“Esta protesta no se va a agotar. Es una revolución. El gobierno parece no entenderlo”, resume Bozena Przyluska, una de las organizadoras de la Manifestación de Mujeres Polacas del viernes.
Desde que el Tribunal Constitucional, estrechamente controlado por el gobierno reaccionario del PiS (Ley y Justicia), emitió el 22 de octubre un fallo que conduce a la eliminación del aborto, no ha pasado ni un día sin movilizaciones.
El viernes, la consigna “Todos en Varsovia” dio lugar a una de las manifestaciones más masivas de los últimos años: 100.000 personas según el ayuntamiento.
Si el caos y la atmósfera de guerra, desatada por el partido de Jaroslaw Kaczynski desde su llegada al poder en 2015, se han convertido en un método de gobierno, esta vez la situación parece conducir a un verdadero estancamiento político.
El viernes la tensión alcanzó tal grado que el ejército tuvo que movilizarse en apoyo de la policía, y cerca de 50 furgonetas de la policía protegían la casa del Presidente.
En Polonia dos mundos se miraron a la cara. La guerra entre la reacción y una juventud en gran parte secularizada no va a amainar. Más bien parece que acaba de empezar. La emblemática Iglesia de la Santa Cruz, en el corazón del centro de la ciudad de Varsovia, fue un teatro particularmente llamativo de las protestas.
En la explanada, un centenar de fundamentalistas católicos, dirigidos por milicias de matones y separados de la carretera por dos estrechos cordones policiales y militares, rezaban por altavoces, rosarios y estandartes cristianos en sus manos. A cada paso de los grupos de manifestantes, se transmitían por los altavoces los gemidos ensordecedores de los niños.
Que mal pinta, por un lado los eugenistas promoviendo el aborto, por otro los integristas católicos intentando prohibirlo y cualquiera que se posicione en una o en otra idea, es sumado al grupo automáticamente. Divide y vencerás no deja de inventar frentes.