovilístico francés por valor de 8.000 millones de euros (5), con la condición del compromiso por parte de PSA y Renault de repatriar su producción.

Siguiendo el guión dictado, el Jefe de Estado francés expuso que debido a la pandemia, el sector ha sufrido una parálisis brutal. “Con excepción de los tiempos de guerra, es lo nunca visto”, dijo en su comparecencia. Esto, en román paladino, quiere decir que efectivamente nos encontramos en tiempos de guerra. La crisis capitalista ha estallado: el edificio de las alianzas y los acuerdos construidos hasta ahora entre las potencias imperialistas empieza a arder, y cada país intenta salvar sus muebles. España sin embargo, quemó gran parte de sus muebles para ingresar en el edificio y ahora pretende improvisarlos con llamamientos a desarrollar una “industria nacional”.

“La guerra universal es inminente, y la guerra significa también la revolución”, citaba Lenin de Kautsky (6). Esta situación de crisis capitalista va a acrecentar sin lugar a dudas las contradicciones entre la clase obrera y los capitalistas, y va a provocar (ya lo está haciendo) un aumento importante de la conflictividad social. A fin de cuentas las revoluciones que dieron origen a la Unión Soviética y a las Repúblicas Populares están ligadas a la I y II guerra mundial respectivamente. Pero no pasemos por alto una cuestión, el proletariado extrajo de esos acontecimientos importantes lecciones sí, pero también lo hizo la burguesía imperialista que va a intentar por todos los medios evitar que se produzcan levantamientos en ese sentido.

Hay una diferencia clara, y si no lo es conviene aclararla, entre aquello que va a provocar un aumento de de las contradicciones sociales, y las medidas adoptadas para tratar, en la medida de lo posible, aislar y neutralizar los futuros focos de descontento. La oportuna “crisis sanitaria” y las medidas que se desprenden de ella operan en ese sentido, y que las principales potencias hayan adoptado líneas semejantes (aunque España en el apartado represivo se lleva la palma siempre) reside en la convergencia de todos estos países en su interés en la represión de su clase obrera y la pacificación interna. El rearme, el chovinismo y la militarización de la sociedad han adoptado formas particulares y en absoluto evidentes en cada época histórica, y los revolucionarios tuvieron que ponerse a denunciarlas y desenmascararlas para poder dirigir sus respectivas revoluciones.

Actualmente ese papel lo están jugando los pretextos sanitarios. Hoy, por poner un ejemplo práctico, ante que los obreros de Nissan y Alcoa se vean obligados a
desarrollar una lucha a cara de perro por defender sus puestos de trabajo y sus medios de vida no caben medias tintas sobre si conviene o no respetar la “distancia social”. Ellos no seguirán esa “nueva norma” porque la situación les obliga a concentrarse y manifestarse como ya lo están haciendo (7)(8), pero aquí la norma de la “distancia social” cumple la misma función que un cordón policial en una manifestación; su objetivo no es disuadir a quienes ya se manifiestan, si no a quien podría unirse o seguir el ejemplo. Quien esté con la clase obrera deberá brindarles todo su apoyo, político y moral, y promover y practicar el acercamiento social y físico a sus protestas.

No es ninguna casualidad que las consignas elegidas por el régimen como “Este virus lo paramos unidos”, “Quédate en tu casa” o la necesidad del “distanciamiento social”, sean la antítesis de las que han acompañado al movimiento obrero y popular en cada una de sus manifestaciones. El contagio que realmente temen es el de la lucha.

(1) https://logicoach.es/reshoring-y-nearshoring-la-relocalizacion-se-convierte-en-tendencia/
(2) https://www.abc.es/economia/abci-fabricas-fueron-espana-crisis-regresan-calor-bajos-salarios-201909220224_noticia.html
(3) https://unctad.org/es/Paginas/PressRelease.aspx?OriginalVersionID=514
(4) https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52155208
(4) https://www.lavanguardia.com/economia/20200527/481422907283/macron-anuncia-ayudas-8000-millones-euros-sector-automovil.html
(5) Chovinismo muerto, socialismo vivo. Lenin 1914
(6) https://www.elconfidencial.com/multimedia/video/espana/2020-05-28/nissan-trabajadores-protesta-planta-barcelona_2614871/
(7) https://www.galiciapress.es/texto-diario/mostrar/1973420/trabajadores-alcoa-san-cibrao-lugo-comienzan-barricadas-movilizaciones-contra-despidos

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