Problemas filosóficos de las ciencias modernas

(Digitalizado por Historia Popular)

Se dice en el libro: «El conjunto de los trabajos que damos a conocer en este volumen fueron realizados por un grupo de militantes del Partido Comunista de España (reconstituido) presos en la Cárcel de Alta Seguridad de Herrera de la Mancha«


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Hoy en día todos los filibusteros
expertos en cátedras quieren medirse con el materialismo dialéctico, con el
marxismo, no solamente en el terreno político y social, sino también en los
demás terrenos que alcanza la actividad humana, entre otros los de las Ciencias
Naturales. Esta es una muestra más de la gran vitalidad del marxismo. Uno de sus
«críticos» más famosos en la actualidad es Mario Bunge (está considerado
como uno de los autores más influyentes en España y Latinoamérica), quien se
está convirtiendo nada menos que «en el patriarca de la teoría de la ciencia
en lengua castellana» (1). Bunge,
además
de querer «actualizar» el materialismo a la luz de «la lógica, la
matemática, la ciencia y la tecnología contemporánea»,
pretende refutar la
dialéctica por «confusa», por «estar alejada de la ciencia», por
faltarle «precisión, detalle y sistematicidad» y ser «una manera
primitiva de pensar» (2)
.

Que un monista pluralista o realista crítico (como se
prefiera) no entienda la dialéctica, no debe extrañarnos (hoy, en Occidente, en
el «Mundo Libre», la mayoría de los profesores de universidad no saben nada de
dialéctica). Pero, ¿acaso es culpa de la dialéctica que un «realista»,
materialista vulgar, no la entienda? La culpa, en todo caso, es del realista y
de los pontífices de universidad, los «alma mater» de nuestra sociedad. No
obstante, en una cosa parecen coincidir todos estos testaferros ideológicos del
capital: en rechazar la dialéctica. Ellos dicen que la refutan pero mueve a
risa comprobar cómo lo consiguen. Algo similar ocurre con el bioquímico
francés, premio Nobel de Medicina, Jacques Monod, quien eleva a los
altares de la ciencia la más tópica concepción sobre el azar o la casualidad
que se haya visto jamás, invocando para ello el «principio de autoridad» de
la física cuántica. Claro que este «experto» bioquímico arremete contra Engels
porque vapuleó la insípida teoría de la «muerte térmica del universo» de
manera brillante (azotaina de la que está tan necesitada la versión moderna de
esta idea conocida por el nombre de «Teoría de la gran explosión»), y
también porque tanto Engels como Marx, si bien admiraban la teoría
darwinista por lo que significaba de progreso, no aceptaban su explicación, «la
lucha por la existencia»,
de claro contenido malthusiano, salvo como «primera
expresión, provisional e imperfecta, de una realidad recién descubierta» (3)
. «Toda la doctrina darwinista de la
lucha por la vida —
dice Engels— no es más que la transposición de la sociedad
a la naturaleza animada, de la doctrina de Hobbes sobre el bellum ómnium contra
omnes (la guerra de todos contra todos) y de la doctrina económico-burguesa de
la concurrencia, unidas a la teoría demográfica de Malthus» (4).

Los neodarwinistas están todos de acuerdo en una cosa, en
el hecho de la evolución. Esta es una conquista científica, una gran verdad que
nadie se atreve a negar hoy día. Pero los neodarwinistas, entre los que se
encuentra Monod,
no logran ponerse de acuerdo a la hora de explicar la
evolución, porque parten de presupuestos unilaterales, lo que origina múltiples
y disparatadas teorías. Y esto ocurre así porque menosprecian la dialéctica y
se mantienen atados a las formas más ramplonas de pensamiento. De todas
maneras, si bien Monod no niega la existencia de la dialéctica misma, sí
niega el hecho de que sea la dialéctica objetiva de las cosas la base y la
razón de aquella «dialéctica subjetiva» del pensamiento, resultando realmente
duro para él tener que admitir que la contradicción dialéctica sea la ley
fundamental de todo movimiento (5). En esto coincide con M. Bunge para
quien, como mucho, la contradicción dialéctica sería la base de «algunos»
fenómenos…

Por desgracia, esta última es una posición mucho más
extendida de lo que a primera vista pudiera parecer. También para muchos
filósofos oficialistas de la URSS como Burlatski: «en una serie de casos,
los opuestos no reflejan la unidad real y lucha de los contrarios»
(6). En sustitución de la
ley de la contradicción, la más importante de la dialéctica, Konstantinov,
por su parte, ha introducido, al parecer sin ningún esfuerzo, la «interacción
universal» (que hoy sirve de fuente inagotable de inspiración a los círculos científicos
soviéticos), adobada con buena dosis de agnosticismo kantista y humista.

