¿Por qué nos empeñamos en suponer que nuestra salud les importa algo a ellos?

El niño Simeon Shaw con su madre
En enero de 1946 diagnosticaron a un australiano de cuatro años de edad, Simeon Shaw, de una forma altamente maligna de cáncer de hueso. En un esfuerzo desesperado para salvar vida del niño, sus padres decidieron llevarle a Estados Unidos para su tratamiento. La familia acudió al hospital de la Universidad de California en San Francisco.

Una vez en América, Simeón no recibió el tratamiento médico que buscaban desesperadamente sus padres para salvarle la vida. En su lugar fue atrapado por un experimento médico. Fue uno de los 18 pacientes inyectados con plutonio radiactivo, por los “científicos” (léase carniceros) que trabajan para el Proyecto Manhattan, la organización que fabricó la bomba atómica. Los matarifes del gobierno querían descubrir cómo eliminaba el plutonio el cuerpo humano.

A Simeon le faltaban dos meses para su quinto cumpleaños cuando el 26 de abril de 1946 le inyectaron, 0.169 microcuries de plutonio 239, una dosis de radiación casi 24 veces lo que la persona promedio recibe en 50 años. Una semana más tarde, se tomaron muestras del hueso, la sangre y tejidos del niño. También se obtuvieron muestras en otras ocasiones. Simeón murió ocho meses después de la inyección (1).

Muchos estadounidenses fueron expuestos a experimentos parecidos con radiaciones sin ninguna clase de objetivo médico curativo. El plutonio carece de utilidad médica. Las inyecciones de plutonio en seres humanos no tenían ningún propósito distinto que el de proporcionar información para determinar las normas de seguridad para la producción de armamento nuclear.

Algunos experimentos humanos con radiaciones se realizaron en Estados Unidos en la década de 1940 y 1950, pero otros se realizaron durante los años sesenta y setenta. Es posible que el programa involucrara a más de 1.000 personas. Estos experimentos se realizaron dentro del Proyecto de Manhattan.

Entre 1945 y 1947, como parte del Proyecto Manhattan, los pacientes a quienes diagnosticaron enfermedades con una esperanza de vida de menos de 10 años, fueron inyectados con plutonio. Además de la Universidad del Hospital California, los estudios se realizaron en el hospital de Distrito de Manhattan, Oak Ridge, Tennessee; Strong Memorial Hospital, Rochester, N.Y.; y la Universidad de Chicago. A pesar de los diagnósticos originales, siete de los 18 pacientes vivieron más de 10 años y cinco sobrevivieron más de 20.

Investigaciones internas de la AEC demostraron que los pacientes no fueron informados de que se les había inyectado plutonio hasta 1974.

El 18 de julio de 1947 tres médicos y una enfermera inyectaron plutonio en el hospital de la Universidad de California en la pierna izquierda de Elmer Allen. Tres días más tarde, le tuvieron que amputar la pierna y la extremidad la enviaron a patología para un estudio radiológico (2). Erróneamente a Allen le diagnosticaron que padecía un cáncer de hueso, cuando se había caído de un tren a finales del verano de 1946 y se había lesionado su rodilla izquierda. Estaba lejos de padecer una enfermedad terminal.

Allen vivió hasta el 10 de junio de 1991, con horribles complicaciones derivadas del experimento de plutonio. Sufría convulsiones epilépticas, alcoholismo y finalmente fue diagnosticado de esquizofrenia paranoide, que su médico de familia cree que se debió a la forma en que había sido incluido dentro del experimento del plutonio.

(1) https://medium.com/lessons-from-history/a-child-came-to-the-u-s-for-cancer-treatment-but-was-injected-with-plutonium-sent-home-to-die-c55b154511db
(2) https://ehss.energy.gov/ohre/roadmap/achre/chap5_4.html

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