Varias son las circunstancias que han contribuido a que el
materialismo dialéctico no haya penetrado del todo en el terreno de las
ciencias naturales de manera consciente, consecuente y profunda; entre ellas
podemos resumir las siguientes: 1.°) Su carácter de clase, ya que el
materialismo dialéctico no es una filosofía especulativa que sirva a la burguesía
en sus intereses y objetivos, sino que es la filosofía del proletariado, de la
clase más avanzada y revolucionaria de la sociedad capitalista; 2.°) El hecho
reconocido de que, hasta hace muy poco, la investigación haya sido un reducto
de privilegiados con intereses egoístas de dominio y explotación, y donde prima
la individualidad, aunque en honor a la verdad tengamos que admitir que cada
día es mayor el número de científicos serios, honestos, responsables y
comprometidos con la lucha liberadora de las masas oprimidas de todo el mundo,
y 3.°) Si bien la experiencia histórica de la URSS es alentadora en muchos
aspectos, en general se puede decir que allí el revisionismo ha despojado al
materialismo dialéctico de su contenido esencial, vivo, revolucionario,
convirtiéndolo en una escolástica metafísica.
Con la irrupción del revisionismo político en la URSS, se
dio rienda suelta a todas las filosofías burguesas especulativas, retrocediendo
en todas las cuestiones de importancia ante el positivismo y adoptando
posiciones eclécticas, confusas o vacilantes ante los problemas más serios que
tienen planteados la filosofía y las ciencias contemporáneas.

Fue en estas circunstancias de debilitamientos del
materialismo dialéctico en la URSS y en otros países, cuando el positivismo
aparentó tener larga vida y buena salud, complacido ante el ataque desenfrenado
abierto de los revisionistas contra las verdaderas posiciones del marxismo en
filosofía, representadas y defendidas por Mao Zedong. La arremetida soviética
contra las posiciones filosóficas de Mao Zedong, hecha con el peor
espíritu y la mayor arrogancia, no tardó en confirmar dos hechos importantes:
1.°) Que Mao tenía razón, y 2.°) Que en aquella lucha contra Mao la
dialéctica soviética llegó a tocar fondo. De manera que desde entonces en
adelante sólo se podían esperar dos cosas: o positivismo idealista franco y
abierto (como en Occidente) o, por el contrario, la vuelta a la situación abandonada
y en la dirección de la crítica que le hiciera Mao Zedong. La salida de
este atolladero aún no se ha producido, pero es de esperar que no tardará en
producirse por una u otra vía. El febril desarrollo de las Ciencias de la
Naturaleza durante los siglos XVIII y XIX en Europa permitió y facilitó en gran
medida la aparición y el progreso más avanzados del materialismo francés,
primero, y de la dialéctica alemana, después, posibilitando la creación de la
filosofía científica, el materialismo dialéctico o filosofía marxista. Es
cierto que el materialismo dialéctico nace vinculado a la ciencia social,
económica y política, y ya, desde sus orígenes, al proletariado, a los nombres
de Marx y Engels y a la I Internacional.

Como reconoce su mismo autor y todo el movimiento marxista
posterior, «El Capital», la obra cumbre de Marx, es ejemplo del
uso del método dialéctico. Ahora bien, esto no es óbice para que el pensamiento
más avanzado recorra ahora el camino inverso al que en un principio le dio
origen.
Los fundadores del marxismo no pudieron ir más allá de donde
fueron en este terreno de las Ciencias de la Naturaleza, entre otras razones
porque otros proyectos absorbían su atención. Es conocido el esfuerzo que hizo Engels
en este sentido en su inacabada obra «Dialéctica de la Naturaleza». También
son conocidos los constantes intercambios de opiniones entre Marx y Engels
relativos a las investigaciones científicas y técnicas, a todo lo que
supusiera una rápida transformación de las fuerzas productivas y les sirviera
para matizar y corroborar en su medio la dialéctica natural, sus leyes, su
unidad con la dialéctica en general, con la social y económica, etcétera (7).

Pero no estamos ya en los tiempos en que Engels hablara
de los dos posibles caminos para que el materialismo dialéctico conquistara las
ciencias naturales; hoy en día no es necesario seguir por aquellos senderos
(aunque el estudio de la historia del pensamiento humano reportará siempre
enormes enseñanzas). No solamente —como proponía Engels a los
naturalistas— disponemos de la obra cumbre de Hegel, «Ciencia de la Lógica»,
cuyo estudio se debe abordar de manera materialista, y los trabajos de Marx
y Engels, sino que el estudio y posterior reelaboración de la
dialéctica por Lenin, y más recientemente por Mao Zedong, brinda
enormes posibilidades teóricas y prácticas que todo científico materialista debería
no sólo conocer, sino también estudiar y aplicar conscientemente, uniendo las verdades
más universales del materialismo dialéctico con su ciencia particular. De esta unión
nacerían infinidad de resultados positivos, de los que saldría igualmente
beneficiada la dialéctica, mejorada e incluso transformada.

Hoy atravesamos un período en el que el progreso social,
impulsado principalmente por las revoluciones socialistas y liberadoras de todo
el mundo, ha estimulado de tal manera el desarrollo de la filosofía científica
materialista dialéctica, que las necesarias generalizaciones y globalizaciones
de los aspectos fundamentales y más importantes de las Ciencias Naturales, así
como la más audaz concepción global de la naturaleza, de las ciencias y de su
desarrollo, no pueden realizarse si no es tomando como base los logros
superiores del pensamiento humano, las conquistas que en poco más de un siglo
ha realizado la filosofía marxista, que es la única que permite desbrozar un
camino más prometedor para la humanidad.

Durante el último siglo, los aportes más sólidos y
esplendorosos en la gran obra del pensamiento del hombre los ha hecho el
materialismo dialéctico, el cual, si bien es cierto que ha estado íntimamente
unido a la ciencia política, social y económica, no es menos cierto que también
lo ha estado a las Ciencias de la Naturaleza, principalmente en la URSS, aunque
con las connotaciones antes señaladas.

Los problemas, ya viejos, de la continuidad y la
discontinuidad en la mecánica cuántica, y la teoría de la relatividad del tiempo
y del espacio; los problemas de la división y la composición (que con tanto
recelo mirara Heisenberg); los problemas del azar y la necesidad, de las
probabilidades y la estadística; el problema del desarrollo, y otros muchos como
la relación mente-cuerpo, están íntimamente unidos al problema fundamental de
la dialéctica que el materialismo dialéctico chino sintetizó en la expresión:
«uno se divide en dos», y no «dos forman uno», que consideraremos
en otro lugar.

La dialéctica de los contrarios es el fundamento del
pensamiento dialéctico y del movimiento en la naturaleza y la sociedad humana.
En este trabajo que ofrecemos al lector intentamos demostrar no solamente la
actualidad de la dialéctica marxista, sino también la imprescindible necesidad
de su estudio, así como algunos de sus logros más importantes, al tiempo que
presentamos por nuestra parte algunos enfoques particulares a determinadas
cuestiones concretas.

(1) A.
Hidalgo, revista «El Basilisco» nº 14
(2) M.
Bunge: «Materialismo y ciencia», págs. 57, 58, 67, 68.
(3) K. Marx
y F. Engels: «Cartas sobre las ciencias de la naturaleza y las matemá
(4) K. Marx y F. Engels: Ídem, pág. 85
(5) J.
Monod: «El azar y la necesidad», pág. 48
(6) Burlatski:
«Materialismo dialéctico», pág. 64
(7) K.Marx,
F.Engels: «Cartas…»

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